¿Quién dijo que las naves espaciales están reñidas con la comedia? Una de las claves de la ciencia ficción es su permanente conexión con la realidad que nos rodea, por lo que suele incluir una crítica social o política entre pistolas láser, invasiones alienígenas o guerras intergalácticas. Y una de las armas más eficaces para ello es el humor; o si no, que se lo digan al autor John Scalzi.

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El cine y la televisión también se han empapado de este viso cómico del género desde sus inicios. Bien mediante la parodia de sus elementos clásicos, bien simplemente añadiéndole un toque de humor a las aventuras que, de otro modo, pueden llegar a resultar demasiado serias. Sea como sea, la ciencia ficción humorística es una de las ramas más exitosas de este género, y su origen está ligado al de los grandes clásicos.

Los clásicos que marcaron el camino

Una de las primeras cintas de ciencia ficción humorística se la debemos a Stanley Kubrick que, en 1964, nos regaló la fantástica Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb —el título se tradujo literalmente en Latinoamérica, pero a España llegó como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú—. Además de irrumpir en el género como una de las películas más recordadas y veneradas, le granjeó a su director sus primeras nominaciones a los Oscar.

La historia explora la posibilidad de que un oficial americano pueda lanzar una bomba atómica y comenzar una guerra mundial sin la autorización del presidente del país; una premisa que Kubrick extrajo de la novela Red Alert y para la que pasó años documentándose. La cinta despertó una gran controversia en la Norteamérica de la Guerra Fría, pero lo cierto es que a principios de los años setenta, la regulación sobre el control de las armas nucleares sufrió su primera revisión. Una ciencia ficción mucho más realista de lo que los ciudadanos estadounidenses podían imaginar en aquella época.

Otro buen ejemplo de historia con un fuerte trasfondo político, aunque algo más escondido esta vez, es Barbarella (1969). En el año en que terminó la fantasía de paz y amor de la década de los sesenta, el director Roger Vadim adaptó a la gran pantalla la tira cómica de Jean Claude Forest. Es una parodia de las películas de ciencia ficción protagonizada por una mujer tan vulnerable, buena y hermosa que no puede existir. Durante toda la película, Barbarella encarna los valores de la comunidad hippie y proclama que el amor —y el sexo— bastan para acabar con todo el mal del planeta.

La dulzura que impregna la actuación de una jovencísima Jane Fonda es tan exagerada que da pie a situaciones inverosímiles y ridículas, ante las que el espectador no tiene más remedio que dejar escapar una sonrisilla. Barbarella es el sueño erótico de una generación, siempre dispuesta a complacer y adornada con atuendos reveladores, pero también es una representación de la utopía hippie inalcanzable; un sueño de paz y armonía que no va a cumplirse.

A este clásico le siguen otros como El jovencito Frankenstein (1974), que utiliza la obra maestra de la literatura de Mary Shelley para darle un giro cómico que aún hoy tiene cautivados a audiencia y crítica por igual. A través de un humor muy visual, y unas actuaciones que rayan en la exageración, la película de Mel Brooks se ha colado en el imaginario popular y no pierde vigencia incluso más de 40 años después de su estreno.

También de 1974, Dark Star, dirigida por John Carpenter, consigue una buena puntuación por parte de la crítica especializada. Se trata de una película que se aleja de los aspectos más idealizados del viaje espacial y nos muestra la realidad ruinosa de una nave que lleva 20 años de misión. Una premisa que encaja con el reciente estreno de HBO, Avenue 5, en el que un crucero espacial queda dañado con miles de pasajeros a bordo y la incompetencia de la tripulación se hace evidente.

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Entre las más valoradas por la crítica especializada, también está la primera entrega de Back to the future —o Regreso al futuro—, estrenada en 1985. El mítico DeLorean, el chaleco naranja butano del protagonista y el drama de —casi— acabar cometiendo incesto, hacen de esta película una de las más recordadas por el público. Es una de las marcas de identidad del cine de los años 80, sumida de lleno en la estética de esta década y la de los 50, con un aire doblemente nostálgico que hace de ella una entrañable aventura que equilibra el humor y la acción perfectamente.

No se puede decir lo mismo de las secuelas, un intento por estirar el increíble éxito de la cinta original de Robert Zemeckis. Eso sí, lo que no funcionó para la crítica, que apenas les da a las siguientes partes el aprobado, siguió causando furor entre el público. Según la web Metacritic, los espectadores valoran ambas secuelas por encima del 80 sobre 100. Además, tiene el privilegio de ser uno de los pocos clásicos ochenteros que no se ha revivido aún.

Clásicos y sus remakes

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En esta línea, le siguen otras sagas que sí han tenido un remake reciente: Ghostbusters y Men in black. Ambas llevan varias décadas marcando la simbología de la cultura pop y ambas han tenido secuelas insalvables por poco y reimaginaciones odiadas por la crítica. Men in black le ofreció a Will Smith uno de sus papeles más emblemáticos y al público una vuelta de tuerca al género de los alienígenas.

