No hay excusa para no disfrutar del cine por una supuesta falta de tiempo —ni antes, ni ahora, en cuarentena por la crisis del coronavirus, ni en el futuro, con el control de la vacuna— si se tienen cortometrajes disponibles, películas brevísimas que te cuentan una pequeña historia y se ven en un ratillo, como se leen los cuentos en la literatura.
Disney Plus, además de los tropecientos largometrajes que ha incluido en su plataforma entre los que ha incluido sus clásicos de toda la vida, los nuevos remakes y toda una larga lista de material para entrar en el mundo de la historia y la ciencia de la mano de National Geographic, no se ha olvidado de llenarla también con los cortos de su estudio y los de Pixar, entre los que hemos seleccionado los trece que creemos mejores.
Si quieres recordar tus cortos preferidos, ponerte al día con los que se te quedaron pendientes o incluso ver los exclusivos de Disney Plus, este es tu momento.
El concierto de la banda
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El concierto de la banda (Wilfred Jackson, 1935) es una muestra indiscutible de la forma inteligente en que se puede sacar oro puro de una situación que, en principio, parecía que no daba para ello, y convertir una función musical clásica en un caos increíble y muy divertido, con una gran imaginación visual y, como remate, un guiño probable a uno de los inolvidables cortos de Charles Chaplin: El aventurero (1917).
El señor pato sale a dar una vuelta
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Antes de ser añadido a la plataforma Disney Plus, El señor pato sale a dar una vuelta (Jack King, 1940) se titulaba El amor es cosa de dos y, aunque la traducción más correcta por su cercanía al original es la que tiene ahora, la de siempre es una declaración de intenciones de lo más irónica por las circunstancias. Su crescendo termina en una locura tan apoteósica que no puede calificarse sino de irresistible.
Chef Donald
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De todos los cortometrajes clásicos que Disney elaboró entre los años treinta y cincuenta del siglo pasado, Chef Donald (King, 1941), no es que se trate del mejor o el más conseguido por sus virtudes en la animación, las propiamente cinematográficas —que tampoco se pueden poner en duda en absoluto—, sino que resulta tan gracioso, sus gags visuales son de tal ingenio humorístico, que uno acaba llorando de la risa. Una auténtica gozada con broche final.
El juego de Geri
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Que el primer corto de Pixar verdaderamente merecedor de un Oscar fuera El juego de Geri (Jan Pinkava, 1997), y se lo llevó como no podía ser de otra manera, en realidad no dice nada relevante a su favor ni en contra: las películas estupendas están siempre por encima de los premios. Y esta anécdota sobre un anciano solitario, una pequeña virguería detallista, ocurrente y dinámica pero con un trasfondo triste, se ve con una inalterable sonrisa de gusto y de gratitud.
Pajaritos
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Que Pajaritos (Ralph Eggleston, 2000) sea el cortometraje más diminuto de Pixar en su planteamiento y su desarrollo, sobre unas aves puñeteras que reproducen ciertas conductas de chavales de instituto, no quiere decir que no se lo deba valorar en su justa medida: se trata de un juguetito humorístico que funciona como un reloj, y que hará las delicias de aquellos espectadores que aprecien las historias de animación minúsculas pero realizadas con mimo.
Abducido
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Podemos señalar a Abducido (Gary Rydstrom, 2006), sin temor a equivocarnos, como uno de los cortos más formidables de Pixar en el calibre de la hilaridad que despierta: el primero de los candidatos a Chef Donald de este estudio de animación, con un diseño primoroso, una planificación rotunda y un giro que, en último término, nos recuerda a una comedia francesa teatral tan extraordinaria y memorable como La cena de los idiotas (Francis Veber, 1998).
Presto
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Está muy claro que el humor por el fastidio de los personajes ya se encontraba en los cortos de siempre estrenados por Disney, pero no lo está menos que la Warner Brothers llevó su espíritu a otro nivel; y las desventuras disparatadas del mago protagonista de Presto (Doug Sweetland, 2006) lucen ese espíritu más que ningún otro cortometraje de Pixar, ya no solamente por el conejo hambriento de zanahorias. Y lo lucen para bien.
BURN·E
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El segundo candidato a Chef Donald de Pixar no es otro —oh, sí— que BURN·E (Angus MacLane, 2008). Su responsable codigirió luego con Andrew Stanton la satisfactoria secuela Buscando a Dory (2016), y nos ofrece aquí un corto que no se puede ver de forma independiente sino tras WALL·E (Stanton, 2008), pues lo que nos narra son hechos paralelos a la aventura del filme, con el final más glorioso de los contemplados en los bocaditos de Pixar.
Parcialmente nublado
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Si los puntos fuertes de las historias del estudio que nos regaló Buscando a Nemo (Stanton, 2003), Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010) o Coco (Unkrich y Adrián Molina, 2017) son el sentido del humor y la potencia emocional, con Parcialmente nublado (Peter Sohn, 2009) nos entrega un ejemplo encantador de ambas cosas en un esponjoso paquetito animado. Su cineasta realizó también más tarde la infravalorada El viaje de Arlo (2015).
Día y noche
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En Día y noche (Teddy Newton, 2010) hay una mezcla curiosa de animación tradicional, de dibujo de toda la vida y esencia sesentera, con la tridimensional predominante desde que Pixar empezara la revolución de Toy Story (John Lasseter, 1995). Se aleja muy agradablemente de las narraciones acostumbradas en un gozoso experimento cargado de elocuencia, algunos hallazgos visuales y un cierre con todo el sentido del mundo.
Azulado
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Si Azulado (Saschka Unseld, 2013) no se alza como el más prodigioso y singular cortometraje de Pixar, debe de andar cerca. Porque, en este hito definitivo, categórico y ocurrente de las capacidades que caracterizan los artistas cinematográficos del estudio de Emeryville, sus texturas y diseños son de tal precisión y realismo que anonadan, juegan además con el fenómeno de la pareidolia y no olvidan emocionarnos. Un completo triunfo.
Lava
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Uno se sienta a ver Lava (James Ford Murphy, 2014) y no puede evitar preguntarse de dónde diablos sacan los creativos de Pixar sus ideas y, muy en especial, cómo es posible que algo tan excéntrico como una historia así funcione y lo haga tan bien. El amor entre dos volcanes sigue el mismo esquema que Azulado, pero se basa en el estatismo y el empuje de la música, que son más que suficientes para provocarnos escalofríos de placer.
Piper
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Otro ejercicio de enorme pulcritud visual como el de Azulado tenemos en Piper (Alan Barillaro, 2016), el tercer corto de Pixar protagonizado por aves humanizadas: deben de llamarle la atención al estudio por algún motivo o servirles de inspiración habitual. Y un sencillo pedazo de su experiencia les basta para construir un cuentito tierno, con imágenes muy hermosas y la maña conveniente hasta para contagiarnos entusiasmo.
Puedes ver todos estos cortos y mucho más contenido especial en Disney Plus.