Por bueno que fuera, tu PC está a punto de envejecer a una velocidad que, quizá, no esperabas. Tras años de estancamiento, portátiles y sobremesas finalmente se topan con una frescura difícil de predecir hace tan solo un puñado de semanas. Sin ir más lejos, mi portátil se acerca peligrosamente a los ocho años de vida. El anterior, de nada menos que 2009, todavía sigue circulando –con un SSD, eso sí– en la familia para tareas relativamente básicas. Y con su oportuno cambio de batería, dan lo que prometieron, o casi todo.
Generalizando un poco, van años en el que el rendimiento en equipos tradicionales había progresado de forma sostenida pero casi desapercibida, al menos si medimos contra el meteórico ascenso de las capacidades de los smartphones. Pero de una forma o de otra, o todas a la vez, esto está a punto de cambiar de nuevo.
El rendimiento tradicional despega, patrocinado por AMD
Presentadas las novedades de Intel para portátiles de bajo consumo a comienzos de septiembre, hace tan solo unos días vimos como AMD hacía su parte de relevo generacional en el segmento de escritorio. Subiéndose a la gran evolución que vimos con Zen 2 ya prácticamente equiparable a la referencia en 2019, a muchos ha pillado por sorpresa un avance que insiste en múltiples términos, aunque desgraciadamente también en precio.
Más allá de unas frecuencias más elevadas o un contador de núcleos más alto, los nuevos AMD Ryzen 5000 llegan con la arquitectura Zen 3 a bordo, mejorando fuertemente también en el IPC. Esto es, el número de operaciones que son capaces de realizar por cada ciclo de computación, muy relevante en tareas no paralelizables –como el arranque del sistema–, que asciende según AMD un 19% tras años de mejoras en el dígito único por la parte de Intel.
Y esto, todavía, sin dar el salto a los 5 nanómetros –algo que de momento solo ha hecho el nuevo A14 Bionic de Apple– que se espera para el próximo año junto a Zen 4, por lo que se mantiene en los 7 nm de TSMC. Intel tampoco ha pivotado todavía más allá de los 14 nanómetros en escritorio. Es por tanto esperable que ambas marcas puedan consolidar mejores métricas de rendimiento de cara a estos próximos procesos.
En el mundo del portátil, de hecho, estamos viendo cómo los Ryzen Mobile 4000 se plantean como una gran propuesta de valor frente a precio. AMD había sido hasta 2020 –y lo sigue siendo en cierto sentido, aunque ya mucho menos, ahora veremos por qué– la alternativa barata de Intel. Con las últimas propuestas ya en 7 nanómetros, encontramos portátiles de AMD que democratizan el rendimiento en movilidad. Muchos núcleos, tan potentes como los de Intel y ya sin un derroche tan grande en batería como lo venían siendo las generaciones anteriores.
Hay que tener en mente que la gran delantera de Intel le ha permitido mantenerse relevante todos los años que ha encadenado problemas para desarrollar un proceso que avance sobre los 14 nm. Este se presentó en 2014, y desde entonces lo vemos poblar todas las generaciones de ordenadores, hasta la actual que los destierra –parece– de unos portátiles que dominan las altas frecuencias de las que obtienen un rendimiento ahora mejorado.
La 'smartización' del PC, en marcha
Pero no es solo potencia de CPU lo que define a un PC en 2020. Los últimos Tiger Lake de Intel lo demuestran con su gran énfasis hacia una nueva arquitectura de gráficos integrados Iris Xe, hasta el doble de potente que generaciones previas. Pero hay un elemento más que llega tres años después de su introducción en los smartphones. Se trata de la NPU, o Neural Processing Unit, que aterriza en los últimos chips de Intel prometiendo un rendimiento hasta 6 veces superior en tareas de inteligencia artificial.
Un elemento que ya va por su cuarta generación en móviles y que es el motor de gran cantidad de mejoras a nivel fotográfico, de gestión de batería, predicción de patrones de uso o muchas otras. El caso es que en el PC todavía no está tan extendido su uso, y puede ser este un primer paso para ver una nueva cascada aplicaciones vía software por parte de quienes gestionan el sistema operativo, y también por terceros.