Recibió un notable bajo de media por parte de los críticos, una nota mucho menor de lo que le otorga el público. De ahí que las dos siguientes entregas fueran del gusto de los espectadores, pero no llegaran a convencer a los especialistas. Donde sí hay consenso es en la nota para el reboot protagonizado por Chris Hemsworth y Tessa Thompson, Men in black: international. La divertida química entre ambos no ha sido suficiente para contentar a nadie, y la película es la peor valorada de la saga.

Algo similar sucedió con los Cazafantasmas de Bill Murray. La cinta de 1984, dirigida por Ivan Reitman, es un mito del cine cómico y de ciencia ficción. Su impacto en la cultura popular se ha reflejado en incontables ocasiones —una de las últimas, al disfrazarse los niños de Stranger Things de sus protagonistas—, por lo que su popularidad es innegable. Los expertos, además, le otorgan una calificación nada desdeñable que supera el notable; pero la polémica llega de la mano de la adaptación de Paul Feig en 2016.

La “versión femenina” de los Cazafantasmas causó tal oleada de odio entre los grupos más tóxicos del fandom que la película fue cancelada por sus seguidores desde mucho antes de que se estrenara en cines. La corriente reaccionaria que levantó esta película se ha tomado como ejemplo para situaciones similares que han ocurrido después, como el odio a Capitana Marvel y las miles de reseñas que recibió antes de su estreno, o el desprecio a Ocean’s 8, Rogue One y Men in Black: International antes de que salieran a la luz solo por tener protagonistas mujeres. Ahora, Jason Reitman está preparando una secuela directa de las originales que llegará a las salas este verano, seguro rodeada de mucha menos controversia.

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Ignoradas por la crítica, adoradas por el público

En 1996, Tim Burton dirigió Mars Attacks!, una hilarante visión sobre la invasión alienígena del planeta Tierra. Los divertidos aliens de enormes cerebros sobresalientes son una de las imágenes más recurrentes cuando pensamos en la vida extraterrestre —junto, quizá, a E. T. y algún tipo de ser verdoso y antropomorfo—. Pero a la crítica especializada le pareció poco trabajada y no tan divertida como debiera.

Algo parecido le ocurrió a Jumanji (1995) y a Cariño, he encogido a los niños (1989). Mientras que los críticos rechazaban la primera por un mal guion y un argumento demasiado centrado en los efectos visuales, los espectadores salieron del cine más que satisfechos. Así, en Metacritic, la diferencia de valoraciones para los dos grupos es de más de 40 puntos; para unos suspensa y para otros merecedora de un notable alto. En el caso de la cinta protagonizada por Matt Frewer, los críticos fueron más benevolentes y le conceden un 63 sobre 100 de media.

Animación: la tierra prometida de la ciencia ficción humorística

Probablemente, la primera serie que nos viene a la mente al pensar en la ciencia ficción humorística sea Futurama. Este clásico de la animación, del creador de Los Simpson y (Des)encanto, se emitió entre 1999 y 2003, y más tarde entre 2008 y 2013. La ironía de sus diálogos y lo complejo y divertido de sus personajes son algunos de los atributos que la llevan a seguir siendo una de las series más influyentes del género.

En la actualidad, su lugar hegemónico lo ocupa la popular Rick y Morty, que empezó a emitirse en 2013. Esta serie, creada por Justin Roiland y Dan Harmon, lleva el formato animado a un nuevo nivel, aprovechando cada oportunidad para sorprender —y asquear— al espectador. Su aguda crítica social, las constantes referencias meta y las absurdas situaciones en las que se ven envueltos los protagonistas hacen de esta serie un producto único en el género.

La serie ha marcado tan profundamente el panorama audiovisual que sus apuntes filosóficos han llamado la atención de numerosos análisis concienzudos sobre sus implicaciones y objetivos. Y, aunque su base científica no sea siempre realista, basta con que continúe caminando su habitual senda retorcida y alocada para que el público no pierda el gusto por ella.

Lo cierto es que vivimos en una época dorada para la animación, en gran parte por el talento de los artistas actuales, pero también por la creciente tendencia a diversificar el formato. Las historias cada vez aprovechan más y mejor las ventajas de la animación para dar cabida a nuevas voces, situaciones y mensajes que, apenas una década atrás, hubieran sido impensables. Claros ejemplos son Hora de aventuras —aunque podría considerarse más fantasía que ciencia ficción— o Steven Universe.

La serie de Rebecca Sugar sobre las peripecias de un chico al cuidado de tres gemas de cristal ha calado hondo entre el público LGTBI+ especialmente, y ha pasado de ser una consecución de capítulos cortos de aventuras a un profundo debate filosófico sobre la identidad y los problemas sociales. Tal es su influencia que ha sido galardonada por la asociación LGTBI+ estadounidense GLAAD este 2019.

En la línea de Steven Universe, la guionista e ilustradora Noelle Stevenson, se sirve del humor para contarnos una historia de guerras intergalácticas, poder e invasiones extraterrestres en She-Ra y las princesas del poder. Se trata de un remake de la serie ochentera que le da la vuelta al concepto original —un Spin-off de He-Man and the Masters of the universe— para crear un relato diverso e inclusivo con mensaje empoderante.

Las series animadas que definieron la década

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