Hasta hace no mucho, el estreno de una película se producía sin tener mayor información sobre una posible secuela. En no pocos casos, esta segunda entrega se condicionaba por el éxito económico de la primera. Si funcionó una vez en taquilla, ¿por qué no probar de nuevo? Dentro de esta lógica comercial, en las últimas décadas se ha cultivado una idea: la presentación de universos cinematográficos con base en una historia inicial.

Como en la literatura, cuando a partir de una obra se realiza una saga de libros, en el cine ocurre algo similar a través de las precuelas, secuelas, spin-off e, incluso, las series. Se trata de diversos contenidos y formatos que nutren una misma franquicia. El objetivo es, desde un punto de vista narrativo, explorar historias y momentos que no fueron tratados con anterioridad. Si se mira desde una perspectiva económica, la meta es recaudar cuanto se pueda a través de personajes y lugares, situaciones y líneas argumentales previamente reconocidas por la audiencia. 

El ejemplo más representativo de esto, al menos desde un punto de vista comercial, es el Universo Cinematográfico de Marvel. Se lleva construyendo desde 2008 y, de momento, su recorrido se extenderá hasta 2026. En él, decenas de películas y algunas series permiten adaptar las historias basadas en los cómics de la casa. Su crecimiento es de tal calibre que incluso la audiencia que no han leído las historias tienen conocimiento de una buena cantidad de referencias. El éxito ha sido la gasolina que avivó el fuego a una tendencia que se ha disparado en Hollywood.

El auge de los universos cinematográficos

Cuando el Universo Cinematográfico de Marvel estrenó su primera película, no era común que se pensara en proyectos mastodónticos en los que se conectaran distintos relatos con un mismo fin, Iron Man, presentada en 2008, fue la piedra fundacional de la franquicia. Probablemente, si se tratara de buscar paralelismos, las trilogías eran lo más parecido en este sentido. 

Tony Stark / Avengers: Endgame // Universos cinematográficos

El siglo XXI comenzó con El señor de los anillos convocando a legiones de espectadores a los cines y recaudando decenas de premios. Antes de esa trilogía, otras como El Padrino, Indiana Jones, Star Wars y Mad Max se instalaron en la historia del cine contemporáneo como relatos de culto. En el caso de las tres últimas, esa base sirvió para que pudieran desarrollarse nuevos proyectos más recientes. 

En este contexto, puede que la trilogía The Dark Knight dirigida por Christopher Nolan sea, fuera del contexto del Universo Cinematográfico de Marvel, la apuesta más acertada en cuanto a cómics. Sin embargo, se quedó en un formato no tan ambicioso como el de la competencia de DC. Mientras tanto, esa misma empresa procuraba sentar las bases de su Universo Extendido. Pero el resultado fueron más críticas que aplausos. 

Al desarrollo sostenido del Universo Cinematográfico de Marvel se ha sumado la saga Avatar, que tendrá al menos tres títulos más; la renovación del Universo Extendido de DC, encabezada por James Gunn; el auge de John Wick como una franquicia potente dentro del cine de acción, con una serie y un spin-off en los planes a futuro. Y, hace poco, el proyecto de Michael B. Jordan con Creed, pensado para ramificar esa historia en varias producciones más. 

Aunque puede ser pronto para considerar que esta tendencia representa un cambio de paradigma dentro de las franquicias comerciales, es válido sospechar que quizá se está acercando ese momento. Por tanto, será un poco más común ver que, a partir de una película con éxito comercial, se produzcan secuelas, series y spin-off que sirvan para expandir esa narrativa y convertirla en un universo cinematográfico.

La influencia en la industria del cine y la TV

Puede que este tipo de proyectos respondan a la intención de dar más y más contenido a las audiencias. Si el streaming parte de esta lógica, ofreciendo nuevas producciones o temporadas de sus series, ¿por qué no intentar replicar algo similar en el cine? Se trata de mantener a un público cautivo, con base en su interés por una narrativa. 

