El segundo spin-off de la celebérrima saga cinematográfica de *Star Wars*, vástago más talentoso de George Lucas —junto con la compañía de efectos visuales Industrial Light and Magic— que continúa sin la supervisión de su padre, se estrenará pronto en los cines de todo el mundo, y seguramente no es como los seguidores más fieles esperaban.No pocos cinéfilos sabrán que **el director estadounidense Ron Howard* había comenzado su carrera en el séptimo arte como actor en 1956, y después que transcurriesen tres largas décadas sin papeles muy relevantes, exceptuando su Steve Bolander de American Graffiti* (Lucas, 1973), decidió centrar sus esfuerzos en la realización, tras unos nueve años dirigiendo largometrajes, veinticinco películas hasta la fecha con las que ha destacado en pocas ocasiones: por Splash (1984), Willow (1988) o Apolo 13 (1995) para la cultura popular, un tanto por las virtudes de Ransom (1996), Cinderella Man (2005) y El código Da Vinci (2006) y, sobre todo, por la deslumbrante A Beautiful Mind (2001), una incomprensible e inesperada maravilla que triunfó en los Oscar.

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El motivo por el que uno no previese su filme más galardonado es **la completa falta de verdadero talento para la realización de cine, o como mínimo aparente, que ha demostrado Howard en las últimas cuatro décadas: sin estilo definido por el que vaya a merecer ser considerado un autor, parece por completo incapaz de salir del academicismo; y si efectúa un trabajo competente, desde luego que no acostumbra a rebasar ni un poquito los límites de la limpieza más insípida. Tal es la razón y no otra de que algunos nos llevásemos las manos a la cabeza al conocer la noticia de que iba a sustituir al frente de *Han Solo: Una historia de Star Wars (2018) a Phil Lord y Christopher Miller*, que abandonaron el proyecto por lo que siempre se aduce: “diferencias creativas irreconciliables” con los productores.

Es decir, con la elección de Howard ha ocurrido justo lo contrario que con la de J. J. Abrams para ocuparse de *El despertar de la Fuerza (2015) y el futuro Episodio IX* o la de Rian Johnson para *Los últimos Jedi* (2017) y la trilogía siguiente: por ello nos alegramos, pues el uno tenía en su haber la estupenda serie Perdidos (2004-2010) o la película Star Trek (2009), que revigorizó la otra gran franquicia de space opera, y el segundo, la estilizada negrura de Brick (2008), parte de los mejores episodios de Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-2013) y la potente ciencia ficción de Looper (2012). **De Gareth Edwards ignorábamos qué pensar* para Rogue One (2016) con Monsters (2010) y Godzilla* (2014) a sus espaldas, y de Lord y Miller con Cloudy with a Chance of Meatballs (2009) o The Lego Movie (2014) a las suyas.

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Lo que está bien claro es que **alguien con tan escasa personalidad cinematográfica como Howard no le iba a acarrear fastidio alguno a Lucasfilm durante la reelaboración de la nueva aventura de Star Wars: nada de “diferencias creativas” o, como poco y desde luego, no irreconciliables**. El problema es que, si bien su trato con el creador de la saga viene de lejos y además le propuso dirigir *La amenaza fantasma (Lucas, 1999) y no quiso, en ningún momento tiene uno la sensación al ver Han Solo* de que Howard hubiese interiorizado el espíritu de entretenimiento épico y, muchas veces, divertido de la obra o el carácter entrañablemente canallesco del antihéroe protagonista o su chulería sarcástica, tal como le hemos conocido en sus cuatro filmes anteriores.

Se podría argüir que estas dificultades para identificar la esencia de elementos a los que los seguidores están acostumbrados también son responsabilidad de los guionistas, Jonathan y Lawrence Kasdan, y del propio actor que interpreta a Han Solo, el californiano Alden Ehrenreich (Blue Jasmine, *Hail, Caesar!*). Y es cierto: el guion carece de la chispa habitual tan agradecida de la saga, tal vez porque se lo debemos más al hijo, autor de las comedias románticas Entre mujeres (2007) y The First Time (2012), que al anciano padre, escritor de El Imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980), El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983) y El despertar de la Fuerza; y el propio Ehrenreich ha dicho que “no se ha inspirado en Harrison Ford porque se habría vuelto loco”.

