El superhéroe más diminuto y, a la vez, más gigantesco de entre todos los que podemos encontrar en la factoría de Marvel regresa acompañado para su tercera aventura en el UCM, primera continuación de los filmes que protagoniza, y nuevamente de la mano del director Peyton Reed.Es muy posible y, así, en absoluto un disparate salido de la mente de algún analista febril que, de cuantos cineastas en jefe se han involucrado en el proyecto colosal de cine que han acabado trayendo las adaptaciones conjuntas de los cómics marvelitas, el de Ant-Man (2015) y Ant-Man y la Avispa (2018) resulte el que mejor parado ha salido. No porque la suya sea la labor más sobresaliente ni porque sus dos filmes hasta el momento se hayan revelado como los más relevantes —oh, no, ni por asomo— o los más conseguidos; la triste razón de esto no es otra que la muy lamentable filmografía de Reed en la gran pantalla prácticamente hasta que le escogieron para dirigir las peripecias del hombre-hormiga, tras un cuarto de siglo de carrera como realizador, que se dice pronto.

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De rodar documentales para los extras en las ediciones de la trilogía de Back to de Future (1985-1990) y Forrest Gump (1994), las cuatro películas de Robert Zemeckis, episodios de series y un par de filmes para televisión, pudo ocuparse de su primer largo para salas comerciales, la comedia adolescente Bring It On (2000), un relato estomagante con Kirsten Dunst y Eliza Dushku y la importancia de un corcho de botella flotando en mitad del océano Pacífico; luego nos lanzó el decepcionante e histriónico romanticismo de Abajo el amor (2003) protagonizado por Renée Zellweger y Ewan McGregor, la comedia dramático-romántica The Break-Up (2006), con Jennifer Aniston y Vince Vaughn y siempre en la cuerda floja; y ese otro vehículo de lucimiento exageradamente inverosímil para el eficaz Jim Carrey que es la cómica Yes Man (2008). Viendo estas películas, lo que a uno le queda bien claro es que a Reed le interesa el humor y el romance superficiales, y que no parecía tener ni un poquito de lo necesario para dar pie con bola a menudo.

Y no cabe duda de que habría seguido con su frívola y destartalada trayectoria, la de la chatarra cinematográfica de consumo rápido, ver y olvidar a los cinco minutos, si los superhéroes de Marvel no se hubiesen cruzado en su camino. Pues no hay discusión acerca del hecho de que sus dos aportes al UCM son lo más decente que ha estrenado hasta el día de hoy, y no podía ser de otro modo porque la productora de Kevin Feige cuenta con una línea y unos estándares de calidad para la saga que, por fortuna, se empeña en mantener a toda costa; y Reed **ha cumplido con su encargo tan sorprendentemente bien que ahora podemos descubrir en Ant-Man y la Avispa su mejor filme** hasta la fecha; nada del otro jueves en realidad, pero sí un disfrute que implica un auténtico logro para él pues no daba la impresión de aspirar más que a arrumbarse en el estercolero más inhóspito de la historia del cine.ant-man y la avispa crítica

Y el director de Carolina del Norte lo ha conseguido sin abandonar sus intereses, puesto que en la vigésima película del UCM, que es tan ligera como su predecesora y muchísimo más que la destructiva *Avengers: Infinity War* (Joe y Anthony Russo, 2018), concurre todo el humor que esperaríamos de sus propuestas cinematográficas y de Marvel Studios, y por añadidura, un romance creíble pero con menos chicha que un hueso roído por un ave de rapiña hambrienta. Por supuesto, los ingredientes de la historia y el tono del filme también son responsabilidad de los guionistas, entre los que solamente repite el principal actor, Paul Rudd (Friends): del conocido cineasta Edgar Wright (*Baby Driver), Joe Cornish (Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio) y Adam Mckay (La gran apuesta), pasamos a Chris McKenna y Erik Sommers (Jumanji: Bienvenidos a la jungla) en su segunda aportación a la saga de Marvel tras Spider-Man: Homecoming (Jon Watts, 2017) y a Andrew Barrer y Gabriel Ferrari (Die in a Gunfight), que han escrito y modificado el libreto por parejas con la intervención de Rudd.

