Como cualquier artista o trabajador del arte con cierta fama, casi todos los directores de cine de ese estatus cuentan con defensores y detractores, críticos y cinéfilos que suelen disfrutar con sus obras y otros que, por el contrario, tuercen el gesto al verlas, cada uno con sus razones, su nivel de conocimientos y sus capacidades para separar el grano de la paja. Pero, si hay un realizador que sea valorado por la crítica, reconocido durante las temporadas de premios y querido por el público gracias unas películas u otras, ese es el estadounidense Steven Spielberg sin lugar a dudas, que además continúa como uno de los individuos más poderosos de Hollywood.
Un cineasta precoz
Como cuentan algunos de sus colegas de sí mismos, Spielberg comenzó a rodar cortometrajes como aficionado a una edad temprana: el western **The Last Gun (1959) y Fighter Squad (1961) fueron sus primogénitos, imposibles de encontrar, y les secundaron el mediometraje bélico Escape to Nowhere (1961) y el largo de ciencia ficción Firelight (1964)**, de los que sólo se cuenta con extractos en forma de corto que, como era de esperar, si bien revelan ya las posibilidades y los intereses narrativos del joven director, son de lo más cutres.
Tras su paso por la universidad, consiguió un trabajo en el departamento de edición de Universal Studios, y su primera obra realmente profesional fue **Amblin’ (1968), un corto encantador que pudo presentar en salas comerciales y que trece años después le serviría para ponerle nombre a su conocida productora Amblin Entertainment, la cual ya ha estado detrás de más de sesenta películas y una veintena de series de televisión. Y en este medio recaló al unirse a la división televisiva de la propia Universal, para la que dirigió episodios de series** comoSu estilo casi académico y sus sencillos intereses narrativos no le impiden entregarnos películas de gran calidad
Night Gallery (1969-1971), Marcus Welby (1970), The Name of the Game, The Psychiatrist y Owen Marshall, Counselor at Law (1971), todas ellas olvidadas u olvidables, y la popular Columbo (1971). Y fue en los años sucesivos cuando despegó, dando muestras de su acerado estilo, siempre pulcro y casi académico, y de sus inclinaciones exclusivamente narrativas y genéricas, no muy hondas, y hacia los buenos sentimientos, lo que desde luego no le impide entregarnos películas de una calidad que ya quisieran muchos autores cinematográficos.
Por qué le llaman el Rey Midas de Hollywood
Spielberg tuvo que esperar su campanada sobresaliente hasta el rodaje de su primer largo en el oficio, **Duel (1971), una adaptación desasosegante y muy aprovechada de la novela corta homónima de Richard Matheson, cuyo guion escribió él mismo, tan exitosa que llegó a estrenarse en la gran pantalla pese a que había sido realizada para televisión. Como en la caja tonta se vieron más tarde sus Something Evil (1972), un bodrio sin alicientes, y Savage (1973)**, que he sido incapaz de localizar.
La nimia **The Sugarland Express (1974), la revolucionaria Jaws (1975), basada en la novela de Peter Bentchley y escrita por él mismo, y la inspirada Close Encounters of the Third Kind (1977) fueron las tres producciones ya para salas comerciales que le auparon a su posición de cineasta confiable y que le valieron el mote de Rey Midas de Hollywood: lograron una gran recaudación en taquilla, y la segunda, una terrible lucha sin cuartel contra un escualo brutal que horrorizó al mundo entero, inauguró la fórmula de las nuevas superproducciones de cine y constituyó uno de los mayores taquillazos de la historia. A partir de entonces, al menos en cuanto a su autonomía, recursos y capacidad de decisión, Spielberg no tuvo que volver a preocuparse.
Una filmografía con más aciertos que equivocaciones
Al desastre de grandes proporciones que fue 1941 (1979), una comedia descabellada sin gracia ninguna y que no tiene nada que envidiarle al coma en el que se sumió el género en la década de los ochenta, le siguieron dos películas que han marcado su carrera: Raiders of the Lost Ark (1981)*, una clara y divertida renovación del cine de aventuras en la que, no obstante y como bien explicaron muy socarronamente en The Big Bang Theory, el protagonista es irrelevante para el desarrollo y el resultado de la trama; y la nunca imaginada *ET the Extra-Terrestrial (1982)**, que es emotiva hasta rompernos el corazón, y una de cuyas inolvidables escenas sirvió como imagen para Amblin Entertainment porque no hay nada más personal para la identificación de algo que pertenezca a Spielberg.
