Ant-Man y la Avispa: Quantumanía, dirigida Peyton Reed, comienza por dejar dos cosas claras. Una es que Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) ocultó información al regresar del Reino Cuántico. Tanto como para omitir el crucial detalle de que tuvo un enfrentamiento directo con Kang, el Conquistador (Jonathan Majors), al que llama Nath (por Nathaniel) con familiaridad.

La revelación muestra, además, un adelanto de lo que será el escenario central de la cinta. El mundo subatómico es ciencia ficción pura en el ámbito del cine de superhéroes. Ya no se trata del sitio borroso y sin detalles que se adivinó en las dos películas anteriores de Ant-Man. Este es un espacio habitado y con sus propias reglas, edificios de aspecto intergaláctico y criaturas nativas, en algunos casos con piel traslúcida. 

No obstante, el guion da un giro y se enfoca en el segundo punto que considera importante resaltar. Scott Lang (Paul Rudd) no es la figura humilde que solía ser. En esta ocasión, conoce su importancia en la hazaña de traer a la mitad de la población del universo de vuelta a la vida. Convertido en una celebridad viral, tiene un pódcast popular y un libro recién publicado, concede entrevistas y profundiza en su versión sobre el blip. Una forma de indicar que todo ha cambiado en Ant-Man y la Avispa: Quantumanía y que el superhéroe es un hombre distinto.

El guion de Jeff Loveness imita el tono jocoso de las anteriores entregas una vez que el protagonista hace su aparición. Pero, sin la premisa del hombre corriente con capacidades asombrosas que aprende de ellas por accidente, el humor flaquea y deja de sostener la narración. Ya había ocurrido en Ant-Man y la Avispa; en el mejor de los casos, entretenida. Sin embargo, Peyton Reed ahora tiene verdaderas dificultades al unir los dos tonos que, al principio, dividen a la trama. 

Ant-Man y la Avispa: Quantumanía

Ant-Man y la Avispa: Quantumanía está más interesada en explorar a su villano que a su héroe. Lo que termina por narrar una historia llena de altibajos y contradicciones. Con Scott Lang convertido en secundario de su propia trilogía, la película falla en cerrar su premisa principal y decae hasta una conclusión abierta y confusa. Por si eso no fuera suficiente, el formidable apartado visual no logra compensar el guion débil y la evidente falta de dirección en la historia. Como comienzo de la quinta fase de Marvel, la cinta resulta decepcionante y muy cercana al primer gran fallo de la saga en su larga historia de triunfos.

Puntuación: 3 de 5.

Dos mundos en uno, el dilema de Ant-Man y la Avispa: Quantumanía

A un extremo están los secretos de Janet y lo que implican. Al otro, el intento de Scott de ser un buen padre para Cassie (Kathryn Newton) y sostener una relación romántica con Hope (Evangeline Lilly). Buena parte de los primeros diez minutos de Ant-Man y la Avispa: Quantumanía tienen algo de comedia familiar. El director se apresura a relatar que, en adelante, el amor filial será un elemento a tener en cuenta. 

Pero el breve preámbulo es casi prescindible. De hecho, buena parte del primer tramo lo es. Un problema que se repetirá en un argumento artificialmente extenso, con mucho que mostrar y poco que contar. Lo realmente esencial ocurre cuando Cassie comienza a trabajar junto con Hank Pym (Michael Douglas). Ambos intentan profundizar en las propiedades del Reino Cuántico sin tener que volver, algo a lo que Janet se opone.

Casi por accidente, la adolescente logra crear un dispositivo que, junto con las partículas Pym, se convierte en un portal al mundo subatómico, que acaba por absorber a Hank, Janet, Hope, Scott y Cassie. Lo que lleva al largometraje a su segundo tramo, el más importante y, al final, el único que destaca en la inconsistencia de la historia central. 

Un territorio asombroso que no se muestra lo suficiente

Si algo sorprende de Ant-Man y la Avispa: Quantumanía es el riesgo que toma al mostrar un territorio por completo nuevo. Marvel construye un lugar con reglas propias y, al menos a nivel visual, cumple con su cometido de hacerlo interesante. El atractivo del Reino Cuántico se basa en la variedad. Un paisaje con estructuras que van desde edificios flotantes, coronados con arcos giratorios, hasta puntas cristalinas que se elevan en vertical. 

