En el año 2017, la traductora Reality Winner filtró un informe de inteligencia que mencionaba en la posibilidad de que Rusia pudiera haber intervenido en las elecciones presidenciales norteamericanas del año 2016. Se trata de un hito histórico en la inteligencia norteamericana, y a prueba el concepto de confidencialidad en contraposición con el deber patriótico. Reality, de Tina Satter, lleva esta premisa al terreno del thriller suspense, pero también plantea el dilema de la conciencia en todas sus aristas.

Winner insistió, en más de una ocasión, que era imprescindible que la verdad llegara a los medios de comunicación, para demostrar hasta qué punto la opinión colectiva puede ser falible y manipulable. Con todo, y a pesar de sus buenas intenciones, la funcionaria terminó en la cárcel, lo que avivó el debate acerca de la confidencialidad y la lealtad en el marco de las altas esferas gubernamentales y las relaciones de poder. 

La directora — que también escribe el guion — toma todo lo anterior y lo transforma en un recorrido incómodo. La trama enfoca su interés en Winner (interpretada por Sydney Sweeney) y en cómo debe lidiar con la responsabilidad y el deber del secreto. A través de las transcripciones de los interrogatorios y diversas audiencias en las que la funcionaria participó, la cinta va contando los diferentes escenarios en los que se vio envuelta Winner.

Lo que se esconde detrás del poder 

La historia, que se atiene con fidelidad al material legal, muestra hasta qué punto lo que ocurre en las altas esferas gubernamentales tiene un trasfondo turbio. Un giro que logra demostrar, casi de inmediato, al plantear la idea de que la Casa Blanca decide qué información se hace pública a conveniencia. Una manipulación directa que, aunque no resulta del todo sorpresiva, es lo bastante peligrosa para poner entredicho la transparencia de todo el proceso que cuenta la película.

La cinta comienza brindando un cuidadoso contexto del hecho real en que se basa. Dedica sus primeros minutos a profundizar acerca del motivo que llevó a la detención de Reality Winner. La cinta combina fragmentos de grabaciones reales con diferentes diálogos que cuentan todo el operativo de seguridad nacional, para mostrar que, su personaje central, está en medio de una situación complicada de explicar a primera vista. 

Por un lado, Winner no fue presionada por nadie o nada — o en eso insiste — para filtrar a los medios de comunicación un delicadísimo informe de inteligencia. De modo que se presupone su absoluta lealtad y fidelidad a los ideales norteamericanos sobre la honestidad, verdad y altruismo.

Pero, por supuesto, nada es tan sencillo o diáfano. Reality es cínica y compleja al mostrar que el gobierno estadounidense es capaz de contradecirse a sí mismo para apuntalar su seguridad. Por lo que las objeciones de conciencia de Winner parecen frágiles o incluso inocentes en comparación.

La ética y la moral van a juicio

De esta forma va sumergiéndose cada vez más en el concepto de que las decisiones del poder jamás son limpias. O en el mejor de los casos, que siempre están encaminadas a proteger un bien común, a pesar de que en principio parezcan reñidas con la ética. Esto ofrece a Sydney Sweeney la oportunidad explorar en un personaje complejo y lleno de matices.

Buena parte del interés en la trama de Reality proviene, precisamente, en la capacidad de la actriz para hacer a su personaje enigmático. Más allá de los rasgos patriotas que pudieran atribuirse, Winner es una mujer con su propio punto de vista sobre lo que es justo y no.

De modo que su personaje se aleja del de una heroína o una villana al uso, para ser el de alguien que juega con su propia agenda. Después de todo, uno de los motivos que llevó a la funcionaria a cometer lo que se consideró traición a la patria, es su antipatía contra Donald Trump.

De una lucha antisistema a una lucha por la verdad

Más allá de mostrar los detalles de un juicio que marcó precedente e historia de Norteamérica, la trama de Reality está más enfocada en la naturaleza de la ética, y lo hace en medio del caos político que dejó a su paso la primera presidencia de Donald Trump. Así que el foco del guion intenta no ser demasiado evidente en su denuncia. Que lo es, pero a través de una perspectiva diferente.

Y es la de cuestionar el motivo por el que cualquiera arriesgaría su futuro por un ideal, incluso su vida, para demostrar hasta qué punto está corrompido el sistema que intenta enfrentar. Reality no siempre logra mostrar ese punto de vista tan complejo y, para su final, pierde el impulso de los primeros compases.

Pero, a pesar de todo, es lo suficientemente hábil para mantener la tensión. El poso que deja es el de mostrar que, para el poder, la verdad no es otra cosa que una forma de influir en lo que ocurre a su alrededor. Por lo que siempre se reservará la última palabra a la hora de mostrar esa verdad. Al final, la cinta solo pone las bases para que sea el espectador el que decida.