Hay un buen grupo de películas que se pueden considerar icónicas por una u otra razón: el enorme triunfo en taquilla del que gozaron y su influencia en varias generaciones de cinéfilos, su estética resultona o alguna escena, frase elocuente del guion, melodía o personaje muy recordados. Toda persona que ama el cine puede referirse a no pocos de estos elementos sin nombrar la obra y quienes le escuchan saben de la que está hablando. Tal estatus no se consigue solamente con la fama; el factor llamativo e inolvidable es fundamental para el icono. Y no cabe duda de que icónica es la trilogía de Matrix, realizada con irrepetible lucidez por las hermanas Wachowski cuando a Lana y Lilly aún se las conocía como Larry y Andy, entre 1999 y 2003.

El primero de los tres filmes recaudó 463 millones de dólares en la taquilla planetaria, septuplicando lo que tuvieron que desembolsar Village Roadshow Pictures, Silver ídem y la Warner Brothers para la producción —63 millones—, y se alza como el más exitoso de su año entre los que la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA) no recomienda para menores de edad. El ochenta y ocho por ciento de las 147 críticas revisadas por Rotten Tomatoes lo elogian sin cortarse demasiado, y el mayor consenso se refiere a que, “gracias a la visión imaginativa de los Wachowski, Matrix es una combinación inteligente de acción espectacular y efectos especiales innovadores”, lo que parece bastante reduccionista porque no valora el gran acerbo cultural que entraña.

matrix 20 años
Warner Bros.

Pero la más taquillera de la trilogía fue Matrix Reloaded, con 742 millones de dólares ingresados y "tan solo" 150 de presupuesto, de modo que muy, muy cerca estuvo de quintuplicarlo, pero sí repitió en 2003 la posición envidiable con respecto a la taquilla de los filmes no recomendados para menores de la primera. Las 245 críticas que revisó Rotten Tomatoes arrojaron un 63% de felicitaciones, con el siguiente comentario común: “A pesar de que sus temas principales suponen un alejamiento de su predecesora, Matrix Reloaded es una digna secuela repleta de emociones palomiteras”. Sin embargo, más que alejarse de los asuntos decisivos de la anterior, uno puede defender que se trata de una expansión del universo en el que se desarrollan, pues la aventura original de su protagonista debe dirigirse a algún lado.

Si la segunda entrega se lanzó en marzo, el estreno de Matrix Revolutions como fin de la trilogía fue en noviembre de 2003, y la significativa bajada de la recaudación en los cines de todo el mundo concuerda con las malas evaluaciones de la crítica especializada. Con el mismo presupuesto que Reloaded, consiguió 420 millones de dólares, y Rotten Tomatoes asegura que sólo el 36% de los 214 análisis revisados son positivos, porque se trata de “una conclusión decepcionante de la trilogía, ya que los personajes y las ideas se quedan atrás frente a los efectos especiales”.

Se trata de ina visión muy injusta de la película; sobre todo teniendo en cuenta que, incluso habiendo llegado a las largas batallas finales, no se descuida el sustrato ideológico de la historia ni de sus héroes en absoluto.

Y entre Reloaded y Revolutions, en junio de 2003, nos regalaron Animatrix, una antología de cortometrajes de estilo anime que se ambienta en el cosmos narrativo de Matrix, con “El último vuelo de Osiris”, de Andrew R. Jones (Parallel), como el más destacado e impresionante de los nueve que la conforman. Sirven muy bien para complementar a la trilogía, y se detallan los orígenes de la matriz en las dos partes de Segundo renacimiento, realizado por Mahiro Maeda (Gankutsuou: El conde de Montecristo), que era lo único que se podía añadir para satisfacer por completo a los que se dejaron llevar por el asombro de la propuesta, que ofrece una trama de ficción científica de gran interés, la acción más sensacional que pueda imaginarse y varios ingredientes fascinadores de nuestra cultura.

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Warner Bros.

La trilogía de Matrix nos proporciona su propio argumento para una distopía postapocalíptica fruto de la rebelión de las máquinas, cuyo antecedente más obvio y conocido es el de la franquicia de Terminator (James Cameron y otros, 1984-2019), y de una realidad simulada, ya filosófica de por sí. Y no sería tan alucinante sin que las hermanas Wachowski lo combinaran en su guion con elementos que apuntan directamente al mito alegórico de la caverna que Platón expuso en el séptimo volumen de la República, la novela Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll, 1865), los conceptos bíblicos de los profetas que auguran la llegada de un salvador sacrificado, la clara personificación de entes de la informática y una pulcra e imaginativa estética ciberpunk.

Si a todo ello le añadimos una planificación visual esplendorosa —con guiños a Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995)—, unas coreografías de lucha que dejan sin respiración, la cálida pero enfermiza fotografía de Bill Pope (Baby Driver), la banda sonora imponente de Don Davis (House on Haunted Hill) y el impagable diseño de producción de Owen Patterson (V de Vendetta), lo que hay aquí es un espectáculo de primera categoría.

Con el añadido de que Matrix contribuyó a popularizar como ninguna otra película la técnica de rodaje del tiempo bala (bullet time) con John Gaeta y Manex Visual Effects, en la que se ralentizan mucho los movimientos más rápidos mientras la cámara se desplaza alrededor y modifica el ángulo desde el que vemos la escena. No por ningún motivo se llevó Matrix los cuatro premios Óscar a los que estaba nominada durante la ceremonia del año 2000: a mejor montaje, sonido, edición de ídem y efectos visuales.

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Warner Bros.

Los actores se defienden con su oficio, desde Keanu Reeves como Neo, Carrie-Anne Moss, encarnando a Trinity y Laurence Fishburne como Morfeo hasta Joe Pantoliano en la piel de Cypher, Monica Bellucci como Perséfone o Lambert Wilson dando vida a Merovingio. Pero el único que se beneficia de un personaje realmente carismático es ese intérprete fenomenal que ha demostrado ser Hugo Weaving, por el grandioso agente Smith, uno de los mejores villanos del cine, su histrionismo ocasional de caricatura y su elocuencia implacable. Él es la sabrosa guinda en Matrix y sus dos continuaciones, tres de las obras cinematográficas más icónicas de todos los tiempos.