Con Joker de Todd Phillip dominando las nominaciones al premio Oscar de la Academia, es notorio que el largo recorrido de las películas del género, hasta alcanzar el reconocimiento de la crítica y público, parece haberse completado.
El ‘Joker’ llegó para cambiarlo todo
Y mucho de ese recorrido comenzó en el 2008 cuando Christopher Nolan reformuló el mundo de los superhéroes desde sus cimientos con Batman: The Dark Knight. Más de una década después de su estreno en cines, la versión realista, dura y cínica del director sobre el Universo superheroíco aún tiene mucho que aportar al lenguaje y discurso de las películas del género. Considerado uno de los mejores films de la historia y elevado a nivel de ícono cinematográfico, se trata del primer gran intento por crear un discurso adulto sobre el universo de los cómics, y de explorar sus múltiples capas de simbología en un experimento afortunado que Nolan supo crear con pulso firme e impecable.
El director logró dotar al cruzado de la capa con una personalidad que reflejó la oscuridad tenebrosa e inquietante del cómic y además brindó a su universo una profunda cualidad metafórica. Nada en The Dark Night es casual y mucho menos accidental. Lo que convierte al film en un argumento comedido y pausado sobre el caos, la caída en las tinieblas y la pérdida de la inocencia en medio de un escenario en un ciudad corrompida y aplastada por su peligrosa cualidad ambigua.
De la misma forma en que Todd Phillip encontraría en el personaje del Joker la manera ideal de reflexionar sobre las grietas de la psique colectiva y los dolores invisibles de una sociedad rota, Nolan brindo a Batman una cualidad mutable y violenta que evolucionó hasta elaborar un lenguaje nuevo sobre lo heroíco. El Batman de Nolan —con su marcada dicotomía entre el bien y el mal moral, en medio de un antiguo trauma espiritual— hizo del personaje, interpretado por Christian Bale, una criatura, que lejos del simbolismo gótico del imaginado por Tim Burton, era capaz de reflejar la ruptura con la moral urbana y brillante de una ciudad rota. El Batman en The Dark Night es una amenaza real que se manifiesta y se expresa a través de una idea profundamente dolorosa sobre la personalidad de un antihéroe nacido en las tinieblas.
Nolan tomó la decisión de convertir a su héroe y su villano en reflejos uno del otro. Mientras el Joker de Heath Ledger se balancea en las tinieblas entre risas, Batman se mira en el abismo que le separa a ambos, en ese vinculo inevitable que les convierte en enemigos y dos fuerzas que se enfrentan sin que una sea capaz de vencer a la otra, antes o después. “Esto es lo que ocurre cuando una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible”, se burla el Joker mientras la batalla por el alma de Gotham prosigue. “Jamás me matarás porque tu moral no te lo permite, y yo te considero demasiado divertido para hacerlo. De modo que estamos destinados a hacer esto para siempre”, añadía.
La percepción inquietante sobre la maldad y la bondad convertidas en reflejos inevitables hizo de Batman: The Dark Nigth un hito sobre la forma en que las películas analizan el poder y su trascendencia. Un triunfo de Nolan que construyó toda una nueva forma de analizar al tradicional héroe desde las sombras.
Una mirada al espejo: del Joker al Joker, de oscuridad en oscuridad
El punto de vista de Nolan se convirtió en una inevitable referencia al momento de comprender al héroe moderno, y sobre todo a sus pequeños pecados de vanidad, sufrimiento y arrogancia. Christian Bale se dio el lujo de interpretar a un Batman capaz de cometer errores. Incorruptible, pero con la ambición temeraria del que busca venganza en lugar de justicia. Un tema que siempre había pasado desapercibido para la mayoría de los directores y guionistas al momento de analizar al héroe de Gotham.
Por otro lado, el Joker de Heath Ledger dejó a un lado la noción del némesis para convertirse en un agente del caos en estado puro, más parecido al personaje creado por Alan Moore en The Killing Joke y El hombre que Ríe de Ed Brubaker que al bufón macabro que la televisión y el cine que había conocido hasta entonces.
Hay mucho de esa libertad extravagante, una amenaza directa y violenta, en Batman: Dark Night. Antecedente directo del magistral Joker de Joaquin Phoenix y, sin duda, referente absoluto del antihéroe contemporáneo que enlaza la cualidad del mal con una conexión violenta y casi lírica de lo maligno, tal y como Ledger escogió interpretar al príncipe Payaso de Gotham.
El Joker de Ledger liberó al personaje de restricciones, pero además meditó sobre el origen del impulso criminal sobre una libertad caótica. Lo que es, de hecho, el punto central de la actual y controvertida popularidad del Joker de Todd Phillip. De ser únicamente el enemigo de Batman, el villano más sangriento de Gotham se convirtió en un recorrido por la oscuridad inquietante del héroe, a quien refleja como un reverso oscuro. Y es esa notoria ruptura con la concepción de lo criminal, un tipo de rebeldía violenta contra el sistema y contra toda idea de control, lo que convirtió al Joker de Batman: The Dark Night en un emblema del poder del sin sentido, la esencia del caos mismo.