La inclusión de este tipo soporte en hardware supone la rotura de una nueva piñata de novedades por software. Tus fotos etiquetadas por contactos, acelerado en el propio PC. Videoconferencias con una compresión brutal vía inteligencia artificial, y cero carga sobre la CPU en alta resolución. Procesamiento de imagen avanzado, inteligente y mucho más natural. Todas estas posibilidades se abren un hueco, despejando parte del camino al resto de recursos para allí donde realmente hagan falta.
Esta tendencia no ha hecho más que empezar. De hecho, quienes ya dan por muerta la Ley de Moore desde hace años –aunque eso da para otra discusión–, ya postulan que hay otra que se merece darle si no relevo, compañía. Si Gordon Moore es el confundador de Intel, la Ley de Huang plantea honrar al CEO de Nvidia –quien tan pronto presenta tarjetas gráficas desde su cocina como se lanza a la compra de tecnológicas por valor de 40.000 millones de dólares– debido al inmenso despliegue de las capacidades de IA a bordo de sus sistemas.
El salvavidas de ARM
Por su parte, claro, Apple ya anunció su escapada en solitario hacia la arquitectura ARM con Apple Silicon. En ella ya cuentan con sus Neural Engines, por lo que podrá aplicar parte de su magia propia, además de unos rendimientos más que respetables frente al escritorio y las excelentes eficiencias del mundo móvil. Tienen por delante el inmenso reto de ser capaces de trasvasar todo el software y darle soporte. A cambio, la misma arquitectura dará vida al iPhone, iPad y al Mac, por lo que será más sencillo programar para estas plataformas.
Tanto si Intel como AMD no continúan desplegando avances a buen ritmo, parece que al fin hay algo de luz para el PC, de la mano de las arquitecturas ARM más recientes y próximas. Llevar las grandes eficiencias que le caracterizan, con la gran proyección en rendimiento, puede incluso permitir la irrupción de nuevos factores de forma, así como la apertura de puertas tanto en el PC como al mundo de los centros de datos. Y Qualcomm, quien también lo ha tenido históricamente muy difícil –incluso de la mano de la propia Microsoft–, parece que empieza a ver la luz en este sentido.
Y es que recientemente era el gigante de Redmond quien anunciaba que, ante la sequía de aplicaciones nativas para esta arquitectura, anunciaba avances en este sentido. Llevaría nuevas aplicaciones, como Visual Studio Code o Teams, directamente a esta plataforma. Asimismo, se extendería el soporte de emulación en Windows para aplicaciones de la arquitectura x86, la de escritorio típica, desde los 32 bits actuales hasta una más capaz que permita la utilización de aplicaciones x86 en 64 bits. Un ejemplo de ella es toda la suite de aplicaciones de Adobe, que no se encuentran en 32 bits.
De esta forma, el moderado número de portátiles con los chips de Qualcomm adaptados para equipos portátiles –también renovado en el nuevo Surface Pro X con el Snapdragon 8cx Gen2–, se encuentra en una posición potencialmente digna de florecer. Si bien hablamos todavía de un entorno emulado, se trata de un gran paso que puede dar cabida, en primer lugar a los usuarios más centrados en la movilidad y con uso esporádico de aplicaciones de mayor rendimiento, y probablemente también a una eventual adaptación del sistema.
Sea como sea, parece que el ecosistema del PCs y Mac se encuentra en un momento de plena expansión, con un soplo de aire fresco en varias direcciones. Apple, Qualcomm, ARM, Microsoft, Intel, AMD y Nvidia conspiran en torno a una idea: traer productos que venzan al resto y convenzan al usuario.
Mientras tanto, como quien espera la renovación de un coche a gasolina a ver si la oferta eléctrica mejora, nos encontramos en un momento en el que, si tu ordenador aguanta un año o dos más, quizá sea momento de ver qué tal sientan todas estas renovaciones. Y si no, la oferta nunca ha sido tan solvente como hoy. Yo de momento voy a esperar otro poco.