Creed 3, protagonizada por Michael B. Jordan y Jonathan Majors

Desde un punto de vista económico, hay un argumento válido: es probable que quien vio Creed tenga interés por mirar Creed II, Creed III y lo que surja después. Así como la persona que se enganchó a You con la primera temporada la ha acompañado hasta la cuarta. Haciendo un ejercicio de interpretación, este tipo de prácticas pueden ser comunes porque le permiten al espectador reencontrarse con un sistema de referencias que ya conoce y le gusta. No representan un esfuerzo de familiarización con nuevas historias, nuevos personajes y nuevos lugares. En tiempos de consumo rápido, esto puede ser un punto a favor para la construcción de universos cinematográficos.

Si además se considera la posibilidad de que este tipo de proyectos se hagan de buena manera, como parece ser el caso de la franquicia John Wick o el Universo Cinematográfico de Marvel —al menos desde una perspectiva comercial—, parece una situación en donde todos ganan. La industria produce contenidos que generan cantidades descomunales de dinero y los espectadores pueden disfrutar de más entretenimiento.

Esa última palabra es clave: entretenimiento. Los universos cinematográficos, hasta el momento, no están pensados como una experiencia de autor, sino como una serie de propuestas orientadas a expandir las distintas posibilidades de una franquicia. Ni bien ni mal. Sólo es una manera de llevar el negocio, el cual depende tanto de las producciones comercialmente potentes, como de aquellas de un perfil más bajo. Pero con mayor riqueza en términos creativos. 

El gran riesgo de los universos cinematográficos

El Universo Cinematográfico de Marvel parece agotado. Cada película es una réplica de la fórmula de la anterior, con pocos cambios entre un proyecto y otro. En resumen: siempre ganan los buenos, salvo en una sola película hasta la fecha. Siguen siendo producciones entretenidas que funcionan en taquilla, pero en la actualidad es una franquicia en sus momentos más bajos desde que inició su cuarta fase.

Avatar / Universos cinematográficos

Si se analizan las críticas sobre Avatar: el sentido del agua, se encuentran aplausos a su propuesta gráfica. Pero, cuando se trata de argumento y guion, la película de James Cameron no resulta satisfactoria. Desde hace años, la franquicia Star Wars lleva un trayecto irregular en el cine, mientras se ha hecho fuerte con The Mandalorian y Andor en formato de serie.

Si bien es una gama acotada de ejemplos, ¿qué nos sugieren? En primer lugar, que el éxito económico no equivale al logros artísticos. En segundo, que no hay una fórmula exacta sobre la cual trabajar porque cada narrativa tiene sus propias reglas y audiencias. Dentro de este contexto, proyectos como los que se están desarrollando con Creed y John Wick al menos tienen una ventaja: reconocer los posibles errores de los otros universos cinematográficos e intentar no replicarlos.

La pérdida de prestigio

Hace poco, Warner Bros Discovery confirmó el deseo de trabajar sobre nuevos proyectos inspirados en El señor de los anillos. Con base en la trilogía de películas, el objetivo es explorar historias y acontecimientos que no han sido tratados en ellas. ¿Qué ocurre con esto?

El señor de los anillos el retorno del rey

Si bien es una manera de cultivar una franquicia, también es probable que con la suma de nuevas producciones se deteriore el espacio que una película o una saga entera tiene en el imaginario colectivo. Algo de ese estilo ocurrió con Rocky. Después de tantas entregas, su reputación llegó a bajos tan bajos que era motivo de burla, sin olvidar el hecho que el primer largometraje sigue siendo considerado la mejor.

En conclusión: si se trata de expandir franquicias exitosas, los universos cinematográficos podrían funcionar desde una perspectiva económica. Pero la calidad de las producciones sufren ante un intento de complacer a todos y así llegar a la mayor audiencia posible, haciéndolas cuestionables e irregulares.

Si el foco de estos proyectos, en cambio, es dar con un discurso atractivo más allá de entretener, puede ser una buena idea. Si no, se trata solo de producir con la intención de generar más contenido, independientemente de la calidad, como si se tratara de comida rápida. El debate, tarde o temprano, caerá sobre las manos de la audiencia.

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