Pero no se puede señalar a otro integrante del equipo como responsable primero y último de que la totalidad de los ingredientes de una película sean los que deben sino al director, de forma que tanto la idoneidad del libreto como las indicaciones a los intérpretes para que construyeran a sus personajes bien redondos dependía de Howard, y no ha cumplido con su obligación en estos aspectos. No obstante, hay que entender que el pobre hombre **se había unido al proyecto ya muy avanzado, y a saber si le habría sido posible realizar ciertas modificaciones… o si se había percatado de que eran necesarias, algo dudoso. Y el fruto que ha caído de este árbol es un filme de Star Wars con pinta de Star Wars pero sin el alma de Star Wars**.

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El academicismo y, muy especialmente, la limpieza insípida de Howard que antes mencionábamos **hacen mella en Han Solo, uno de cuyos mayores problemas es que no trata a sus figuras míticas como tales ni en su presentación** —aprender debería Howard de Steven Spielberg en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) o de Denis Villeneuve en *Blade Runner 2049* (2017) con los personajes de Harrison Ford—, y quedará como una de las películas menos apasionantes de la franquicia galáctica. Sin embargo, tampoco hay que confundirse: se deja ver; es entretenida y amena porque está rodada con oficio y su montaje resulta eficiente, pero se sitúa a años luz de sus predecesoras más estimables en emoción y en sentido de la magia aventurera y audiovisual.

La partitura John Powell será relegada al olvido —como la inmensa mayoría de las que se componen, cuidadín—, y el resto del reparto hace lo que buenamente puede: Emilia Clarke (*Juego de tronos*) en la piel de Qi’ra, Paul Bettany (A Beautiful Mind, *Avengers: Infinity War) como Dryden Vos, Woody Harrelson (True Detective) encarnando a Beckett, Thandie Newton (Westworld) como Val, Joonas Suotamo (Los últimos Jedi*) en el interior del traje de Chewbacca, Phoebe Waller-Bridge (*Broadchurch*) con la captura de movimiento para el particular robot femenino L3-37, único hallazgo evidente del filme, y Donald Glover como Lando Calrissian, que ha recibido elogios inexplicables por su interpretación.

https://www.youtube.com/watch?v=IMLvV5GOD_k

Conclusión

Los que se sienten en el cine a ver Han Solo pueden estar tranquilos; no van a sentir que deberían devolverles el importe de la entrada en absoluto ni se arrepentirán de habérsela zampado, sobre todo por conocer detalles interesantes del pasado de tan queridos personajes de leyenda y alguna sorpresa imprevista; pero tampoco van a salir de la sala de proyección convencidos de haber aprovechado el tiempo lo mejor posible y sí de que Ron Howard no debería ni respirar el aire de los sets donde se rueden otros filmes de Star Wars.

Pros

  • Que es entretenida y amena porque está rodada con oficio y su montaje resulta eficiente.
  • El particular robot femenino L3
  • 37 de Phoebe Waller
  • Bridge, un hallazgo evidente.
  • La oportunidad de conocer detalles interesantes del pasado de unos personajes legendarios.

Contras

  • Que el academicismo y la limpieza insípida de Ron Howard como realizador hace mella en la película.
  • Que Howard no parece haber interiorizado el espíritu de entretenimiento épico y divertido de Star Wars o el carácter entrañablemente canallesco del protagonista.
  • Que el guion carece de la chispa habitual tan agradecida de la saga.
  • Que no identificamos a Alden Ehrenreich como Han Solo.
  • Que el director no trata a las figuras míticas del filme como tales ni en su presentación.
  • Que se sitúa a años luz de sus predecesoras más estimables en emoción y en sentido de la magia aventurera y audiovisual.

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