Microsoft Surface Pro X

Estancada durante hasta cinco años en los 14 nanómetros, Intel ralentizaba la mejora de sus procesadores en términos de consumo energético, dando un margen suficiente a las alternativas de ARM. Este tipo de chips, históricamente más modestos pero también mucho más eficientes, son los que han permitido al smartphones y tablets ocupar un espacio mucho más ubicuo en nuestras jornadas.

Tras el fiasco de Windows Phone, Microsoft ha intentado en varias ocasiones recuperar el espacio perdido en movilidad. Windows RT y Windows S fueron sus primeros intentos en ese espacio, por la vía de un sistema operativo reducido que intentara mantener las características más esenciales, pero reduciendo el consumo y extendiendo esta compatibilidad con los procesadores más limitados.

El último gran intento de Microsoft pasa por llevar Windows 10 en su versión completa a los diseños ARM. Estos chips ya son lo suficientemente potentes como para equipar un sistema operativo tradicional, siempre y cuando el software acompañe. ¿El único problema? Que una vez más, parece no hacerlo.

El intento en 2019: Surface Pro X

Microsoft Surface Pro X
Microsoft

El pasado octubre, Microsoft presentaba su última apuesta por explorar este horizonte. El Surface Pro X llega ahora como un portátil con procesador propio, al que llaman SQ1. Este no es mucho más que una versión del Snapdragon 8cx, que a su vez no parece ser muy distinto del Snapdragon 855 que vemos en la mayoría de smartphones Android de gama alta.

No se trata del primer portátil con uno de estos chipsets a bordo. Otros fabricantes, como Samsung o Lenovo, también están intentando abrirse paso en este segmento. En cualquier caso, estamos frente a un chip ya a la altura de las propuestas clásicas de Intel en bajo consumo –incluso, en algunos apartados como el gráfico o el de la eficiencia, muy por encima–. A la espera de que los 10 nanómetros de Intel terminen de aterrizar, habiendo llegado de momento únicamente en su décima generación a la gama más alta, dejando espacio a una actualizada hornada en los 14 nm, la de Qualcomm parece una apuesta sólida.

Qualcomm Microsoft SQ1
Microsoft

Al menos a largo plazo. Y es que si leemos las primeras experiencias con la nueva apuesta de Microsoft, parece que en el corto todavía queda mucho trabajo por hacer. A pesar de su atractiva pantalla táctil y sus generosas configuraciones de memoria, la alta barrera de entrada –parte de los mil dólares– no lo salva de la catástrofe.

Aunque sí que parece ser un relativamente buen equipo en el que basarse si estás centrado exclusivamente en el ecosistema de aplicaciones de Microsoft –Office y Edge–, para todo lo demás la experiencia apunta a ser completamente opuesta a lo que prometen sus características. Fuera de ellas, un rendimiento insuficiente heredado de una optimización todavía en proceso con las principales aplicaciones disponibles, incluso, una batería algo limitada para su formato. Queda por tanto como una especie de Chromebook de Microsoft centrado en una gama más alta en ciertos componentes.

La sequía de aplicaciones

Microsoft Edge en el Surface Pro X
Microsoft

Da la sensación de que, a pesar de los proclamados esfuerzos de Microsoft, el ecosistema de aplicaciones de Windows para ARM no termina de despegar. Ya fue hace un año cuando se añadió el soporte a este tipo de aplicaciones, como una opción más para los desarrolladores a la hora de compilar el software.

Un paso aparentemente sencillo en el que únicamente estos tenían que hacer poco más trabajo que el de repetir la salida del código definitivo, necesario para funcionar en una arquitectura claramente distinta a nivel de hardware. Esto podría ser suficiente para convencer al menos a los grandes desarrolladores de portar sus principales aplicaciones de la clásica arquitectura x86 al sistema operativo de Microsoft para ARM.

La realidad es bien distinta. Más allá de las propias del gigante de Redmond, el catálogo continúa siendo la gran pena de Windows hacia la movilidad. Las aplicaciones no adaptadas funcionan sobre una capa de virtualización que, como ocurre suele ocurrir en este tipo de sistemas, se lleva por delante tanto el rendimiento, como la batería y, por supuesto, la experiencia.