Entre los cinco y con Reed al mando han vuelto a construir la que puede ser considerada la otra nimiedad del UCM tras Ant-Man*, tal vez mayor porque los villanos a los que se enfrentan los protagonistas son de una entidad y peligro verdaderamente escasos y, así, las consecuencias de sus pretensiones y la lucha contra ellos carecen de la gravedad alarmante que se le atribuye a otros en la saga, sobre todo si se nos ocurre alguna comparación con el dichoso Thanos, el Guantelete y su catastrófico chasquido de dedos. No obstante, si los seguidores querían saber dónde diablos estaba Ant-Man mientras los Vengadores se veían las caras con el titán loco, cuando se zampen este filme obtendrán la respuesta.

Pero incluso en las pequeñeces puede haber algo de lucimiento, y Ant-Man y la Avispa supera a la película antecedente porque las coreografías de acción, en persecuciones espectaculares y cuánticos enfrentamientos, se revelan de una imaginación agraciada y una complejidad superior a lo visto antes, y en ellas se aprovechan estupendamente, sin desperdicio ninguno, todas las posibilidades de la reducción de tamaño y los agigantamientos, además de otros poderes imprevistos que las enriquecen en mayor medida. Y si queremos establecer algún paralelismo curioso, podríamos decir que el mundo cuántico que nos enseñan es una particularidad de las películas sobre Ant-Man sólo comparable a las dimensiones entre las que viaja el *Doctor Strange* (Scott Derrickson, 2016) y, en concreto, la oscura de Dormammu.

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El compositor Christophe Beck (Buffy, la cazavampiros), acostumbrado a encargarse de la banda sonora de filmes de pacotilla, nos entrega una partitura eficiente pero en ningún momento memorable. Y el reparto que encabeza Paul Rudd como Scott Lang actúa con la profesionalidad que se espera de ellos pero sin la brillantez que tampoco les permite el guion, desde Evangeline Lilly (Perdidos) interpretando a Hope van Dyne, una Avispa que refuerza lo suyo las secuencias de acción; el veterano Michael Douglas (Shining Through, Un día de furia, The Game) como el doctor Hank Pym, Walton Goggins (*Los odiosos ocho) en la piel de Sonny Burch, Michelle Pfeiffer (La edad de la inocencia, What Lies Beneath, I Am Sam) como Janet van Dyne, Hannah John-Kamen (Ready Player One) encarnando a Ava Starr, Lawrence Fishburne (El color púrpura, Matrix, Mystic River) como el doctor Bill Foster, Randall Park (Veep) como el agente Jimmy Woo o Abby Ryder Fortson (Transparent*) dando vida a la pequeña Cassie Lang.

Pero es el excéntrico personaje de Luis, en cuyos zapatos se mete Michael Peña (Million Dollar Baby), el que propicia las escenas más disparatadas, alguna secuencia chusca y propia de otro tipo de filme cómico y coloca el humor a veces no lejos de despeñarse por un barranco con su verborrea incontenible y casi empachosa. Ello dentro del buen ritmo de que Reed ha sabido dotar a la película, que se pasa volando en una continua diversión y aún no estamos seguros de si nos dejará tan poco poso como la primera.

Conclusión

Ant-Man y la Avispa nos hace pasar un rato muy entretenido, en las antípodas de la hecatombe causada por la villanía universal de Thanos y, de ese modo, supone cierto alivio cómico en la saga que, no solamente no dura mucho, sino que tal vez tampoco quedará demasiado tiempo en nuestra memoria.

Pros

  • Que es la mejor película de Peyton Reed hasta la fecha.
  • El buen ritmo del que el director ha dotado a la película.
  • Que las coreografías de acción son imaginativas y complejas y aprovechan muy bien las posibilidades de los cambios de tamaño.
  • Lo que refuerza la Avispa las secuencias de acción con su presencia.
  • Que se pasa volando en una continua diversión.

Contras

  • Que el romance tiene menos chicha que un hueso roído por un ave de rapiña hambrienta.
  • Que los villanos son de una entidad y peligro verdaderamente escasos.
  • La banda sonora eficiente pero nunca memorable de Christophe Beck.
  • Que el personaje de Luis (Michael Peña) coloca el humor a veces cerca de despeñarse con su verborrea incontenible.
  • Que uno no está seguro de si nos dejará tan poco poso como la primera película.