Twitter lleva siendo noticia y no medio para dar a conocer noticia desde que en abril Elon Musk entrara primero con fuerza en su accionariado y, después, iniciara un intento de compra. Ahora sabemos que —a falta de cualquier giro que pueda darse, desde luego ya nada descartable—, ese acuerdo está roto y es posible que Musk y la compañía tras la red social acaben en los tribunales.

Pero antes y después de Musk, Twitter ha sido una plataforma con mucho más peso e influencia que relevancia económica.

Las grandes tecnológicas y las redes sociales concentran hoy en día más poder que nunca. Sus litigios con estados de todos los continentes que intentan prevenir sus monopolios están a la orden del día. Al igual que las batallas legislativas por conseguir que paguen impuestos en cada territorio. Son empresas globales, poderosas y con su propia agenda, que por su condición empiezan a poder enfrentarse cara a cara a los gobiernos de ciertos estados.

Pero para comprender su magnitud, es mejor compararlos con aquello con los que se miden. Aquí pondremos frente a un espejo a Twitter para entender su verdadero peso a nivel de influencia, económico y, también, como está dirigida.


Una ‘población’ por usuarios entre Brasil e Indonesia

El germen de Twitter surgió el 21 de marzo de 2006, desde las cenizaas de otra startup, Odeo, enfocada en el mundo de los podcast. Evan Williams, el fundador que contaba con más tablas, venía de fundar Blogger, la conocida plataformas de (redoble) blogs y, tras venderla a Google, salió de la empresa del buscador con una importante suma de dinero bajo el brazo. 

Junto a Williams, Noah Glass, Biz Stone y Jack Dorsey completaron el cuarteto que se repartiría el liderazgo de la red social y que sería un primer punto de desavenencias. Glass salió al poco tiempo, Stone también, aunque luego regresó, y Dorsey y Evans tras ser sus CEOs también están ya fuera.

Pese a contar con un aparente peso a nivel informativo y de opinión, Twitter siempre ha tenido problemas tanto para calcular su número de usuarios de forma eficiente, como para ser rentable.

Según sus últimos resultados, cuenta con cerca de 240 millones de usuarios diarios monetizables, lo que en esta comparativa con un estado lo situaría entre Brasil (215) y Pakistán (245 millones de personas). Eso sí, como decimos y como ha demostrado su tira y afloja con Musk, la presencia de bots no parece clara. Del 5% que asegura la plataforma a cuatro veces más, que defendían los abogados del magnate.

Todo eso nos lleva a su segundo problema. Twitter ha sido la gran red social a la que más le ha costado ser rentable. Lo logró en 2018, lo volvió a conseguir en 2019, y en 2020, debido a la caída de publicidad por la pandemia, volvió a números rojos. Todo, mientras sus usuarios parecían seguir en plano.

En el primer semestre de 2022 —aunque con pérdidas en el último trimestre—, también lo está consiguiendo. La compañía obtuvo un beneficio neto de 243,3 millones de dólares, mientras que los ingresos aumentaron un 6,8%, hasta 2.377,6 millones de dólares.

En continuas vías de desarrollo y sin un liderazgo claro

Lo acontencido en los últimos meses con Musk ha llevado a Twitter a una primera plana, pero no es algo nuevo. Twitter siempre ha carecido de un liderazgo claro. Dorsey, su CEO durante más años, llegó a ser el único líder fundador en mantenerse en el cargo junto con Mark Zuckerberg, de Facebook, pero eso se acabó.

Como hemos visto, la historia de Twitter es la de continuas tiranteces entre sus fundadores y accionistas. Con un caso especialmente relavante, el de Noah Glass, que durante año tuvo en su perfil de Twitter “I started this” (Yo empecé esto).

Un reportaje de Insider en 2011 le siguió la pista para conocer la historia. Tras su publicación, Williams tuiteó “Es cierto que @Noah nunca recibió suficiente crédito por su papel inicial en Twitter. Además, se le ocurrió el nombre, que fue brillante”. Dorsey no hizo ningún comentario público sobre la historia, pero más tarde declaró que no tuvo ninguna participación en el despido de Glass.

Posteriormente, los fundadores de Twitter, Evan Williams y Jack Dorsey, tuvieron una relación cuanto menos tensa. Aunque empezaron como amigos, con Williams, incluso eligiendo a Jack como la persona para liderar Twitter, su relación se agrió rápidamente. Hoy Williams sigue teniendo acciones de Twitter, pero ninguno de los dos está en la empresa.

Williams fundó y dirige Medium, mientras Dorsey se ha centrado en Square, integrada después en Block. La historia de Twitter, sin duda alguna, da para un buen hilo.

Evan Williams, Biz Stone y Dorsey, cofundadores de Twitter
Evan Williams, Biz Stone y Dorsey, cofundadores de Twitter

Su falta de liderazgo se traduce también en su Consejo de Dirección actual, con Parag Agrawal como CEO pero sin aparente capacidad de decisión completa y un cúmulo de accionistas que parecen obsesionados con vender a pesar de haberse caída la oferta de Musk.

Ahora mismo, Vanguard Group, la gestora de fondos de inversión, es la mayor accionista de Twitter tras subir su presencia al 10.3% como reacción directa a la aparición de Musk, pero no parece interesado en ir más allá ni que tenga músculo financiero para ello.

Por eso quizá en el último año y medio hayamos visto transmutarse tanto a Twitter. De hecho, la hemos visto hasta presentar sus stories (Fleets) y eliminarlos. A ello se suma la compra de Revue para integrar un sistema de newsletters, Spaces, su copia/plagio de Clubhose, Twitter Blue, su servicio de pago que por 2,99 dólares al mes que nos permite deshacer tuits, los SuperFollows, una espacie de Patreon integrado, y, por último, Communities o Notas, algo parecido a los subreddits donde encontrar espacios solo de temáticas comunes o artículos de blog, repectivamente.

El problema de todas las redes sociales: son una cámara de eco

Si fuera un estado, Twitter también contaría con pequeñas escisiones territoriales. Parler, creada con apoyo de Donald Trump o Mastodon, de código abierto y con protocolos para auspiciar sobre el papel una mayor libertad de expresión, nacieron como respuesta al problema habitual en redes de dónde poner el límite, algo que Musk también quería atajar a su manera.

En Twitter, en menor o mayor medida que otras redes, nos rodeamos y seguimos a personas con las que compartimos opiniones, haciendo que cada publicación se convierta en una bola de nieve de compartidos y retuits entre personas del mismo sesgo.

Es lo que se conoce como una cámara de eco para sus usuarios. Este concepto es una alegoría que ejemplifica cómo en Twitter y en redes nos rodeamos y seguimos a personas con las que compartimos opiniones, haciendo que cada publicación se convierta en una bola de nieve de compartidos y retuits entre personas del mismo sesgo.

En 2017 un grupo de investigadores de la Universidad de Yale y de Nueva York analizaron decenas de miles de tuits de contenido político, y comprobaron cómo, los que se podrían considerar de izquierda y de derechas, apenas se tocaban.

En otras palabras, no existían retuits y respuestas desde la otra parte del espectro. De hecho, el estudio apostaba porque si en Twitter nos da la impresión de que siempre está el típico que viene en busca de bronca, es porque su opinión destaca sobre manera frente al acolchado confort que nos da nuestra red de seguidos y seguidores, en la mayoría de casos afines.

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