La primera mitad de la cuarta temporada de *Fear the Walking Dead*, que está resultando la más estimable de todas hasta la fecha —probablemente gracias a Andrew Chambliss e Ian Goldberg, los nuevos showrunners—, no ha perdido el tiempo en lo que a estacazos para los personajes principales se refiere, y si ya Nick Clark (Frank Dillane) fue asesinado en el capítulo “Good Out Here” (4x03), **ha sido al final de “No One's Gone” (4x08) cuando nos han contado que su madre, Madison Clark (Kim Dickens), había muerto durante la caída del Diamond, tomado por la horda de zombis** soltada allí por los Buitres con Ennis (Evan Gamble) a la cabeza. Y, si bien el fallecimiento de varios protagonistas es lo habitual en cada temporada de esta ficción postapocalíptica, no tanto que la diñen los principalísimos.
No obstante, también hay que decir que casi no quedan otros: en la temporada uno, sucumbieron Griselda Salazar (Patricia Reyes Spíndola) y Liza Ortiz (Elizabeth Rodríguez) durante “Cobalt” (1x05) y al final de “The Good Man” (1x06) respectivamente; en la segunda, Chris Manawa (Lorenzo James Henrie) durante un flashback de “Wrath” (2x13); y en la tercera, Travis Manawa (Cliff Curtis) y Ofelia Salazar (Mercedes Mason) al inicio de “The New Frontier” (3x02) y cerca del cierre de “El matadero” (3x14). De modo que, al margen de las nuevas incorporaciones y otros que pueden reaparecer, *los protagonistas originales que quedan en Fear the Walking Dead* son Alicia Clark (Alycia Debnam-Carey), Victor Strand (Colman Domingo), Luciana Gálvez (Daney García) y el desaparecido Daniel Salazar** (Rubén Blades).
El caso es que la defunción de Madison Clark ha sido digna en sus circunstancias y la más horrible en los detalles físicos, pero no todo lo justa y esmerada en el tratamiento del personaje de lo que podría ser. Se ha ido al otro barrio por conducir al batallón de muertos vivientes que amenazaba en el aparcamiento del estadio la vida de sus hijos, y de otros a los que podría considerar sin duda alguna de la familia después de lo pasado juntos —Victor y Luciana—, lejos de ellos, atrayéndoles al interior del Diamond con una triste bengala roja, y ha sido devorada entonces por la horda infame, una muerte espantosísima que no se muestra en pantalla por ahorrarnos el mal gusto, tal vez para decepción de los que siguen esta historia con el único y deleznable interés de presenciar destripamientos.
Pese a que los guionistas no han cometido aquí la tremenda desfachatez de la que fue víctima Travis Manawa, tampoco han construido un relato interno para Madison Clark similar al que le brindaron a su hijo Nick en el episodio en que su sangre mancha la tierra por última vez. No es que su sacrificio no resulte coherente con su trayectoria de lo que hiciera falta para proteger a sus hijos, crueldades increíbles incluidas —como cuando encerró a Celia Flores (Marlene Forte) con sus allegados zombificados para poner fin a su influencia en “Shiva” (2x07) o fue a matar a Jeremiah Otto (Dayton Callie) en “Children of Wrath” (3x08) para conseguir la paz en el Rancho Broke Jaw—; en absoluto; y de hecho, precisamente de ese tema van sus conversaciones grabadas con Althea (Maggie Grace).
Quitando que la desesperación manifiesta de Madison Clark por reencontrarse con sus hijos en el pasado más anterior resulta un pelín impostada, el problema es que a la urdimbre narrativa de “No One's Gone” no la han encaminado a que su sacrificio evidente suponga un clímax con el que se remate su propio drama personal en el mismo capítulo, sino un fin respetuoso para el personaje como pieza separada, montado con un esquema paralelo parecido al del tramo último de “Buried” (4x04), en el que imágenes de los acontecimientos que se narran de viva voz se alternan con declaraciones de algunos protagonistas a cámara, repitiendo determinadas frases finales para conseguir cierto énfasis. Y no solamente es así: en realidad, tenemos la impresión inequívoca de que el viaje interior no es de Madison Clark sino de su hija Alicia y concluye cuando, como hizo con Nick en “Good Out Here”, Morgan Jones (Lennie James) interviene y logra para ella algo semejante a la catarsis. Pero Madison Clark se merecía una despedida mejor.