Armando Ianucci ha escrito una comedia espacial para HBO, y no es tan mala como podría parecer. Pero tampoco es tan buena. Avenue 5 se sirve de la ciencia ficción humorística para crear una sátira de las space operas tradicionales en la que el consumismo capitalista y la incompetencia administrativa son las bazas a jugar para imaginar una versión plausible del viaje espacial en el futuro. ¿Y si Elon Musk te regalara un crucero alrededor de la Tierra?
Hugh Laurie protagoniza esta comedia como capitán espacial del crucero; un hombre regio al que consideran todo un héroe por rescatar a la tripulación en un accidente pasado. Es la persona en quien confían los viajeros, ya que el propulsor de la iniciativa, un multimillonario con ningún conocimiento científico interpretado por Josh Gad, es un hombre con demasiado tiempo libre que decidió invertir en la carrera espacial. Pero cuando las cosas en el crucero empiezan a torcerse, sus verdaderas habilidades salen a la luz y poco hay que puedan hacer dos personajes como ellos.
El gran acierto de Ianucci es jugar con las expectativas ridículas de la clase alta estadounidense y los estereotipos de su consumismo voraz para darle la vuelta a la tortilla y enfrentarnos con una realidad mediocre revestida de progreso y lujo. Lo que otro director hubiera convertido en un drama sobre los vicios de la sociedad occidental, en Avenue 5 es motivo de ridiculización cómica. La mejor forma de reírse de uno mismo es tu propio reflejo, y esta serie nos lleva a contemplar los excesos irresponsables de nuestro tiempo con la ayuda de las exageraciones distorsionadas de la comedia.
Por ello, son dos mujeres racializadas quienes se ponen manos a la obra para salvar la situación. Lenora Crichlow, como ingeniera de la nave, y Nikki Amuka-Bird desde la Tierra intentando que el personaje de Gad no destruya en una pataleta sus relaciones con la NASA, su última esperanza para iniciar una misión de rescate. Lo que en Passengers (2016) era un drama humano con atractivos protagonistas, en Avenue 5 es la premisa para desatar el caos entre los acomodados pasajeros y una tripulación mal pagada que tiene muy pocas ganas de soportar el trato al público.
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El creador de Veep ha cambiado totalmente el chip dramático, pero no deja de lado las connotaciones políticas. Ianucci se trae consigo a Simon Blackwell y Tony Roche, guionistas con los que ya ha trabajado anteriormente, para moldear el humor de los tripulantes a bordo del Avenue 5. En la dirección, Becky Martin (Veep) y Natalie Bailey —que dirige dos episodios de Run, la nueva serie de Phoebe Waller-Bridge— le dan ese último remate a la serie para conferirle su identidad personal.
Aunque Laurie y Gad se lleven una gran parte del tiempo en pantalla, hay que destacar las aportaciones de Suzy Nakamura (Veep) y Rebecca Front (Humans). Esta última especialmente, ya que aporta su toque personal para crear a uno de los mejores personajes de la serie; de los pocos que son creíbles en sí mismos, sin necesidad de exageración.
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Comedia espacial cuesta abajo y sin frenos
Cámara al hombro y cotidianidad que imita las técnicas de Parks & Recreation, The Office o Modern Family, aunque sin el truco de las confesiones al público. Todos los elementos de la serie están abordados de tal manera que nos transmitan la sensación de estar atendiendo a una versión bastante probable de nuestro futuro. Si eliminamos el decorado espacial barato, es fácil identificar aspectos de la vida diaria llevados a su máxima exponencia. Eso sí, hubiera mejorado bastante de haberse ceñido a los principios de la grabación documental durante toda la temporada, en lugar de combinarlo con el formato tradicional.
El humor absurdo de la serie no encajará bien con todo tipo de público. Los gags constantes se basan en unos pocos preceptos muy cerrados que, si bien resultan curiosos e interesantes en el primer episodio, pueden llegar a hacerse repetitivos a medida que avanzan los hechos. La serie va degradando con cada capítulo, mostrándonos poco a poco la realidad cochambrosa del crucero espacial y las miserias de los protagonistas, de modo que siempre hay un estadío nuevo de mugre escondida. No obstante, carece casi totalmente de tensión narrativa eficaz, por lo que es complicado que enganche a los espectadores que no conecten en seguida con su estilo e ironía.
A pesar de todo, se trata de una apuesta interesante ahora que el estreno de Star Trek: Picard está tan cercano y, con ella, el regreso de la más clásica entre las aventuras espaciales. Avenue 5 no será una de las series más recordadas de la ciencia ficción, ni lo pretende. Es consciente del nivel al que puede aspirar y eso es de agradecer. Quienes quieran tomarse un respiro del sablazo emocional que promete Picard pueden encontrar un buen aliado en esta serie. Del mismo modo que los aficionados al humor disparatado quizá tomen esta ficción como una puerta de entrada al género.
En cualquier caso, es seguro que merece la pena probar suerte con el primer episodio, aunque solo sea por echarle un vistazo al antiguo Doctor House enfundado en uniforme de capitán y fingiendo —con muy poco atino— un tosco acento americano, junto a un Josh Gad en su mejor caracterización como Paquita Salas. Para una ciencia ficción espacial más elaborada, seria y realista, ya tenemos un buen número de series que cumplen los requisitos.