Cuando se coloca la palabra “nazis” en el buscador de Netflix, se revelan al menos 24 contenidos asociados. El más reciente de ellos es Campo secreto: Nazis en EE.UU., estrenado el 2 de noviembre. La filtración incluye películas de nazis clásicas como La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993), el documental El hombre más peligroso de Europa, Otto Skorzeny, en España (Quindrop Producciones Audiovisuales, 2020) y otras películas de la Segunda Guerra Mundial importantes dentro de la historia contemporánea asociados con el nazismo. En ese último lote se encuentran producciones como El pianista (Roman Polanski, 2002) y Bastardos sin gloria (Quentin Tarantino, 2009). 

Aunque sea una muestra reducida, hay suficiente variedad de registros en ella. Las películas de nazis siguen conquistando a las audiencias. Sigue resultando atractivo para las productoras, que encuentran en este tópico una oportunidad comercial y una amplia gama de historias y posibles enfoques sobre los cuales componer narrativas. De una u otra forma, la cultura pop se acerca al nazismo con frecuencia. Desde las producciones cinematográficas hasta sus referencias en videojuegos. Eso genera una suerte de paradoja, la de cómo uno de los movimientos que más horror generó en la humanidad puede ser un recurso comercial y de entretenimiento. 

Visto lo visto, las películas de nazis seguirán atrayendo a propios y extraños, quienes harán interpretaciones y producciones al respecto. Esto, a simple vista, no tiene por qué ser bueno o malo de entrada.

El nazismo como fuente de historias

La búsqueda “nazismo” en Amazon ofrece más de dos mil resultados y al menos 75 páginas en las que se ofrecen distintos libros sobre el tema. Va mucho más allá de las películas de nazis o de guerra. Puede, incluso, que una vida sea insuficiente para leer todo ese contenido. Se pueden encontrar biografías, ensayos, novelas, investigaciones sobre aspectos específicos de aquel momento, entre otras variaciones. Ese abanico de opciones dice sobre el objeto de estudio: es tan amplio que se puede ver desde casi cualquier área. 

Bastados sin gloria - Nazismo - Cultura pop
Fotografía de Francois Duhamel/Universal Studios

Eso también implica otra cuestión: en un principio, algunas de las razones por las cuales se estudió ese momento fue con la intención de buscar explicaciones y dejar registro del horror. Con el paso del tiempo, una investigación llevó a otra; el avance de distintas políticas propició la exposición de verdades ocultas o historias desconocidas; los relatos de los sobrevivientes, varios de los cuales se hicieron libros, como El hombre en busca de sentido (Viktor Frankl, 1946). Una red de acontecimientos, vivencias, documentos, investigaciones e interpretaciones que permiten casi cualquier adaptación. 

A través de ella no solo se expone parte de aquella desgracia, dejando en muchos casos un documento histórico. Esto, a su vez, permite el cultivo de la memoria colectiva. Como si la mayoría de los creadores dijera, al unísono: "Esto pasó y conviene no olvidarlo para que no se repita". Teniendo en cuenta que lo ocurrido fue tan bárbaro y atroz, se entiende que aún su recuerdo está latente. Semejantes traumas no se borran de las culturas de un momento a otro. Mucho menos con el auge de la globalización y el crecimiento de la industria del entretenimiento y el desarrollo de la cultura pop.

La industria del entretenimiento
y algunas de las películas de guerra relacionadas

Con el auge del cine durante el siglo XIX comenzó buena parte del presente que se conoce, marcado por la abundante oferta de películas de nazis en servicios de streaming. La gran pantalla no solo funcionó como un recurso para llevar entretenimiento a distintas partes sino que también se transformó en un vehículo cultural en el que todo podía viajar. Eso se hizo más evidente a partir de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos, base de varias de las empresas productoras más importantes para el momento y en la actualidad, utilizó el recurso como la mano con la que escribiría parte de la historia. 

Lo normal es encontrar relatos cinematográficas y otras manifestaciones de la cultura pop en los que sale vencedor, legitimando su comportamiento

En ese ejercicio, lo normal es encontrar relatos cinematográficas y otras manifestaciones de la cultura pop en los que sale vencedor, legitimando su comportamiento. Visto desde la perspectiva estadounidense, tiene todo el sentido: es otra forma de control e influencia sobre el mundo. Quien solo haya visto Pearl Harbor (Michael Bay, 2001), por citar una película de la Segunda Guerra Mundial bastante mainstream y de una criticada rigurosidad histórica, no tendrá muchos matices sobre los cuales revisar esos acontecimientos. Algo similar ocurre, años después, con 9/11: Inside the President’s War Room, un documental que parece omitir varias de las consecuencias de hechos vinculados con el 11 de septiembre, por ejemplo.

