Ya sabíamos que 2019 sería de especial importancia para los seriefilos: sería el año de la última temporada de grandes fenómenos como Juego de Tronos, Mister Robot y la despedida de pequeños hitos de culto como Silicon Valley, además del regresó de las exitosas Handmaid’s Tale y La Casa de Papel.

No obstante, más allá de todo eso, también fue un año prolífico en todo tipo de propuestas sorprendentes que, sin duda, renovaron el rostro de la televisión y le dieron un nuevo sentido a la llamada “Era Dorada” de la televisión. Desde capítulos inolvidables, hasta detonantes de grandes debates sociales; el año en series fue todo un recorrido por las más diversas emociones y escenario. Hagamos un repaso sobre lo mejor que nos deja este largo trayecto:

La Casa de Papel

Fotograma de La Casa de Papel

Con su combinación de Heist Movie y un argumento con cierto toque de revolución ideológica y cultural, la serie se convirtió en un fenómeno en su natal España, y gracias a Netflix también en uno mundial. El grupo de asaltantes vestidos de rojo y con el rostro cubierto por una máscara de Salvador Dalí tratan de enfrentarse al sistema al ritmo del himno partisano Bella Ciao y, también, con una dosis de inverosímil habilidad que convierte a la serie en un trepidante recorrido por la utopía, lo improbable y sin duda una historia emocionante.

Con nueva temporada estrenada en el 2019 y la promesa de la conclusión en puertas para el año que viene, La Casa de Papel continúa siendo un vicio culpable para un buen número de televidentes.

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Barry

El asesino en serie interpretado por el nominado al Globo de Oro Bill Hader es una de las criaturas televisivas más asombrosas que la prolífica factoría de HBO creó durante la última década.

Entre la extraña sensibilidad de un drama sobre la culpa, el miedo y el sufrimiento existencialista y una comedia negrísima que se burla sobre el asesinato, la crueldad y los miedos colectivos, la segunda temporada de Barry estrenada durante este año, demostró que la serie rompió los paradigmas sobre análisis maniqueos sobre el bien y el mal, para profundizar sobre algo más extraño, amargo y melancólico. Todo un logro argumental que sorprende por su audacia, buen hacer y conmovedora sensibilidad.

FleaBag

La era de las mujeres rotas y emocionalmente complejas llegó a la televisión y *Fleabag lleva la delantera en su visión extravagante y peculiar sobre lo femenino. La mezcla de humanidad, salvaje sentido del humor y una inesperada sensibilidad, hacen de la serie una de las mejores del año, sino la ruptura de casi todos los paradigmas con respecto a como hasta ahora se concebían los personajes femeninos. La creadora del programa —y también su protagonista— Phoebe Waller-Bridge brinda una visión casi cruel sobre los dolores contemporáneos, pero también, una singular e intuitiva visión cómo se concibe a la mujer actual.

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Watchmen*

La adaptación para la televisión de la novela gráfica fundacional del mismo nombre de Alan Moore y Dave Gibbons parecía una labor arriesgada e incluso imposible, sobre todo desde que se anunció que se trataría de una secuela de los acontecimientos narrados en la obra original.

Pero Damon Lindelof lo logró a base de tomarse el atrevimiento de profundizar en la mitología seminal de la obra y, además, añadir la exacta dosis de crítica social, humor negro e incluso, unos cuantos metamensajes políticos de considerable dureza, que hacen que el argumento de la serie sea capaz de profundizar en el mundo sin Dios, sin esperanzas y sin superhéroes, imaginado por Moore en 1986. Convertida en un éxito instantáneo de crítica y público es quizás una la apuesta más osada de HBO durante el año 2019.

