Edgar Wright nos ha entregado su mejor película hasta la fecha, una obra de acción vívidamente musicalizada que hará las delicias de todo espectador melómano que se precie.Si algo se puede constatar sobre este director británico es que su trayectoria ha sido ascendente sin baches de forma indiscutible, no sólo en cuanto a su prestigio entre el público y su consideración como cineasta por parte de la industria, sino también en lo que se refiere a la calidad de sus filmes, con Baby Driver (2017) en lo alto ahora mismo, y que ha ido trasladando sus intereses desde la parodia absurda y atolondrada hasta la narración más seria, minuciosa y pulida en sus seis largometrajes actuales. Comenzó con **A Fistful of Fingers (1995), un western paródico de presupuesto risible que señala hacia Per un pugno di dollari (Sergio Leone, 1964), traducido en inglés como A Fistul fo Dollars, y al pistolero sin nombre encarnado por Clint Eastwood en la trilogía a la que da inicio.

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Esta opera prima se puede considerar una enorme tontada más que otra cosa pero, en verdad, ya se observan conatos de la energía y la imaginación visual que Wright ha podido demostrar más tarde. Tiempo después siguió con su primera película de culto, **Shaun of the Dead (2004), nueva caricatura, de los apocalipsis zombi en este caso, en la que se percibe que aún necesita lustrar un poco sus guiones pese a su ágil planificación. Como en la siguiente, Hot Fuzz (2007), que remeda con humor las buddy films policiacas que tanto se han prodigado en el cine de Hollywood desde los años ochenta del siglo veinte.

Luego llegó su segundo filme de culto y el primero al que no se le puede poner una sola tacha lo suficientemente grave como para echarlo abajo, Scott Pilgrim vs. the World (2010), adaptación de la novela gráfica de Bryan Lee O’Malley con un brío y un convencimiento apabullantes. Y cerró su Trilogía del Cornetto con The World’s End (2013), como su propio nombre indica y tal como muestra sin contemplaciones, se trata de una parodia del fin del mundo, la última del director hasta el momento, provocado por una invasión extraterrestre, en la que vemos que ha aprendido a estabilizarse en la cuerda floja de su humor popular.

Pero no hay ninguna cuerda floja en Baby Driver** porque Wright se ha subido muy cerca de lo alto de la carpa circense en la que se desarrolla su nuevo espectáculo cinematográfico, y no hay duda alguna que merece la pena acomodarse en la grada que rodea la pista para contemplar lo que ha conseguido con él.baby driver

Lo primero que llama poderosamente la atención en el filme, y salta a la vista de cualquier espectador sin espabilo indispensable, es que la banda sonora no sirve sólo para conducir o apuntalar las emociones que Wright quiere provocarnos en cada escena, sino que se yergue como un elemento condicionante del modo en que evoluciona gran número de secuencias y no al revés, hasta el punto de que da la impresión de que las mismas se mueven según las canciones que escuchamos, como en los musicales; y con un buen gusto reconocible, todo hay que decirlo: la selección abarca desde las melodías de James Brown, Barry White, The Beach Boys o Edith Piaf hasta Queen, R.E.M., Kiss o Aretha Franklin. Pero decir cuáles en esta tesitura sería prácticamente un spoiler; tal es la importancia de la música en Baby Driver.

Si ya hemos hablado sobre el vigor y la inventiva visual con los que Wright planifica su cine, no es que aquí estén simplemente exacerbados, sino que su nivel de elaboración se multiplica gracias a la preeminencia y la sustancia de la banda sonora. Y no es lo único que sobresale: los diálogos tienen chispa, ese ingenio de lo que fluye con naturalidad y en los monólogos de los personajes listillos que hablan por no cerrar la boca, que analizan a otros sin que nadie se lo haya pedido o que relatan una historia que, lo quieran o no los demás, resulta atractiva; y las secuencias de persecución en automóviles son las mejores que hemos visto en los últimos tiempos.

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Ansel Elgort, más conocido por interpretar a Caleb Prior en la saga de Divergente (Neil Burger, Robert Schwentke y Lee Toland Krieger, 2014-2018), es un más que correcto Baby, al que rodean actores de la categoría de Jon Hamm (Mad Men) como Buddy, Jamie Foxx (Collateral, Ray) como Bats o, sí, Kevin Spacey (American Beauty, House of Cards) como Doc, cuya sola presencia ya justificaría el visionado del filme, si bien no se le aprovecha todo lo que se podría; además de Jon Bernthal (The Walking Dead) como Griff, Eiza González como Darling o el poco conocido CJ Jones como Joseph; y hace una buena pareja con Lily James (*Downton Abbey), que encarna a la encantadora Debora.

*Lo único que le falta a Baby Driver, y no se trata de ningún tontería, es una mayor enjundia y profundidad en los personajes que encabezan el cartel y exprimir al máximo su enfrentamiento, llegando más allá de a donde llega. Pero que no vacile nadie al elegir esta película frente al taquillero de los cines para sentarse a disfrutarla en sus salas de proyección, pues es, como mínimo, una de las películas de la temporada, la última de un director de culto, con un ritmo envidiable, una intriga criminal que engancha rápidamente, unas secuencias de acción que satisfacen al más pintado** y un repertorio musical de órdago. Si estas no son razones suficientes para verla, apaga y vámonos.

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Conclusión

Los seguidores del director Edgar Wright no pueden perderse Baby Driver bajo ningún concepto pero, por la lucidez con la que está elaborada su compleja composición, tampoco el resto de los espectadores. Y es que tanto los melómanos como los cinéfilos estamos de enhorabuena.

Pros

  • La preeminencia trascendental de la banda sonora.
  • El vigor, el buen ritmo y la inventiva visual del director Edgar Wright.
  • La chispa, el ingenio y la naturalidad de los diálogos.
  • Las estupendas secuencias de acción y de persecución en automóviles.

Contras

  • La posibilidad de una enjundia y profundidad mayores en los personajes.
  • Que no se exprime al máximo el enfrentamiento.
  • Que no se le aprovecha a Kevin Spacey todo lo que se podría.

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