Hace unos días, Variety publicaba que la película de terror Terrifier 2 de Damien Leone, había provocado “vómitos y desmayos” en el público durante sus primeras proyecciones. También, que la naturaleza explícita, ultraviolenta y cruel del film, había logrado “sacudir” a la audiencia. Todo un fenómeno de análisis en una época en que una generación educada por internet parece impresionarse muy poco con propuestas semejantes. 

Aun así, la producción de Leone, demostró que todavía el género de películas de terror es capaz de elaborar un lenguaje como para sacudir la sensibilidad contemporánea. Algo que demuestra la evolución del cine dedicado a lo espeluznante en los últimos veinte años. 

El 2022, de hecho, ha sido prolífico en mostrar esa transición del lenguaje de lo que provoca miedo hacia algo más elaborado y temible. Desde la singular Smile de Parker Finn hasta la brutal Barbarian de Zach Cregger. El cine demostró que lo que puede asustar es una combinación de medios y una forma de establecer un diálogo sutil con la audiencia. 

The Black Phone de Scott Derrickson, con su extraña versión sobre el asesinato y la venganza, logró otro tanto. Incluso la, por momentos, inexplicable Nope de Jordan Peele, exploró con un tipo de temor ambiguo y sofocante que provocó escalofríos.  

El miedo en nuestra época, toda una incógnita

¿Qué puede asustar público educado frente a las pantallas del ordenador y el teléfono móvil, con acceso a todo tipo de información? Tal vez, por ese motivo, los grandes monstruos de los últimos son versiones de temores más retorcidos. Como el Pennywise de Andrés Muschietti en la duología Eso, que ataca, mata y devora a través de los miedos inconfesables. 

También, la criatura inexplicable e invisible de It Follows de David Robert Mitchell, que cambia de forma para ocultarse en lo corriente y convertirla en algo temible. Lo extraño en la actualidad forma parte de la cultura popular.

Desde asesinos en serie como Dahmer de Ryan Murphy al miedo a la vejez convertido en una tétrica versión de la violencia de La Abuela de Paco Plaza. No hay que tratar de encontrar al monstruo debajo de la cama o escondido entre los armarios. Es el rostro de los miedos fundamentales de una generación cínico. 

El miedo a través de los últimos años, un fenómeno complejo 

Hellraiser

¿Qué es el miedo en el nuevo milenio? Durante los últimos veinte años, la pregunta obsesionó a directores, guionistas e incluso al público. Después de que la década de los ochenta relegara al terror a los slasher adolescentes, el cine películas de terror pareció perder su eficacia.

En especial, cuando las grandes franquicias como Viernes 13 y Hellraiser cayeron en el inevitable desgaste. Las sucesivas secuelas de ínfima calidad terminaron por restar importancia y poder al discurso de lo cinematográfico enfocado en el terror. Por último, para el final de los noventa, el miedo cinematográfico pareció llegar a su punto más bajo. 

Fue M. Night Shyamalan con su ya célebre El Sexto Sentido estrenado en 1999, el que abrió la puerta al terror desde una perspectiva moderna. Su historia sobre un niño capaz de comunicarse con lo sobrenatural se transformó en un hito. No solo era una premisa terrorífica. A la vez, era capaz de conmover. Mezcladas, ambas cosas crearon una concepción acerca de lo espeluznante, elegante y casi melancólica. Lo que permitió al cine de terror dar un paso hacia lugares nuevos.

El cine de terror se convierte en un espacio oscuro

El mismo año, se estrenó El Proyecto de la Bruja de Blair, que abrió las puertas al género found footage y revitalizó al cine de terror como experimental. Eduardo Sánchez y Daniel Myrick construyeron el falso mito de tres periodistas perdidos en el bosque y utilizaron internet como caja de resonancia del miedo. Pronto, el film se convirtió en un clásico de culto y también en el inicio de un tipo de miedo relacionado con los mitos y leyendas terroríficas. 

As Above, So Below, de John Erick Dowdle, juega con símbolos históricos para analizar el miedo como algo originario y salvaje. La serie de horrores que el guion muestra para especular sobre el mal en estado puro. Pero a la vez, más sofisticado que solo sangre derramada y jump scare.