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Succession

Se le ha llamado el Juego de Tronos contemporáneo por la forma en que su argumento analiza la codicia, ambición y sobre todo, los hilos que mueven el poder. Pero Succession es mucho más que el análisis sobre existencialismo amargo de nuestra época: también es una mirada a la soledad, el desarraigo y las batallas morales entre los miembros de una familia que bien podría ser la de cualquiera. Uno de los triunfos de la serie de Jesse Armstrong es profundizar sobre los hilos que unen —y destruyen— al amor filial y los pequeños secretos incómodos que guarda lo doméstico.

Todo eso sí, en medio de grandes discusiones corporativas y manipulaciones de alto nivel. Toda una rareza argumental.

The Boys

Los chicos malos llegaron para quedarse: el cómic de Garth Ennis llegó al catálogo de Amazon Prime Video con toda la furia, crueldad y ultraviolencia de la historia original para convertirse en una de las series éxitos del año.

Con su capacidad para cuestionar la figura impoluta y casi cándida del superhéroe popularizada por el cine y la televisión actual, la serie Eric Kripke tiene el potencial de convertirse justo en lo que necesitaba la era de las grandes franquicias heroícas para evitar caer en el tedio: una dosis de saludable cinismo, horror y una versión de las grandes historias heroicas manchadas con sangre. Junto con Watchmen, de HBO, tiene el curioso honor de haberse convertido en algo parecido a series de culto instantáneo para los fanáticos del material original.

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Chernobyl

La serie coproducida por HBO y Sky U.K y escrita por Craig Mazin profundiza sobre el secretismo y el dolor invisible alrededor de una de las grandes tragedias de este siglo. La miniserie de cinco capítulos intentó contar la tragedia real, además de la presión política e ideológica que convirtió lo ocurrido en algo mucho peor.

Chernobyl tiene un punto de vista despiadado y cruel: la cámara observa el desastre y lo hace desde una cercanía inquietante. Los personajes con la piel quemada y sangrante se mueven en medio de escombros en una mezcla de vulnerabilidad y desvalida conciencia sobre el horror que viven, presionados además por el miedo y el deber nacionalista. Hay un aire tenebroso y pesimista en la forma en que el guión abarca algo más que el desastre en primer plano: los personajes emergen de la tragedia en medio de una siniestra conciencia sobre su muerte, aunque nadie lo pone en palabras, ni tampoco, lo analiza de cualquier otra forma.

La serie explora cada espacio del miedo colectivo y lo hace, además, incluyendo sus implicaciones y terrores culturales. No se trata únicamente de una reconstrucción vívida de una tragedia de la que se sabe —o se recuerda— más bien poco, sino además un alegato directo y frío sobre la ineficiencia burocrática, los tentáculos de la ideología, la lealtad ciega al poder y quizás, solo la crueldad de funcionarios que sacrificaron la vida de cientos en beneficio de la integridad de un sistema político que colapsaba frente a la enormidad de la colosal catástrofe.

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Euphoria

Con frecuencia, la adolescencia televisiva suele obedecer a estereotipos idealizados o en el mejor de los casos, superficiales y secundarios sobre la complicada transición de la niñez a los primeros años de la juventud. Pero Euphoria tiene el raro mérito de hacer justo lo contrario: muestra la durísima evolución emocional, física y moral en toda su crudeza, y además lo hace desde una puesta en escena cinematográfica y un argumento osado que logra combinar con acierto el drama juvenil con una reflexión sobre la juventud contemporánea.

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Con Zendaya convertida en un símbolo ambiguo sobre la moral llena de matices y grises de una generación criada frente a la pantalla del ordenador y con el teléfono móvil entre las manos, la serie de San Levinson explora a profundidad el sufrimiento joven pero también la absoluta libertad de la juventud.

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Good Omens

Nadie dijo que sería sencillo adaptar una de las obras más emblemáticas de la dupla de Neil Gaiman y Terry Pratchet: no lo fue. Pero Amazon Prime Video tomó el riesgo de crear una versión profundamente sensible sobre la historia de un Ángel y un Demonio en un intento de salvar el mundo de un inevitable Apocalipsis. Y lo logró con la dosis justa de humor profano, una sensibilidad conmovedora y, sobre todo, esa singular versión sobre la bondad y la maldad que el dúo de escritores británicos brindó a la obra original. El resultado es un recorrido por todo tipo de ideas filósoficas, teológicas y también otras muy mundanas, en medio de una carrera trepidante para salvar a la humanidad ¿de sí misma?