Su aportación al filme episódico que llevó al cine la antigua serie **The Twilight Zone (1983), junto a John Landis, Joe Dante y George Miller, carece de fuerza; a Indiana Jones and the Temple of Doom (1984)*, secuela de las andanzas de tan intrépido arqueólogo, la postran al final algunas inverosimilitudes de peso; y de los dos episodios que después dirigió de Amazing Stories* (1985), uno se estrella y el otro no destaca.Desde que le llaman "el Rey Midas de Hollywood" no tiene que preocuparse por su autonomía, recursos ni capacidad de decisión
Recuperó el buen tono con la dolorosa **The Color Purple (1985), basada en la novela de Alice Walker y una de sus películas más apreciables, en la que, junto con Whoopi Goldberg, se adueña de nuestras emociones hasta el final; la digna pero un tanto agotadora Empire of the Sun (1987), que trasvasa a la gran pantalla las memorias de James Graham Ballard; la cumbre indiscutible de su cine de aventuras, Indiana Jones and the Last Crusade (1989), en la que las secuencias se encadenan de forma vertiginosa, sin que el ritmo decaiga jamás, y en la que Harrison Ford encuentra a su pareja cómica perfecta en Sean Connery y el humor es el más ocurrente de la saga; y la sencilla y franca Always (1989)*, remake de A Guy Named Joe* (Victor Fleming, 1943) con diálogos vivaces y una gran química entre Richard Dreyfuss y Holly Hunter.
**Hook (1991) es su antepenúltimo pinchazo, un fallido acercamiento al mundo del niño que no quería crecer ideado por James Barry que se hunde en ridículas circunstancias de su último tramo; Jurassic Park (1993), en origen una novela de Michael Crichton, encandiló a medio mundo con sus imágenes inusitadas y su impresionante peripecia y pulverizó la taquilla; y Schindler’s List (1993)**, cimentada en el libro de Thomas Keneally, nos embarcó en el horror asesino nazi en blanco y negro y le contrapuso un enorme ejemplo de humanidad, oscilando entre secuencias espeluznantes y conmovedoras, siempre lúcidas, que nos dejan las entrañas enflaquecidas por una experiencia con la que resulta difícil animarse a repetir.La cumbre indiscutible de su cine de aventuras es 'Indiana Jones and the Last Crusade'
Por el contrario, aunque en **Amistad (1997) se esfuerza para transmitirnos emociones semejantes por la brutalidad y la injusticia de la esclavitud, no alcanza la potencia dramática que sería más conveniente; y justo antes, The Lost World (1997) parecía digna sucesora de la primera obra jurásica, también novelada por Crichton, pero termina despeñándose en el exceso y la inverosimilitud de la última parte; en la crudelísima Saving Private Ryan (1998) recobró el buen pulso, pese a que su misma premisa se nos antoje un tanto increíble; no he podido dar con el corto The Unfinished Journey (1999), sobre la historia y el modo de vida estadounidenses; y en AI Artificial Intelligence (2001)** nos ofrece un auténtico cuento de hadas de ciencia ficción, originalmente cortesía de Brian Aldiss, algo irregular y a veces desangelado, que se eleva en las secuencias finales.
Una elegante sinfonía audiovisual es **Catch Me If You Can (2002), apoyada en la obra de Frank W. Abagnale y Stan Redding, entretenidísima de principio a fin; y Minority Report (2002), un vibrante ejercicio de ciencia ficción, basado en el relato de Philip K. Dick, que llega a fascinar por momentos. The Terminal (2004) es una agradable y socarrona peliculita, con la imperdible escena de “la cara de Navorski”, que pierde empuje y credibilidad hacia el final; en las antípodas de Munich (2005)**, el último gran filme de Spielberg, una violenta tragedia política sin concesiones de ninguna laya, con algún montaje casi estupefaciente que nunca le habíamos visto, estremecedor.Resulta difícil animarse a volver a ver 'Schindler's List' porque te deja las entrañas enflaquecidas con su dureza
La aterradora **War of the Worlds (2005), según la obra de HG Wells, alberga secuencias apabullantes; la incomprendida Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull (2008) supone la tardía pero lógica continuación de esta saga con los mismos ingredientes que hicieron un gozo de la anterior, y la alargada sombra del doctor Henry Jones planeando sobre ella; A Timeless Call (2008) es un corto patriotero que carece de agudeza y, por tanto, de interés; y The Adventures of Tintin: Secret of the Unicorn (2011)**, nueva recreación de los cómics de Hergé, es un lustroso filme de animación que demuestra por qué Spielberg es el padre de Indiana Jones, con sus largas secuencias de acción imaginativa y trepidante.
**War Horse (2011) adapta la novela de Michael Morpurgo, y se deja ver, pero interesa poco y nunca levanta el vuelo; para la inevitablemente discursiva Lincoln (2012), con un libro de Doris Kearns Goodwin como fuente de documentación básica, Spielberg opta por una realización tan calma que es casi invisible, acorde a con su discursividad, lo cual hace que no resulte apasionante más que para los ya fascinados por el ilustre Presidente de Estados Unidos revivido, un Daniel Day-Lewis tan impecable como acostumbra; y Bridge of Spies (2015)** hubiera resultado mucho más efectiva si la hubiese abordado con la verdadera seriedad de un thriller, pero ha preferido adoptar un tono más ligero al que se presta la socarronería natural de Tom Hanks, y por ello hay que echarla al saco de las obras menores de Spielberg, quien estoy seguro de que aún contará con un buen montón de oportunidades de hacernos pasar tan buenos ratos como acostumbra.