Hace algo más de 100.000 años, el macizo de Altái fue el escenario donde los neandertales y los humanos modernos mantuvieron sus primeras relaciones sexuales. Aquellos encuentros prosiguieron durante miles de años dejando una huella genética en el ADN de nuestra especie. Se calcula que aproximadamente los humanos de hoy en día tenemos entre el 1 y el 3% del genoma con origen neandertal, un rastro ancestral que podría estar detrás de algunos efectos negativos como la trombosis o la aparición de disfunciones estomacales, depresiones, adicciones y desórdenes urinarios.

Pero el legado que nos dejaron los neandertales no solo está relacionado con un mayor riesgo de enfermedades. Un equipo de científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva ha analizado el genoma de más de 112.000 individuos para determinar qué rasgos conservamos aún de los neandertales. Sus resultados, publicados en la revista American Journal of Human Genetics, muestran que el ADN ancestral está implicado en características que desconocíamos hasta la fecha, como el color del pelo antes de que aparezcan las canas o la tonalidad de la piel.

El legado de los neandertales

"La principal conclusión de nuestro trabajo es que el ADN de los neandertales contribuye a variaciones en el fenotipo no relacionadas con enfermedades en las personas de hoy en día", explica a Hipertextual Janet Kelso, líder del Grupo de Bioinformática en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y autora del trabajo. Según Kelso, este tipo de estudios no eran posibles en el pasado ya que los científicos no contaban con bases de datos genéticos tan amplias relacionadas con las características visibles (fenotipo).

Algunas investigaciones realizadas anteriormente sí habían apuntado que, probablemente, Homo neanderthalensis nos había legado rasgos relacionados con la biología del cabello y de la piel, aunque no habían conseguido determinar qué características procedían exactamente de esta especie. "Ahora mostramos que [el ADN neandertal] afecta al color de la piel, y la facilidad con la que uno se pone moreno, así como a la tonalidad del pelo", dice la científica. Su trabajo sugiere también que los neandertales dejaron una huella en nuestro genoma que afectaría a otros caracteres como la altura, los patrones de sueño, las conductas adictivas como el consumo de tabaco o el estado de ánimo.

Su análisis no significa que todas estas características estén determinadas únicamente por ADN neandertal. "La mayor parte de los rasgos, como el tono de la piel y del pelo, los patrones de sueño, el estado de ánimo o el comportamiento adictivo, son complejos, y existen otras muchas variantes diferentes en nuestro genoma [que están] relacionadas", apunta Kelso. La científica destaca además que "el ADN neandertal es solo una fuente de variación genética que también es responsable de este tipo de rasgos", pero no la única.

neandertal
hairymuseummatt (Wikimedia)

En opinión de la investigadora, "es posible" que haya otros rasgos en los que influya el legado genético de los neandertales. La razón por la que aún no han sido descubiertos, según Kelso, se debería a que "no demasiados individuos portan estas variantes de origen neandertal". El artículo publicado en American Journal of Human Genetics no solo desvela algunos caracteres inesperados relacionados con estos homínidos, sino que sus resultados también ofrecen pistas sobre cómo eran los neandertales.

"Curiosamente, múltiples alelos neandertales en distintas localizaciones contribuyen al color de la piel y del pelo en los europeos de hoy en día, y estos alelos neandertales afectan a las tonalidades más claras y oscuras", apunta Kelso. A su juicio, dichas secuencias genéticas podrían sugerir que los propios neandertales también presentarían una gran variabilidad en estos rasgos físicos. Kelso defiende que sus investigaciones demuestran "los enormes beneficios" de los biobancos a la hora de entender la historia de la evolución humana. Normalmente estas grandes bases de datos se utilizan para resolver preguntas biomédicas, pero su estudio abre la puerta a responder otras incógnitas sobre nuestra especie.

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