Con un elenco coral integrado por Michael Sheen, David Tennant, Jon Hamm y Frances McDormand (nada menos y nada más que como la voz de Dios), la serie resultó una adaptación más que correcta y que complació a seguidores y a los televidentes en busca de una historia llena de buenas intenciones.

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Peaky Blinders

El mundo del crimen siempre será un escenario intrigante para la televisión y mucho más, si además, brinda la oportunidad de reflexionar sobre lo que hace buenos y malos, sobre las connotación de la violencia y más allá de eso, la búsqueda de identidad en medio de balas y cuchilladas.

Peaky Blinders es una obra brillante por su capacidad para englobar todo lo anterior con una cuidada ambientación histórica, y también para recorrer el mundo de una banda gánsteres de Birmingham durante los años veinte, con un toque de inteligente buen gusto y cinismo.

Nada es lo que parece en este mapa sobre el ascenso criminal de un hombre cruel que también, es un líder lúcido e inteligente, para meditar sobre el poder de la violencia y sus infinitas implicaciones. Quizás una de las mejore series de año (y la década) y un recorrido inteligente por la forma en que comprendemos el submundo del crimen como parte inevitable de la identidad colectiva.

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Juego de Tronos

A pesar de su accidentada temporada final —que dividió a los fans y a la crítica especializada de la forma como solo podría hacerlo un fenómeno de su envergadura— la decana de las series de fantasía épica en la televisión reafirmó este año su lugar como éxito cultural y se despidió de la pantalla chica entre espectaculares escenas, un interminable debate sobre su trascendencia y al final, dejando más preguntas que respuestas en un argumento que terminó por hacer aguas por todos los costados y dejar a buena parte de la audiencia insatisfecha.

Pero Juego de Tronos es también el mito que le rodea y a pesar de todo, cada uno de los capítulos de la octava temporada demostró el valor de su peso como pieza de arte colectiva: desde el ataque del ejército blanco a Winterfell (y la discusión que suscitó la técnica de iluminación utilizadas en el capítulo), hasta el nuevo ocupante del Trono de Hierro cada detalle del tramo final de la historia se convirtió en objeto de obsesión, discusión y análisis de millones de fanáticos alrededor del mundo.

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Y aunque dos de sus tres posibles precuelas han sido canceladas y todavía esperamos por más noticias sobre la única que será producida hasta ahora, el fenómeno sigue intacto como parte de una experiencia única.

The Mandalorian

El mundo de Star Wars es lo suficientemente detallado y vasto como para no deje de sorprendernos por las infinitas variaciones de su canon. Y The Mandalorian es la prueba más reciente que la obsesión colectiva por la space opera más querida de la pantalla grande tiene aún mucho que decir y mostrar. La historia del mandaloriano –narrada en clave de Western y con una depuradísima estética que la equipara a las obras de Sergio Leone— fue una de las grandes apuestas del recién estrenado canal por suscripción streaming Disney+ desde su primer día de transmisión.

Convertida de inmediato en un suceso de crítica y de público, la historia del cazarrecompensas con una ambigua moral, también obsequió a los fanáticos de la saga, uno de los personajes más entrañables de la franquicia: el misterio, adorable y de ahora en más imprescindible Baby Yoda.

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A menos de cinco capítulos para su final de temporada, la serie se sostiene sobre un lenguaje sobrio y sobre todo, sobre una inteligente mirada a la mitología de la franquicia cinematográfica. ¿Qué más podrían pedir los fans?

