Adonis, interpretado de nuevo por Michael B. Jordan, recorrió un largo trecho y se convirtió en el campeón mundial de peso pesado. El boxeo no es un deporte sencillo y necesita mucho más que práctica para lograr ser reconocido. Algo en lo que se hace énfasis desde las primeras escenas de Creed III, que también es dirigida por el actor.

La película toma la decisión de explorar en cómo el deporte está íntimamente relacionado con la lealtad y la grandeza de los ideales. Aunque pudiera parecer un enfoque sensiblero, en realidad se trata de un homenaje sutil a la franquicia de la cual procede. Rocky Balboa de Sylvester Stallone es parte de la historia del cine por su capacidad para simbolizar la esperanza en la adultez. Por lo que no sorprende que Creed III encuentre su inspiración en la postura sobre el impulso de bien o la honestidad en un hombre íntegro. 

Sobre todo cuando el también director Michael B. Jordan toma la decisión acertada de explorar en el personaje de Adonis como núcleo de varias historias. La película comienza con un flashback al año 2002, cuando el todavía adolescente se cuestionaba la necesidad de seguir los pasos de su padre. La inquietud no parecía solo relacionada con su capacidad para boxear, sino con ser un ejemplo de la manera en que Apollo Creed lo fue. El guion de Zach Baylin y Keenan Coogler hace una revisión del origen del impulso de lucha. También de su reverso oscuro.

Creed III

La película de Michael B. Jordan es un homenaje al deporte que profundiza en los ideales como centro de toda motivación. También en la historia personal de sus protagonistas como inspiración para las grandes luchas que enfrentarán dentro y fuera del cuadrilátero. El debut como director del conocido actor, se sostiene sobre un respeto notorio por la saga de la cual proviene su película. Lo que hace más inexplicable la ausencia de una de sus figuras más emblemáticas. La contradicción provoca algunos baches de guion que, sin embargo, resultan escasos en comparación con su capacidad para emocionar y conmover.

Puntuación: 3.5 de 5.

Las batallas silenciosas de Creed III

A través de la figura de Dame Anderson (Spence Moore II en su juventud / Jonathan Majors como adulto), una promesa del deporte malograda, el argumento avanza desde su amistad de juventud con Adonis hasta su futuro encuentro en la arena. Entre ambas cosas, la película está más interesada en las batallas morales que en las simbólicas. Creed III evita convertir a sus protagonistas en emblemas de lo ético y opta por darles una profunda humanidad llena de luces y sombras.

A medida que avanza la trama, y en particular en su segunda mitad, conduce a un enfrentamiento inevitable. También a sus momentos más irregulares. Como director, Michael B. Jordan hace énfasis en escenas silenciosas que se alargan en un intento de expresar introspección. Pero, en ocasiones, tiene dificultades para narrar visualmente el mundo de los entrenamientos, la actividad física y la energía imprescindible para Creed III.

Dos hombres y un destino

La vida adulta de Adonis y Dame no puede ser más distinta. El personaje de Michael B. Jordan es un hombre triunfador, padre y esposo. Retirado en su momento de gloria, ahora está más interesado en entrenar que en recordar sus victorias pasadas. El relato atraviesa su serena madurez para brindarle la oportunidad de ser un hombre capaz de inspirar a otros. Gradualmente, se concentra en la idea de la evolución espiritual y mental como parte del contexto de la narración. 

Por su parte, Dame acaba de salir de la cárcel y es un hombre resentido. Aunque el guion evita que sea solo el rencor lo que lo impulse. El ex boxeador conoció la autorrealización en el cuadrilátero, por lo que su decisión de volver y lograr el mayor éxito posible es un tema más complejo que la ambición, la codicia o la envidia por los logros de Adonis.

Es también un reencuentro con el adolescente que fue, con la figura prometedora, que estuvo a punto de alcanzar un tipo de triunfo que nunca había experimentado. Una esperanza que hizo más dura su posterior derrota. Creed III construye con buen gusto y sutileza el recorrido de esta figura lóbrega que Jonathan Majors interpreta con efectividad y sin recurrir a la caricaturización.

De hecho, Creed III desarrolla a sus personajes tanto dentro de los tópicos del drama deportivo como fuera de ellos. Dame es insistente en su necesidad de cumplir sueños frustrados, dejar atrás la cárcel y recomenzar su carrera como luchador profesional. Durante buena parte de su juventud, fue testigo de la manera en que Adonis le superaba y se convertía en todo lo que alguna vez deseó alcanzar. De modo que, para el guion, no se trata de solo un enfrentamiento de dos deportistas dotados. También es un repaso por dos formas distintas de ver la vida y cómo las decisiones —buenas o malas— definen las aspiraciones.

Michael B. Jordan en Creed III

Creed III es una lucha de titanes

El debut en la dirección de Michael B. Jordan es convincente y bien construido. A pesar de que la diferencia de Creed III con sus predecesoras, dirigidas por Ryan Coogler, es obvia. El actor y realizador está más interesado en el mundo interior de los personajes que en el deportivo. Esto influye en su punto de vista sobre los entrenamientos y las cada vez más duras peleas. La cámara carece, en ocasiones, de precisión al mostrar la vitalidad de los movimientos. Especialmente cuando avanza entre gimnasios, sesiones de entrenamiento y aquello que sucede en el cuadrilátero. 

No obstante, la película se sostiene bien al profundizar en sus protagonistas y motivaciones antes de su encuentro definitivo. La confrontación termina por ser una versión sobre el bien y el mal mundano, pero no por eso menos emocional. Asimismo, una que hace de los deportistas la conclusión de un largo camino de esfuerzos, sueños rotos y sufrimiento.

No obstante, se echa de menos la figura de Sylvester Stallone, que se negó a participar en Creed III. Rocky Balboa es insustituible como mentor bienintencionado, pero, más que eso, como figura que une la película a los proyectos que la precedieron. Su ausencia es notoria y el argumento no se esfuerza en explicar el motivo. De hecho, el nombre de Rocky no se menciona en ninguna ocasión, algo que resulta incluso incongruente. ¿Adonis olvidó por completo al hombre que le ayudó a encaminar sus esfuerzos como él lo hace ahora con otros?

No hay respuestas para este fallo argumental inmenso. Tampoco para el comportamiento final de Dame, que contradice buena parte de aquello en lo que insistió durante toda la película. A pesar de ello, Creed III logra construir un relato fresco para una saga que ya acumula nueve películas. Un logro que el largometraje celebra con una escena de cierre dedicada a los nostálgicos y que resulta conmovedora al captar la esencia de Rocky, origen de todo lo que relató.

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