Sintiéndolo más bien poco por el japonés Akira Toriyama, hay que decir que quizá no haya **ningún otro creador de series animadas tan conocido en el mundo entero como el estadounidense Matt Groening*, y es así sobre todo por Los Simpson, la obra veteranísima, bienamada, poco ingeniosa desde hace demasiado tiempo y referencia imbatible de varias generaciones de espectadores televisivos a la que dio vida en 1989 junto con James L. Brooks (La fuerza del cariño, Mejor... imposible) y Sam Simon (The George Carlin Show). Pero también por esa estupenda y constante ida de olla que es Futurama y que nos ofreció con David X. Cohen, guionista de la otra y de Beavis y Butt-Head* (Mike Judge, 1993-2011), entre 1999 y 2013.
Ambas series han contado con largometrajes: la homónima de la primera (David Silverman, 2007) —y al menos otra en camino— y las cuatro de la segunda, El gran golpe de Bender (Dwayne Carey-Hill, 2007), La bestia con un millón de espaldas (Peter Avanzino, 2008), El juego de Bender (Carey-Hill, 2008) y Hacia la verde inmensidad (Avazino, 2009). Por todo ello, fue una gran noticia que Groening aceptara realizar **para Netflix otra serie con Josh Weinstein, autor de varios libretos de las anteriores; y es lo que acaba de estrenar en la plataforma: (Des)encanto*, Disenchantment* en la versión original, que propone las desfachatadas aventuras de la atípica princesa Bean, un elfo discrepante y el cínico demonio Luci.
Que la tercera serie de Groening esté ambientada en un espacio fantástico resulta de una coherencia incuestionable por abrumadora: si *en Los Simpson* ya sobrepasó con creces el coqueteo con la ciencia ficción y la fantasía, muy particularmente en los veintiocho especiales de “The Treehouse of Horror” (desde 1990) para la fiesta de Halloween, y si Futurama es su incursión medular en la ficción científica, está clarísimo que ahora le tocaba el turno al género fantástico, pero siempre con el humor insolente y satírico que caracteriza a sus producciones*. Y, no en vano, en el episodio “Marge Gamer” (18x17) pudimos ver a los habitantes de Springfield como si protagonizaran (Des)encanto* y vivieran en el mágico cosmos de Utopía o Dreamland.
Además, elfos idénticos a los de esta nueva serie han aparecido en múltiples oportunidades durante las ya casi treinta temporadas protagonizadas por la familia disfuncional yanqui más querida. De forma que esta circunstancia y todo lo anterior demuestran que Groening no ha abandonado en absoluto sus intereses ni su estilo visual, narrativa y conceptualmente muy reconocible, poniéndolos al servicio de Netflix. En esencia, Desencanto se parece más a Futurama que a Los Simpson por sus exploraciones, si bien en la segunda también las había de vez en cuando. Pero se diferencia de ambas en su historia más allá de lo episódico, con un hilo narrativo que conduce su primera temporada hasta un evidente cambio de tono en el tramo final de “To Thine Own Elf Be True” (1x09) y en “Dreamland Falls” (1x10) al completo.
En verdad, (Des)encanto pivota entre brillantes y graciosísimas ocurrencias como la de los granjeros humildes, la trayectoria de la banda musical imaginaria o los hermanos antropófagos y otras escenas de humor negro menos inspiradas, es decir, Groening y su cuadrilla solamente saben exprimir su jugosa propuesta a ratos, así que no sacan partido a todo su potencial. Y siendo que el principal tema de la banda sonora no se lo ha brindado el inconmensurable Danny Elfman (*Edward Scissorhands, The Nightmare Before Christmas*), como sí hizo para Los Simpson y Futurama, sino el inferior Mark Mothersbaugh (*The Royal Tenenbaums, Thor: Ragnarok*), no resulta icónico ni muy inolvidable.
Da la sensación de que el ingenio de sus creadores y guionistas —algunos, artífices los mejores tiempos de Los Simpson, como Bill Oakley, Cohen o el mismo Weinstein— les funciona a medio gas, y de que **no pisan el acelerador lo suficiente para conseguir el ritmo cómico de las otras dos series televisivas, que son un carrusel de diálogos demenciales y gags, quizá porque (Des)encanto se revela más típicamente seriada. Y, no obstante, no hay duda alguna de que logran engancharnos las peripecias de Bean y sus amigos, las intervenciones del carismático rey Zøg, el misterio de lo que se cierne sobre Utopía y, faltaría más, la hilarante agudeza de Matt Groening y los suyos, que tal vez se sobrepongan en las siguientes temporadas y coloquen a esta nueva serie en el lugar destacado que podría ocupar**.