La saga Terminiator alcanzó la excelencia con su segunda entrega. A partir de ahí, las aguas fueron haciéndose cada vez más profundas, más ramificadas, más complejas. El universo generado por la franquicia, desde que en 1991 se estrenase El Juicio Final, ha sido tremendamente complicado, e incluso contradictorio en sí mismo. No se puede decir, menos a la ligera, que todo lo que vino después de la película de James Cameron fuese malo, pero sí que se usó el nombre de la franquicia para producir algunas películas un tanto disparatadas que recogía lo sembrado para intentar aportar algo nuevo.
Una cosa que podemos agradecer a las películas que implican de una forma u otra viajes en el tiempo es que siempre nos dan otra oportunidad al espectador. Otra vuelta de tuerca que permita replantearse las cosas, generar nuevos universos y contar nuevas historias sin invalidad lo anterior, o al menos no de una forma que llame clamorosamente la atención. Si bien de todo lo que vino después de El Juicio Final funcionaba como una suerte de continuación de la semilla que plantó Cyberdyne Systems Corporation, con sus aciertos y errores, funcionaba dentro del universo.
Los viajes en el tiempo favoritos del cine
Mencionábamos los viajes en el tiempo porque dan libertad para crear universos alternativos y sirve como excusa para no invalidar ni lo viejo ni lo nuevo. Y es que Terminator: Destino Oscuro se presenta a sí misma y nos cuentas lo que sucede después de El Juicio Final, la continuación directa. Y lo hace una forma muy inteligente como para no invalidar lo posterior. Destino Oscuro funciona dentro del universo y es una secuela directa porque nos situa justo después de que Sarah Connor impidiese el fin del mundo volando las oficinas de Cyberdyne Systems.
Y funciona porque los primeros (y magistrales) 15 minutos de la película ponen en situación al espectador respecto a cómo encaja lo que estamos viendo en el universo de Terminator y porque las aventuras posteriores a Terminator 3 también tienen su sentido. La magia de secuela reside en que está colocada de tal forma sirva de hilo conductor de lo que ya vimos, pero que a su vez no entre en conflicto con el ideario común de Terminator. Todo gracias a los universos alternativos y al juego que ofrecen los problemas de jugar con los viajes en el tiempo.
Podemos considerar Terminator: Destino Oscuro como la mejor secuela de Terminator hasta la fecha porque, en realidad, es la única secuela que arranca justo con los acontecimientos de El Juicio Final; mantiene su elenco original y aún así se las ingenia para contar una historia nueva. Nueva entre comillas, porque Tim Miller, su director, y el equipo encargado de escribir el guion se las han ingeniado para hacer con Terminator lo mismo que en su día Disney hizo con Star Wars y El Despertar de la Fuerza: mantener intactos los elementos de las dos películas anteriores, introducir nuevos personajes y conformarse con lo que está garantizado que va a funcionar. Y vaya si funciona.
Lo interesante de Terminator: Dark Fate es que, pese a repetir la fórmula y planteamiento de las entregas anteriores, es decir, damisela en apuros, máquina de guerra destruyendo todo a su paso y un guardián del futuro, sabe a nuevo y a nostálgico a la vez. En parte porque el papel magistral de Linda Hamilton trae de vuelta esos buenos recuerdos de cuando la saga cambió el cine de acción, y a su vez, le aporta cierta madurez a la película que, junto con la acción y la estructura narrativa, hacen que el conjunto al completo funcione a la perfección. Incluso las posibilidades del nuevo antagonista, un Terminator Revisión 9 (T-Rev9) no son más que las de un T-1000 imaginado en 2019 y con las posibilidades del nuevo milenio, pero igual de letal que el de Robert Patrick.
A primera vista puede parecer que funciona más por el apartado de la acción que por el canon de Terminator, pero una vez entendido lo que plantea la película en su principio, todo tiene mayor empaque. Sí, el grupo vuelve a unirse, esta vez para una tarea exactamente igual que la anterior y con los mismos roles que en el Juicio Final. Si nos ponemos estrictos, para resolver el mismo problema que en 1991 pero sin el fin del mundo de por medio, centrados en un objetivo más humilde: salvar la vida a la líder de la resistencia (sí, en femenino).
Como decimos, la película plantea los mismos desafíos que en 1991, pero desde una perspectiva nueva. Otra vez el Terminator es muy superior al poder de fuego que tienen nuestros protagonistas. De nuevo, el futuro envía a un protector para salvaguardar a la nueva resistencia y, además, tenemos la experiencia del reparto original para intentar simplificar un poco las cosas. No obstante, la película toca palos actuales y tremendamente potentes. Por un lado, la carga de la película se la lleva el tridente femenino formado por Linda Hamilton, Mackenzie Davis y Natalia Reyes, y aunque El Juicio Final ya hacía lo posible para mostrar personajes femeninos fuertes, en Destino Oscuro lo llevan a un plano superior y funciona tremendamente bien.
Por otro, la película tiene un gran poso latino, español e hispanoamericano. Tanto la actriz protagonista principal (Natalia Reyes, Colombia 1987) como parte del elenco secundario es español o latino: Tristán Ulloa, Claudia Trujillo, Diego Boneta, Enrique Arce... Además, gran parte de la película se sitúa en México y pone de manifiesto algunos de los problemas de mayor actualidad, sobre todo los que tiene que ver con la inmigración en la frontera entre México y Estados Unidos, la detención de fronteriza o el maltrato a los que cruzan el paso de forma ilegal. Incluso La Bestia se lleva parte del protagonismo de la película. Todo esto puede parece baladí, pero ofrece un mensaje muy claro: la salvadora es la que viene del otro lado de la frontera.
Y poco más podemos decir de la cinta sin caer en el spoiler absoluto. Si bien tiene ciertos altibajos en la narración, sus personajes son los suficientemente potentes como para mantener un altísimo nivel en todo momento, con mención especial a la ya mencionada Linda Hamilton y a ese aspecto bad-ass que ofrece a la película el papel del Mackenzie Davis. Quizás la parte más bochornosa tiene que ver con el punto de inflexión en el papel de Arnold Schwarzenegger, pero todo está relacionado con el planteamiento principal de la película, y aunque nos hubiese gustado que el director y escritor lo solucionasen de otra manera, es aceptable por ver como reparte estopa a diestro y siniestro.
Por todo ello, Terminator: Destino Oscuro gustará a los fans de la acción desmesurada, de los aviones en llamas y de los combates efectistas, y seguro que tampoco disgustará a los fans de la franquicia. Puede que hayamos perdido por el camino el tono fatalista y disruptivo, los colores fríos y azulados y la suerte del carisma del T-1000 con magia cyberpunk de El Juicio Final, pero hemos ganado, sin duda, una película que funciona mejor que todas las que vinieron después de la de 1991 y que en parte sirve para redimir a la franquicia y volver a poner sobre la mesa lo mejor que tenían las cintas de James Cameron: el duo Hamilton-Schwarzenegger.
"Tú eres yo", dice Sarah Connor en una de las escenas más importantes de Destino Oscuro. Quizás la que mejor resume lo que implica esta secuela. Alguien podría decir que, salvando las distancias Terminator: Destino Oscuro es a 2019 lo que El Juicio Final fue a 1991. En cierto modo, todos estos años de abusos de CGI y efectos digitales nos han malacostumbrado a que no nos impresione nada, pero lo cierto es que dentro del universo de Terminator, Destino Oscuro se ha ganado a pulso entrar en el top tres.