Rick y Morty

Las aventuras del multiverso que comparten este extraño dúo, llegaron en el 2019 a su cuarta temporada, dividida de nuevo y de manera en apariencia caprichosa en bloques de capítulos que hacen la historia un poco más enrevesada. Pero a pesar de eso, la serie conserva para sus nuevas aventuras lo mejor de su esencia: es cruel existencialismo que llevó a Morty a preguntarse en el primer capítulo del año cómo deseaba morir y que puso a Rick en la extraña paradoja de tener que comprender a su familia desde un ángulo por completo nuevo.

Los viejos conflictos continúan allí y se mezclan con los más recientes: Rick ahora debe pedir autorización para llevar a su nieto a sus incontables aventuras y su hija Beth continúa cuestionándose el motivo de su existencia. Pero entre una cosa y otra, la serie sigue siendo un fenómeno argumental y filosófico: nadie puede sobrevivir indemne a las preguntas más crueles de la existencia, como ya descubrió Morty en más de un capítulo.

Years and years

La distopía que no lo es tanto y que tiene un tétrico aire de predicción que sorprendió a la audiencia, se convirtió en un pequeño fenómeno televisivo que tocó todos los temas álgidos contemporáneos, desde la extraña distancia de predecir su posibilidad y su extremo más doloroso. Con un tono sobrio, elegante pero también, con un singular pesimismo casi cotidiano, la serie tiene el singular mérito de elaborar un discurso sobre el futuro que avanza en mitad del presente con una dolorosa versión de los errores colectivos que aún no se cometen.

Desde una colosal crisis internacional, hasta las consecuencias de una ola migratoria que se analiza desde lo mínimo y lo personal. Years and Years funciona como un eslabón entre una historia sobre lo que está a punto de acontecer y algo más amargo, retorcido y doloroso. Como la vida misma.

When they see us

La historia de Ava DuVernay para Netflix, en la que se narra las acusaciones infundadas de abuso sexual contra cinco adolescentes, conmocionó al público norteamericano y abrió un duro debate sobre el racismo, el prejuicio y la ley, en plena época Trump.

Realista, cruel y por momentos aterradora, la serie sigue paso a paso la forma en que la ley norteamericana ignoró todo tipo de pruebas a favor de los acusados y el peso real de la vieja herida del racismo sobre una cultura y sociedad que debe lidiar con viejas batallas morales aún no resueltas. Es probable que se trate la serie que marcó el tono de cierta percepción sobre la realidad estadounidense durante el año y puso el necesario acento en el debate sobre lo que se esconde debajo de la hipocresía social del país.

Marvelous Mrs. Maisel

Si Fleabag muestra a las mujeres imperfectas en su máximo esplendor, el argumento de Marvelous Mrs. Maisel las rodea además de una portentosa noción sobre la inteligencia, ingenio y voluntad que le permite evadir los estereotipos femeninos clásicos, y además crear un tipo de personaje por completo nuevo que evade explicaciones sencillas.

Miriam Maisel (interpretada por Rachel Brosnahan) utiliza el sentido del humor para analizar los prejuicios también para sostener un discurso brillante sobre la mujer, el contexto que le rodea y el mundo al cual debe enfrentarse, que a pesar de las décadas de distancia que le separa del actual, es en esencia el mismo.

Con su buena mano para las mujeres inteligentes e intrigantes, Amy Sherman-Palladino vuelve a reconstruir al género para crear algo por completo nuevo y estimulante.

Unbelievable

Basada en el artículo ganador del Pulitzer escrito por T. Christian Miller, de ProPublica y Ken Armstrong del Proyecto Marshall, la historia sigue los intentos de dos policías por atrapar a un violador en serie, después de que su primera víctima fuera considerada poco confiable.

En medio de ese amplio arco argumental, la serie medita la forma en la que la violencia sexual se percibe en el contexto moderno. Grant hace un recorrido por el papel femenino contemporáneo, que mira desde una óptica subversiva. Las mujeres de la serie son protagonistas activas sobre situaciones complejas contra las que luchan con inteligencia y una refinada sensibilidad.