Nolan se tomó el atrevimiento de crear una película filosófica bajo la excusa de personajes célebres de la cultura norteamericana, para elucubrar sobre sus defectos, dolores y pesadillas. Abrió la puerta para los matices de los superhéroes, y a la vez les brindó una definitiva humanidad que terminó por convertirles en criaturas enfermizas, al borde de la cordura y, casi siempre, tan cercanas al mal con el que luchan como para convertirse en sombras en la oscuridad de la conciencia colectiva.
Gracias a Nolan, el Thomas Wayne de Todd Phillip se convierte en símbolo de la corrupción, de un tipo de venenosa condescendencia y violenta invisible sobre el hombre común. Y es gracias a Nolan, que el Joker de Phoenix levanta los brazos en señal de triunfo mientras Gotham y sus símbolos se desploman a su alrededor en medio del fuego.
Mucho más allá de eso, la capacidad de Christopher Nolan para sostener el discurso nihilista sobre la maldad y la bondad que habita en cada uno de nosotros hizo del cine de superhéroes todo un reto al momento de reflexionar sobre el poder de la identidad colectiva y sus consecuencias. ¿Sería el Iron Man de Robert Downey Jr. tan falible y en ocasiones incluso frágil si el Batman de Christian Bale no hubiera atravesado las dudas y aturdidas aseveraciones sobre lo caótico a las que enfrenta en la trilogía Nolan? ¿Podría incluso Thanos, el máximo villano del Universo Cinematográfico de Marvel, haber tenido tantas complejas capas de significado de no haber existido un Joker capaz de preguntarse sobre la probabilidad de la caída en las tinieblas en medio de un debate de conciencia?
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De la innovación a la búsqueda de significado
Christian Bale como Batman y Heath Ledger como Joker en The Dark Knight, rompieron el estilo del superhéroe al uso que hasta entonces había sido parte de la noción sobre el universo superheróico en el cine. Ambos eran actores conocidos por sus interpretaciones complejas y emocionales, por lo que Nolan tomó el riesgo de crear contrincantes intelectuales que se encontraran al mismo nivel. Mientras el Joker de Jack Nicholson era colosal y monstruoso, el Batman de Michael Keaton era una criatura atormentada, gótica y angustiada que sostenía su búsqueda de justicia sobre la posibilidad de expiar el sufrimiento moral de una forma u otra. Pero Nolan, decidió que sus actores confrontarían la idea del mal y del bien a un mismo nivel moral.
Christian Bale sostuvo a su Bruce Wayne sobre la furia del trauma antes que el sufrimiento en estado puro, mientras que el Joker de Ledger era un psicópata cuyo único interés era la destrucción total de cualquier esquema de convivencia y pacto social. Uno y otro sostenían un extraño equilibrio, una línea que les unía con tanta fuerza que eran separados, resultaban por completo incomprensibles. La percepción del mal como consecuencia de la ruptura de lo que consideramos bondadoso, se convirtió en un dilema existencialista de alto calibre. Joker asesina para demostrar que todos estamos al borde de la locura. Batman evita hacerlo en su intento de convencerse que el bien puede triunfar en mitad de la oscuridad.
Con su discurso oscuro, tenebroso e inquietante, la película de Nolan desafió a todos los films que le siguieron a crear personajes tan interesantes, complejos y humanos como los suyos. Gracias al director británico, el género superheroíco se liberó de su pátina cursi, colorida y casi infantil. Confrontó lo que en papel había estado haciendo por años: una lenta revolución de un nuevo tipo de mitología en la que los superhéroes, eran símbolos de los lugares más extraños de la imaginación del hombre moderno.
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El Joker, interpretado por Joaquin Phoenix, deja de tener miedo en algún punto del largo y amargo día que le convierte en un asesino. La película muestra su tumultuosa caída a los infiernos con símbolos en ocasiones obvios de la pérdida de la cordura, pero también de la esperanza. Un escenario habría sido imposible de imaginar sin que antes Nolan hubiera dotado a su Batman de dolores físicos y espirituales, de un amor desgraciado y finalmente de una soledad absoluta que le convirtieron en víctima de sus principios.
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Joker imaginado por Todd Phillip (que según sus palabras, no tiene relación alguna con ningún cómic) baila para expiar la muerte y la posibilidad de matar. Lo hace, entre temblores y el cuerpo rígido por la excitación del primer gran acto de expiación del asesinato. ¿Podría existir un personaje semejante sin el Joker de Ledger, que se definía a sí mismo como un perro que perseguía automóviles?
En la actualidad, el cine de superhéroes es el gran protagonista del mundo del cine y probablemente, lo será por varías décadas más. Lo es, por su capacidad para reflejar ciertas pulsiones misteriosas e invisibles de la historia colectiva, a través de símbolos directos sobre la identidad como parte de la cultura contemporánea.
Y parte de esa mutable capacidad para reflejar lo que se esconde en la penumbra del alma humana, se lo debe el género a Christopher Nolan y su inquebrantable decisión de traer al mundo real a los grandes héroes de la imaginación. Quizá uno de los aportes más asombrosos del director a la singular filosofía cinematográfica actual. Con su estilo sobrio, inquietante y en especial, con su capacidad para crear monstruos de rostros humanos, Nolan logró crear una vanguardia en el género que ahora vive su mejor momento y que demuestra que jamás se puede subestimar el valor de lo simbólico en cine. Una lección de enorme importancia.