Algo que logra con la misma eficacia la extrañísima ​​Overlord (2018) de Julius Avery. La película se toma el atrevimiento de remezclar todo tipo de subgéneros para hacerse una pregunta ¿Es el hombre malvado por naturaleza? Un tema que obsesiona al cine de terror de las últimas décadas. 

Los monstruos, terror y el miedo en las películas

Mary Elizabeth Winstead as Michelle in 10 CLOVERFIELD LANE; by Paramount Pictures

Los últimos veinte años también crearon un nuevo sentido de lo monstruoso. A Girl Walks Home Alone at Night, de Ana Lily Amirpour, muestra a la figura de monstruos tradicionales — en este caso un vampiro — para profundizar en los terrores colectivos. ¿Es esta vampira de rostro exquisito y largos silencios un ser maligno? Lo es en la medida en que el argumento se enlaza con algo más doloroso y angustioso. Al mismo tiempo, con la concepción de la oscuridad interior que se disemina a través de la sombra fallida del amor y las pequeñas angustias privadas. 

Al otro lado del espectro, se encuentra Cloverfield Lane de Dan Trachtenberg, que cuestiona el miedo como neurosis generales y primitivas. El director se hace preguntas sobre la naturaleza humana, pero sobre todo acerca de lo humano que radica en lo monstruoso. Un tópico de considerable importancia para el cine de terror moderno. 

En Demon (2015), Marcin Wrona toma un camino intermedio entre ambas versiones de lo terrorífico y convierte a lo doméstico en terreno de amenaza. La acción transcurre casi en su totalidad durante la celebración de un matrimonio rural. 

En la película de terror, lo humano y lo sobrenatural, la paranoia y la angustia colectiva se convierten en una misma cosa. Lo realmente terrorífico forma parte de lo que ocurre en medio de lo que parece un ritual corriente y casi amable. Sin embargo, se trata de un escenario esconde lo brutal del hombre entregado al apetito de la violencia

Los monstruos terribles que viven en el mundo corriente 

hereditary ari aster
PalmStar, Windy Hill

La película Mandy, de Panos Cosmatos, resulta cruda y brutal desde sus primeras escenas. Sangrienta, violenta a niveles desconcertantes, devolvió el brillo al gore. Sin apenas diálogos, la película es capaz de entablar un vínculo emocional y abrumador con algo más duro de comprender. La noción sobre la maldad convertida en una expresión instintiva. En una muestra de la violencia como un monstruo carente de rostro y sentido real.

Para Jordan Peele, esa idea resulta especialmente seductora: su ópera prima ¡Huye!, en la que juega con el prejuicio y el racismo norteamericano para construir una crítica política en medio del horror. Por supuesto, el epítome de lo sobrenatural, escondido en los pequeños horrores de lo cotidiano, se encuentra en Insidious de James Wan. 

Quizás la película que dio forma a un nuevo tipo de terror que utiliza los usuales tópicos de la casa embrujada y la posesión diabólica por completo novedosa. Wan imagina y reinventa la conexión entre lo que se esconde en el mundo cotidiano con algo, tenebroso y agresivo, cercano a lo primario sobre el miedo. Algo que siguió empleando con éxito en la trilogía Los Expedientes Warren. 

Hereditary de Ari Aster revitalizó el horror folclórico a un nivel por completo nuevo. La premisa de un duelo familiar convertida en puerta de entrada hacia lo sobrenatural reconstruyó el sentido de la oscuridad interior. Los personajes de Aster estaban atrapados dentro de un fenómeno que les sobrepasa y se alimenta de su oscuridad interior. Algo que completaría con Midsommar: el terror no espera la noche, en la que el miedo se vuelve primitivo y brutal. 

¿Qué espera para el cine de terror en el futuro? Con revisiones elaboradas como El Gabinete de Curiosidades de Guillermo del Toro y El Club de la Medianoche, el terror se ha vuelto profundo y humano. Toda una evolución que el cine muestra en todo su amplitud y complejidad. 

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