La inmensa mayoría de los directores hacen sus pinitos en el cine con cortos, y hay una lógica perfecta en que sea así. La producción de largometrajes es muy costosa, y quienes los financian no van a poner su capital en un proyecto con alguien sin experiencia al frente. De forma que los cortos sirven, no ya solamente como prácticas, sino también para demostrarle al mundo la solvencia en pequeño formato de un cineasta que tal vez pueda tener un futuro promisorio con películas de mayor duración. Pero nada de esto quiere decir que los cortometrajes no sean obras artísticas con todas las de la ley, y no hay más que ver los que han realizado Jeff Gipson, Zach Parrish y Trent Correy y están disponibles en Disney Plus.
Los tres forman parte de la serie de antología animada Circuito de cortos, compuesta por catorce de ellos, cuya elaboración corrió a cargo de los estudios de Disney. A los tres cineastas les ha interesado siempre el cine de animación, desde cuando eran jóvenes espectadores hasta plantearse dedicarse a ello. La sirenita, Aladdín (John Musker y Ron Clements, 1989, 1992), Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009) y Del revés (Docter y Ronaldo del Carmen, 2015) son las películas favoritas de Jeff Gipson. La mencionada Aladdín fue “la obra esencial” de la infancia de Zack Parrish: “Es muy divertida, tiene acción y el Genio sigue siendo uno de mis personajes animados favoritos de todos los tiempos”, nos dice.
Y parece que Trent Correy fue un espectador muy entusiasta de niño, porque nos enumera de carrerilla diez largometrajes clásicos de Disney sin titubear ni un poco: desde Blancanieves y los siete enanitos (David Hand y otros, 1937), Pinocho (Hamilton Luske y otros, 1940), Dumbo (Ben Sharpsteen y otros, 1941), Peter Pan (Clyde Geronimi, Wilfred Jackson, Jack Kinney y Luske, 1953), La bella durmiente (Geronimi y otros, 1959) y Merlín, el encantador (Wolfgang Reitherman, 1963) hasta La Bella y la Bestia (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1991), Aladdín, El rey león (Roger Allers y Rob Minkoff, 1994) y Toy Story (John Lasseter, 1995).
Los cortos de Jeff Gipson, Zach Parrish y Trent Correy para Disney Plus
Etapas de la vida (2018) tiene mucho que ver con la relación que Jeff Gipson tenía con su abuela: “Pasaba los fines de semana en su casa. Después de la escuela, yo iba allí, y su casa era como otro miembro de la familia para mí”. Y recuerda que luego hubo una dura conversación tras la que su abuela tuvo que dejar su casa: “Y fue todo un shock, y sentí la casa vacía”, el lugar donde habían ocurrido tantas historias y que había albergado tanta vida. “Y me encantó la idea de contar cómo una casa se convierte en el hogar de una familia”. Porque tener una conexión emocional con lo que uno cuenta ayuda a contarlo, “lo que una gran historia nos hace sentir y que solo el arte puede expresar”.
Según explica Zach Parrish, fue “un largo viaje” llegar hasta la idea de Charcos (2019), pero en gran parte vino de su primer sobrino: “Verlo crecer y experimentar el mundo realmente me inspiró para contar una historia sobre el poder de la imaginación de los niños, que ven más magia en el mundo de la que hay en él”, asegura. Y no le cabe duda de que los propios niños pueden ser una estupenda inspiración para crear aventuras que contarles luego en películas animadas como la suya: “La razón por la que usamos a los niños de protagonistas en nuestras historias es la belleza de la inocencia que el niño trae, la manera en que siente el mundo, que es fresca”.
“La historia de La gota [2019] ha existido desde hace bastante tiempo”, cuenta Trent Correy por su parte. “Se me ocurrió en 2014, cuando estaba desarrollando otro proyecto con nuestros amigos del estudio [de Disney]”. Antes vivía en la localidad canadiense de Vancouver, “donde llueve al menos la mitad del año y se la puede ver casi como sombría y divertida si intentas caminar bajo la lluvia siempre que tienes tiempo”. Y se mudó a Los Ángeles para trabajar en los estudios de Disney, “y ya solo el fuerte contraste entre mudarse de un lugar como Vancouver a uno como California” le hizo pensar “en cómo la lluvia puede afectar a la gente dependiendo del lugar de la Tierra donde estén”.
Y “esa especie de conexión emocional era importante” para él. Además, “la lluvia viaja a lo largo del mundo, y la lluvia que puedes encontrar un día en Vancouver puede estar al otro el cualquier otra parte del planeta, y es genial pensar que puede viajar alrededor del mundo y experimentar todas las culturas y emociones”. Eso es lo que realmente le dio curiosidad, y entonces se le ocurrió la idea de La gota. Por otro lado, está de acuerdo con que las cosas cotidianas son una fuente de inspiración para el cine animado: “Tratamos de poner en nuestras películas, sean los cortos o los largometrajes, experiencias de todos los días con las que la audiencia pueda conectar”.
Por ejemplo, “la gota está cayendo por primera vez”, y eso es similar a mudarse lejos de casa o ir a la universidad, “y así es como cualquiera puede conectar con este personaje”, cuando uno se percata de que merecía la pena tener un poco de fe porque la cosa no está tan mal. Y, respecto a la escena en que se encara con la niña sobre el cristal de su coche, Correy también ponía el dedo sobre las gotas de lluvia cuando hacía viajes por carretera. “Y la gente puede ver La gota en Disney Plus y, la próxima vez que llueva mientras van en coche junto a una ventana, hacer lo mismo y sentir la conexión, y eso es divertido”. En definitiva, “tener una conexión personal cuando uno hace una película es una gran cosa” para su trabajo.