El guion también incluye a sus singulares habitantes, que para el poco tiempo que ocupan en pantalla son conmovedores. Quaz (William Jackson Harper) muestra los efectos que el mundo subatómico puede tener. Jentorra (Katy O’Brian) es, quizá, el añadido más carismático al elenco. Sin olvidar a Lord Krylar (Bill Murray), que, en realidad, solo parece ser una personalidad petulante que permite mostrar los rincones más recónditos del nuevo paisaje.

Incluso hay un momento para Darren Cross (Corey Stoll), Yellowjacket en la historia original, que regresa como M.O.D.O.K., otro villano clásico. Una cabeza flotante, muy semejante a su versión en cómic, con varias de las líneas más hilarantes del argumento. Pero su participación es solo una referencia intrascendente. Lo mismo podría decirse de cada encuentro de los personajes y las explicaciones sobre detalles científicos, mezclados entre sí sin verdadero objetivo.

Ant-Man y la Avispa: Quantumanía

El recorrido por el Reino Cuántico parece parte de una experiencia incompleta. Ant-Man y la Avispa: Quantumanía nunca se detiene lo suficiente a explorar, profundizar o hacerse preguntas realmente importantes sobre sus premisas básicas. ¿Cuál es el objetivo de Kang? ¿Cómo afecta cada cosa que pasa en ese nivel de la realidad al resto? La dirección de Peyton Reed confunde lo dinámico con lo apresurado. Lo que termina por convertir al largometraje en un viaje veloz entre docenas de escenas y sucesos distintos sin conexión aparente. 

Un enemigo formidable para Ant-Man y la Avispa: Quantumanía

Sin duda, el punto más firme del guion es Kang, el Conquistador. Jonathan Majors interpreta al villano de la quinta y sexta fase del Universo Cinematográfico de Marvel con una grandilocuencia parecida a la de un emperador. La variante de El que permanece influye en cada cosa que ocurre en el mundo subatómico y, aunque no se nombra a sí mismo rey, es lo más cercano a serlo. También tiene pleno conocimiento de los viajes en el tiempo y, ahora, entre universos.

La presencia de Kang es contundente. En cada uno de los enfrentamientos con el equipo de superhéroes que intenta contenerlo es notorio su frío dominio del poder. El guion lo explora con tanto cuidado como Avengers: Infinity War lo hizo con Thanos. Lo que hace evidente que está en plena evolución a un personaje que se hará más relevante. Uno que no cree que sus acciones sean malignas. En vez de eso, las relaciona con su conocimiento total del presente y el futuro.

Scott Lang y Kang, el conquistador

Varias de las escenas más interesantes de Ant-Man y la Avispa: Quantumanía están relacionadas justamente con la percepción que Kang tiene de sí mismo. Su sabiduría procede no de la experiencia, sino de su forma de explorar el tiempo. Esa influencia es la que hace que el Reino Cuántico sea su hogar natural. Scott termina por comprender, lo mismo que Loki en la serie que lleva su nombre, que este es un enemigo invencible.

Que su decisión de conquistar cada universo es inevitable porque ya ocurrió. Conoce el sentido de las probabilidades, que aprendió de la vida y muerte de algunas de sus variantes. De modo que solo es el primer paso hacia una figura más temible, que apenas muestra parte de su fortaleza.

Al final, cualquier camino lleva a un enemigo temible

La tercera parte de Ant-Man no tiene la suficiente solidez para ser la puerta a una fase cinematográfica basada en conceptos que debió presentar y no lo hizo. Pese a sus esfuerzos, el guion se queda corto en lo que detalla. Es blando, lleno de inconsistencias y contradicciones. No hay explicación de los planes inmediatos de Kang, más allá de sus deseos de dominación multiversal.

Kang, el conquistador, en Ant-Man y la Avispa: Quantumanía

Tampoco del sentido del Reino Cuántico como corredor de líneas temporales y realidades. Mucho menos, la manera en que se resolverá el final abierto  — uno de los pocos de Marvel —  y hacia dónde conducirá a sus protagonistas. Todo se enlaza en propuestas que se quedan a medias y en explicaciones insatisfactorias de planes futuros.

Con dos escenas poscréditos que demuestran que la película está más interesada en su villano, Ant-Man y la Avispa: Quantumanía es frustrante. Por necesidad, debería abarcar una cuarta parte o, al menos, una explicación en cualquier otra trama sobre qué ocurrirá a continuación.

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Aunque la película sí termina por mostrar un hecho. Esta no es la historia  —nunca lo fue—  de Scott Lang. En realidad, es la de Kang y sus planes. Quizás, el único punto realmente bien desarrollado en medio de esta combinación poco acertada de temas, tópicos y giros argumentales.

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