No hay rastro todavía de las grandes aplicaciones de productividad. Ni siquiera de las más conocidas, como la suite de Adobe CC, donde veríamos Photoshop, Lightroom o Premiere. Tampoco AutoCAD. Y por supuesto, casi nada de juegos compatibles, más allá de los muy básicos al estilo de Angry Birds 2 que aparece destacado en la tienda oficial. De momento, Microsoft sí que ha confirmado, según Wired, que Adobe ya trabaja por portar las aplicaciones de Creative Cloud a esta arquitectura, aunque se desconoce más información, entre la que se incluye una posible fecha.

Una vez más, el escenario actual puede abocar a dos posibilidades bien distintas para el futuro de este Windows en bajo consumo. Una es que Microsoft esté intentando evitar la sangría sufrida en el móvil con Windows Phone y la huida hacia delante con la compra de Nokia, y que simplemente nos encontremos en una etapa muy prematura de su implantación. La otra es que, sencillamente, no llegue a hacerlo.

Microsoft Store, ¿a un paso del abandono?

Microsoft Store en Windows 10

Es Slaven, uno de los desarrolladores en UserCamp, un pequeño estudio con aplicaciones de diseño como PenBook, quien puso el foco en la tienda de aplicaciones de Windows, la Microsoft Store. Según afirma, lleva cerca de un año intentando publicar aplicaciones compatibles con estos sistemas ARM en 64 bits, sin éxito.

Y no solo eso, sino que afirma que la Microsoft Store ha pasado a "modo mantenimiento", habiendo supuestamente la tecnológica retirado parte de los recursos humanos que solía haber detrás. Ahora, afirma que no pueden "que un único humano responda a una pregunta relacionadas con la tienda".

El tipo de aplicaciones que desarrolla el estudio es además interesante para este tipo de dispositivos, que son a menudo táctiles, siendo el Surface Pro X "el Surface ideal" que ha estado esperando, y que sería "una experiencia impresionante" ejecutarlas en el dispositivo.

Este relato encaja con las críticas que hacían también recientemente del Surface Pro X desde The Verge, que afirmaba que la propia tienda no es capaz de distinguir qué aplicaciones están desarrolladas con la nueva arquitectura en mente. Así, si contamos con uno de estos dispositivos y accedemos a la Microsoft Store, estarán mezcladas las aplicaciones optimizadas –que son las menos– con las que no lo están, lo cual es garantía de una experiencia terrible. Microsoft ha prometido fijar filtros que realicen una selección de las desarrolladas específicamente para ARM64.

El futuro (probable)

Samsung Galaxy Book S
Samsung Galaxy Book S

Los principales fabricantes de PC quieren estar ahí en caso de que ARM termine por abrazar el futuro de la movilidad y abrirse un hueco en un segmento dominado por el iPad e Intel. Una suerte de antesala de las capacidades de Windows, simplemente y de momento con un ecosistema de aplicaciones más limitado y todavía por optimizar, pero llevado a equipos más duraderos y portátiles, con diseños más acercados al formato tablet.

No obstante, también quieren aprovechar sus esfuerzos y, resumiendo, vender lo que fabrican. Un ejemplo de esto es Samsung, que lanzó su Galaxy Book S con el Snapdragon 8cx el pasado agosto, y está a la espera de relanzarlo el próximo año, solo que esta vez con un procesador Intel bajo el capó que sea más abiertamente compatible y no tanto un dolor de cabeza para el consumidor.

Mientras tanto, son los propios procesadores ARM los que tiran del carro de una transición que es cada vez más obvia y demandada tanto desde el lado de los fabricantes como por los mismos usuarios. ¿Quién no quiere diseños más ligeros, delgados, potentes y, además, duraderos? La transición a nivel de software ya no es tan sencilla, y requiere engranar los trabajos de las varias capas de actores.

Si la situación es así de compleja para la mismísima Microsoft, es de entender que los fabricantes y desarrolladores –no digo ya usuarios– tengan sus esfuerzos e inversiones a la espera de que la situación despegue. Porque como ya ha ocurrido otras veces, puede ser que termine por no hacerlo.