A los cortos no se les ha hecho demasiado caso desde que las sesiones del cine comercial se centran en los largometrajes, y costumbres como la de Pixar, que incluye una historia breve antes de la proyección de cada una de sus pelis, son muy de agradecer. Tanto como Love, Death and Robots (Tim Miller, desde 2019), una de las series de Netflix más particulares que podemos encontrar en su catálogo nutrido.
Porque este formato de antología con relatos fugaces de animación no se estila en absoluto, y nos sirve para conocer a cineastas del género a los que, de otro modo, es muy fácil que nunca les prestásemos atención ni aunque les nominaran a premios como los Oscar. Sí, Disney Plus también dispone de SparkShorts (2019-2020) y Circuito de cortos (2020), pero su concepto es diferente.
Al contrario que estas dos últimas recopilaciones, Love, Death and Robots ha sido concebida como una unidad temática, un conjunto genérico en el que se repiten sus ingredientes. Al igual que el ultrarrealismo animado —con “Lucky 13” (1x13) en la cúspide de este rasgo impresionante— de ciencia ficción y fantasía para adultos, con captura de movimiento y sin melindres en cuanto al gore, en buena parte de los cortos, lo que nos recuerda a su pionero más destacado: “El último vuelo de Osiris”, dirigido por Andrew R. Jones, de la antología Animatrix (2003).
No obstante, también hay animación tradicional en el mismo tono, digitalizada con un diseño simpático o casi a lo A Scanner Darkly (Richard Linklater, 2006), stop motion e incluso una combinación de imágenes reales y composiciones animadas.
Los talentos detrás de ‘Love, Death and Robots’
A la cabeza de esta ensalada vistosa para la serie de Netflix está el mencionado Tim Miller, un cineasta nacido en Maryland que se curtió gracias a cortos animados como los fallidos Aunt Luisa (2002), con Paul Taylor, Rockfish (2003) e Iron Man, Hulk and Spider-Man (2006), el gracioso The Goon (2008) según el cómic homónimo de Eric Powell, el posibilista DC Universe Online (2010) y el mocho Halo 4: Scanned (2012).
Su salto a la palestra vino con la hilarante película Deadpool (2016), a la que siguió la infravalorada Terminator: Destino oscuro (2019). Y pocas dudas podemos albergar de que ha contado con animadores talentosos para los veintiséis cortometrajes que suman las dos temporadas de Love, Death and Robots. Aunque ninguno se revela como una genialidad.
Desde el barcelonés Víctor Maldonado, realizador de la premiada Nocturna (2007) junto con Adrià García, pasando por la coreana Jennifer Yuh Nelson, responsable de Kung Fu Panda 2 (2011), su secuela (2016) y Mentes poderosas, y el polaco Damian Nenow, autor con Raúl de la Fuente de la también galardonada Un día más con vida (2018), hasta el estadounidense Dave Wilson, que luego ha estrenado el largo Bloodshot (2020).
Lo más destacado de la primera temporada
Gracias a la contribución de tales artistas y sus compañeros, la serie de Netflix pivota entre interesantes propuestas como “Three robots” (1x02) y “Shape-Shifters” (1x10) y disparates a lo “Ice Age” (1x17), que nos trae a la memoria un tramo del episodio “Treehouse of Horror VII” (8x01) de Los Simpson (James L. Brooks, Matt Groening y Sam Simon, desde 1989).
Además, Love, Death and Robots se luce con giros muy decentes en “Sonnie’s Edge” (1x01), “The Witness” (1x03) y “Beyond the Aquila Rift” (1x07) o locuras como “Alternate Histories” (1x17); nos ofrece una historia prometedora pero mal rematada como “When the Yogurt Took Over” (1x06) y algunas que, si no tienen un núcleo que sobresalga, sí al menos una realización estupenda, como “The Secret War” (1x18).
Los cortos del segundo volumen
Su segunda temporada se inicia con el entretenimiento satírico de “Automated Customer Service” (2x01), cuyos conceptos conocemos por WALL·E (Andrew Stanton, 2008) o cualquier narración cinematográfica con una premisa de fondo similar a la de Terminator (James Cameron, 1984), Matrix (Lilly y Lana Wachowski, 1999), Yo, robot (Alex Proyas, 2004) y compañía.
El tradicional “Ice” (2x02) nos regala un llamativo trabajo de formas y coloraciones; “Pop Squad” (2x03), una distopía futurista con un buqué a Blade Runner (Ridley Scott, 1982) para el cortometraje de mayor interés en propuesta y desarrollo de esta temporada; y “Snow in the Desert” (2x04), un buen golpe de efecto y la confirmación de que le han bajado las revoluciones a los detalles para adultos en Love, Death and Robots.
“The Tall Grass” (2x05), una animación pictórica, aunque no con los hermosos modales difusos de Aleksandr Petrov (El viejo y el mar), para un digno cuentito de terror; y “All Through the House” (2x06) y su agradecida stop motion, el asombro alucinante hasta la risa nerviosa que hubiese logrado H. P. Lovecraft si hubiera querido escribir una historia navideña.
“Life Hutch” (2x07), narrado in media res con flashbacks, unas transiciones valiosas pero no un cierre muy lúcido; y “The Drowned Giant” (2x08), la animación más ultrarrealista en la segunda temporada de esta serie de Netflix, lo que era necesario por los elementos corporales en los que este reflexivo corto se enfoca. ¿Qué nos brindará la antología de Love, Death and Robots en el futuro?