No obstante, Unbelievable no intenta enviar mensajes políticos: su reflexión se basa sobre las relaciones de poder que presionan y juzgan a las mujeres y pone en relevancia la necesidad de visibilizar las voces femeninas, su importancia y trascendencia.

Dark

Con su aire tétrico, doloroso y pulcro, la segunda temporada de la serie alemana acaparó la atención de los suscriptores de Netflix. Se convirtió en un fenómeno de debate mundial por su uso extraordinario del recurso del viaje en el tiempo, la especulación de las posibilidades del futuro y también, la brillante capacidad del argumento para combinar todo el recorrido de los personajes hacia el inevitable fin de su historia.

Dark no es una historia sencilla y no pretende serlo: su fortaleza radica en retar al televidente a jugar las reglas que propone y hacerlo desde la conexión inteligente y emocional de los personajes con su contexto. Nada es casualidad en una serie plagada de pistas falsas y extrañas dobles lecturas. Con su tercera y última temporada en producción, la serie demostró que la Ciencia Ficción aún tiene mucho que mostrar, pero sobre todo, es capaz de analizar la concepción sobre el futuro y la identidad a través del recurso simple —pero no sencillo— de personajes emocionalmente complejos y entrañables.

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Mr. Robot

MR. ROBOT -- "eps2.7_init_5.fve" Episode 209 -- Pictured: Rami Malek as Elliot Alderson -- (Photo by: Michael Parmelee/USA Network)

La democracia será hackeada y Elliot Alderson (Rami Mallek) vuelve a estar en el centro de una intriga tecnológica de grandes proporciones, con múltiples capas de interpretación y de significado.

Una de las series más curiosas, inteligentes y potentes de nuestra época es también un reflejo de nuestras ambiciones y paranoias más complicadas y secretas. La combinación creada por Sam Esmail, es una combinación de un thriller tecnológico con algo más complejo y brutal. Y la noción más inmediata sobre el bien y el mal contemporáneo de la pantalla chica.

La serie se despide este año y desde ya, lo hace como mejor sabe hacerlo: planteando nuevas preguntas y las más extrañas posibilidades en un universo cada vez más complejo, a mitad de camino entre lo inverosímil y lo irreal.

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Handmaid’s Tale

La adaptación de la obra homónima de Margaret Atwood dejó atrás al argumento del libro en su segunda temporada, pero aun así continúa conservando su esencia: esa durísima reflexión sobre los prejuicios que se alimentan de los peores males y dolores de la sociedad y que, a la vez, son terreno fértil para algo más inquietante y aterrador.

La distopía convertida en anuncio y advertencia, convirtió a la serie en todo un símbolo y, además, en un controvertido recorrido por la noción sobre la misoginia y el machismo como algo más que ideas debatibles en un mundo cada vez más filosóficamente complejo.

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Silicon Valley

La serie más discreta de HBO es quizás, también una de las más comedias más brillantes de la última década: con su fina combinación de humor, crítica social pero sobre todo, ese reflejo sobre la sociedad tecnológica y las nuevas élites que la sostienen, se convirtió a través de sus seis temporadas en una reflexión sobre el triunfo, el fracaso y todo lo que pasa por medio, desde la mirada inquieta, desprejuiciada y la mayor parte de las veces angustiada sobre lo que en la actualidad consideramos símbolos de triunfo.

Pero Silicon Valley también fue una descarnada e hilarante versión sobre la realidad de la trepidante vida de los nuevos protagonistas de la vida moderna: con su toque de extraña angustia existencial y también, de una búsqueda de sentido en un mundo ambiguo, los showrunners Mike Judge y Alec Berg lograron crear un ambiente controlado para entender a una generación educada para y por internet. La despedida no pudo ser más atípica, adecuada y aún así, inspirada. Los vamos a extrañar, chicos.

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