**El cine de animación nos ha dado no pocas alegrías; y si a mí me preguntáis, sobre todo, en los últimos años, durante los que hemos asistido a su desinfantilización** o, hablando en positivo, a la llegada de su mayoría de edad, con películas que tanto pueden disfrutarlas los adultos como los niños; e incluso especialmente los adultos. Veamos, pues, varios ejemplos en forma de cortometraje.
Out of a Forest, de Tobias Gundorff Boesen (2010)
Pequeña historia danesa de una tragedia anunciada con animación en stop motion que ganó un buen número de premios, bien inspirada, con ciertas imágenes muy hermosas y algo excéntrica. La canción que acompaña a casi todo el metraje es Slow Show, de la conocida banda indie The National.
Shreky Movie, de Gary Trousdale y Raman Hui (2010)
De los mismos que abrieron la veda para los largometrajes animados populares menos pueriles con las potentísimas Shrek (Andrew Adamson y Vicky Jenson, 2001) y Shrek 2 (Andrew Adamson, Kelly Asbury y Conrad Vernon, 2004), cuyas continuaciones no les hacen ni un poquito de justicia, nos llegó este divertido y a veces desquiciado especial de Halloween que parodia algunas de las historias de terror más conocidas.
BURN·E, de Angus MacLane (2008)
Si amasteis al adorable WALL·E (Andrew Stanton, 2008) que nos trajo Pixar, no podréis menos que apiadaros de este otro, BURN·E, y de su propia serie de catastróficas desdichas, con algún guiño a una de las películas de ciencia ficción que más ríos de tinta ha hecho correr, pero también llorar de la risa con el pequeño robot y su propia apoteosis.
El empleo, de Santiago Grasso (2008)
Un muy elocuente cortometraje de animación de estilo tradicional, galardonado con el FIPRESCI en el Festival de Annecy y el Gran Premio del Jurado en el ANIMA, que estoy seguro de que posibilita múltiples lecturas laborales y sociales. Y si no, quedaos hasta el final de los créditos para contemplar su reivindicación.
Gone Nutty, de Carlos Saldanha (2002)
El primero de los cortos que nos llegaron centrado en la desgraciada e hilarante Scrat, la ardilla prehistórica de La Edad de Hielo (Chris Wedge y Carlos Saldanha, 2002) es tan brillante como cabía esperar y, al mismo tiempo, como nadie esperaría, su infeliz protagonista es más importante de lo que pudiera parecer para todos nosotros.
El último vuelo de Osiris, de Andrew R. Jones (2002)
Aquí tenéis una historia colateral que no nos contaron en la trilogía de Matrix (Andy y Lana Wachowski, 1999, 2003) y que fue recopilada, junto con otras bastante reveladoras, en Animatrix. Recuerdo que, cuando vi este trepidante cortometraje en el cine, me impresionó el nivel de detalle que había alcanzado la animación, y aún impresiona.
Cuando comienza el día, de Wendy Tilby y Amanda Forbis (1999)
El modo en que nuestras vidas se conectan con las de otros sirve de concepto básico para que las dos directoras de este corto canadiense, premiado nada menos que con la Palma de Oro en el Festival de Cannes o el Gran Premio y el FIPRESCI en el de Annecy, realicen un trabajo de animación tradicional con una planificación asombrosa y un magnífico ritmo.
T.R.A.N.S.I.T., de Piet Kroon (1997)
Estilizado cortometraje en el que una misma y misteriosa historia de amor brutal, focalizada en una maleta de viaje, es narrada por episodios y en sentido inverso, y cada episodio está animado por un artista distinto. Cuando menos, curioso.
El hombre que plantaba árboles, de Frédéric Back (1987)
Y por último, un hermosísimo filme canadiense sobre reforestación, ganador del Oscar y el Gran Premio en Annecy, y el único cuya duración es menor a una hora que ha optado a la Palma de Oro en Cannes dentro de la sección oficial de largometrajes. Un ejemplo perfecto de la vida adulta del cine de animación.