La única razón de que montones de espectadores de todo el mundo estén deseando acomodarse en la butaca de un cine para ver *The Force Awakens, séptimo episodio de Star Wars, y los que le seguirán en años venideros, no es otra que el mismo pasado de la saga, lo que les hicieron divertirse sus seis primeros episodios y, para algunos otros, también lo que la trilogía original supuso para el séptimo arte. Porque si Jaws* (Steven Spielberg, 1975) asentó las bases de la forma de elaborar las superproducciones que aún se convierten en éxitos de taquilla, **Star Wars: A New Hope (George Lucas, 1977) las apuntaló siendo primera muestra del cine como espectáculo comercial con una space opera de gran presupuesto, genuinos fanáticos como seguidores de la saga que comenzó y un sitio en la memoria emocional, quizá, de todo cinéfilo que se precie, y que se convertiría en la otra pata del cine moderno junto con los logros estéticos de The Godfather** (Francis Ford Coppola, 1972).'Star Wars' contaba con una imaginación mitológica que fue suficiente para cambiar la historia misma del cine
Primero, estas célebres palabras: “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…”, y a continuación, el título y el prólogo leído sobre un oscuro fondo estelar y con el inicio de la imperecedera banda sonora de John Williams. A los pocos minutos nos encontramos con los entrañables R2-D2 (Kenny Baker) y C-3PO (Anthony Daniels), y si se acepta la tremendísima casualidad de que acaben con Luke Skywalker (Mark Hamill) y Obi-Wan Kenobi (Alec Guinness), al que ya conocían y, por lo visto, no le recuerdan, uno puede disfrutar, como ya he indicado, de una space opera de fantasía, que no ciencia ficción, un sano entretenimiento sin demasiadas pretensiones, las mismas que el sinvergüenza de Han Solo (Harrison Ford) parecía tener en la vida, ni la capacidad de producir excesiva inquietud, angustia ni dolor por alguna pérdida, bastante elemental, por tanto, pero con una imaginación mitológica que fue suficiente para cambiar la historia misma del cine.
**The Empire Strikes Back (Irvin Kershner, 1980) es más seria que su antecesora, con menos gracietas fáciles, una producción de mayor lujo, un montaje con un dinamismo superior y, sin duda, escenas más míticas y algún descubrimiento tremendo, de los más recordados en la gran pantalla; un episodio mejor en resumidas cuentas, y no sólo que el precedente, sino mejor que los otros cinco primeros al menos. Y es aquí donde más se percibe la inspiración orientalista de la esfera fantástica y filosófica de la saga**, en el entrenamiento al que el pequeño pero poderoso Yoda somete a Luke para controlar la Fuerza como un verdadero Jedi. Algo simplista, como las propias ideas de las que bebe, pero igualmente eficaz para el relato.'The Empire Strikes Back' es el más logrado de los seis primeros episodios de 'Star Wars'
**Todo lo anterior empequeñece The Return of the Jedi (Richard Marquand, 1983), sobre todo teniendo en cuenta su flojo y algo torpe primer tramo, sus arritmias y ciertas incongruencias en las palabras de Yoda. Y lo que verdaderamente interesa de este episodio es la interacción y la lucha de Luke con Darth Vader (David Prowse) y el Emperador (Ian McDiarmid). Pero, para saber cómo llegaron a ser quienes son estos dos últimos y de dónde salió tanto el primero como la princesa Leia (Carrie Fisher), contamos con la segunda trilogía de la saga, tres precuelas de los episodios originales, dirigidos por el visionario George Lucas, en las que se nos desvelan los pormenores del pasado al que se refieren una y otra vez los ya ancianos de estos.
Y es inevitable cierta decepción al ver The Phantom Menace (1999), no porque técnicamente no sea todo lo que se podría esperar, no porque el mundo que nos muestra no sea el que tan bien conocemos de los Jedi y el reverso tenebroso de la Fuerza, ni porque no sea interesante contemplar a algunos de los personajes de las primeras películas décadas antes de necesitar una nueva esperanza; el problema es que lo que ocurre se nos antoja una minucia** con la que, además, Lucas no logra emocionarnos demasiado pese a su esfuerzo; y el tal Jar Jar Binks no ayuda demasiado.
Esta sensación se intensifica tras ver **Attack of the Clones** (2002) porque uno puede llegar a pensar que quizá, en vez de una trilogía, hubieran bastado dos filmes para contar lo realmente importante de la historia 'Revenge of the Sith' tiene la emoción que se necesitaba, los enfrentamientos que anhelábamos ver en la segunda trilogía
que precede a la Star Wars inicial. La segunda película de la nueva trilogía ahonda en los conflictos galácticos que había presentado la anterior, mediando el mismo tipo de gracietas durante la acción que eran aceptables hace casi cuarenta años pero que aquí suenan viejunas y, de este modo, no cumplen con el objetivo de provocar hilaridad, sino que molestan. Pero si algún provecho tiene es, desde luego, **preparar el terreno para el único episodio realmente valioso de las precuelas, Revenge of the Sith (2005).
El cierre de esta trilogía tiene la emoción que se necesitaba, los enfrentamientos que anhelábamos ver, y Lucas casi llega a lograr algo semejante a los mejores momentos de las películas originales; he aquí la auténtica tragedia que estábamos deseando contemplar, la verdadera semilla de los otros episodios**. ¿Habrá conseguido JJ Abrams con The Force Awakens aquello a cuyas puertas se quedó Lucas al final? Pronto conoceremos la respuesta.