Pearl Harbor - Nazismo - Segunda Guerra Mundial

Entre las primeras producciones y esa última está el posicionamiento de un país por sobre el resto de las narrativas. No solo desde una perspectiva cinematográfica sino también a través de diversas manifestaciones de la cultura pop. Fuera de esos planos, la vida suele tener más matices. Ese último aspecto es clave para entender, en parte, por qué hay tantas películas de nazis: semejante momento tiene un montón de capas sobre las cuales reflexionar y crear. La perspectiva de la lista de La lista de Schindler no es la misma que la usada en Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019). Esas películas, a su vez, parecen ajenas a la época de El gran dictador (Charles Chaplin, 1940).

Los videojuegos, quizá uno de los recursos más importantes de la industria del entretenimiento y la cultura pop, no escapan de este tipo de narrativo

Como recuerda Eva Cid, “el propio Chaplin, en su autobiografía publicada en 1964, declaró que no habría rodado la película si hubiera conocido el verdadero alcance y la extensión de los horrores perpetrados en los campos de concentración nazis durante aquellos años”. Sin embargo, en la actualidad no se le acusa de promover el nazismo y la película sigue siendo uno de los paradigmas de la parodia cinematográfica. Hasta tal punto que es una de las primeras producciones que se asocian con ese movimiento. 

Los videojuegos, quizá uno de los recursos más importantes de la industria del entretenimiento y la cultura pop, no escapan de este tipo de narrativo. Desde Medal of Honor hasta Call of Duty. Si se trata de generar un conflicto armado, este contexto es una constante dentro de estas adaptaciones.

El "pero" de tanta película de nazis

El largo historial de películas de guerra, de nazis o de la Segunda Guerra Mundial muestra cómo el contexto ha sido utilizado de distintas maneras y durante diversos momentos. Sin embargo, eso también ha traído algunos inconvenientes. En su crítica sobre el libro La revolución cultural nazi, Javier Bilbao cita distintos ejemplos en los que se refiere al nazismo o se le compara dentro de situaciones cotidianas y distintas al contexto de la Segunda Guerra Mundial. 

Call of Duty de 2021 en la Segunda Guerra Mundial
Fragmento del juego Call of Duty de 2021, ambientado en la Segunda Guerra Mundial.

Bilbao menciona desde rituales nazis aplicados a bebés hasta representantes políticos etiquetados “El Hitler de...”. Aunque parezca una cosa menor y en algunos casos haya mucho humor, cada uno de esos episodios derivan en un mismo aspecto: la banalización de aquel momento histórico. Dentro de las películas de nazis y otras producciones audiovisuales, el recurso es un clásico cuando de enemigos se trata. El movimiento que antes inspiraba terror ahora parece anecdótico. 

En esa línea, Eva Cid indica en Nazismo pop:

“Esta tendencia a banalizar lo nazi no relativiza el fenómeno para arrebatarle su poder (o al menos intentarlo), sino que lo deja completamente vacío de significado, lo manufactura como una representación más dentro de las ficciones pop, lo modula como un reclamo fácil, hueco, y carente de toda capacidad para suscitar crítica o miradas reflexivas, por una simple cuestión de uso y abuso”. 

La última consideración también habilita la pregunta: ¿es esa la manera que tienen las sociedades de conjurar sus temores? ¿Son los distintos productos asociados con la cultura pop una manera de "hacer las paces" con esos hechos? De serlo, si se acepta la Segunda Guerra Mundial como uno de los episodios más desgarradores en la historia de la humanidad, quizá no sea la reacción más conveniente. Partiendo desde este punto, puede que tampoco se entiendan los remakes del recurso narrativo, con zombies y villanos de cómics acompañados de la simbología nazi. Por otro lado, puede ser reduccionista en relación con otros conflictos.

La historia, en manos de los triunfadores

Muchas de las producciones más conocidas sobre la temática tienen un punto en común: Estados Unidos es uno de los vencedores. Esto no derivaría en algún inconveniente hasta que se comprende que los hechos son contados, en muchos casos, sin los matices del caso. La industrial cultural al servicio de la imagen de un Estado. Se entiende desde la perspectiva de esa nación, pero cuando se ve un poco más allá, esa "verdad" no resulta inconveniente porque omite acontecimientos.

Estas producen carecen de la espectacularidad de las películas de nazis hollywoodenses, pero tienen un fondo filosófico, crítico y documental

Entonces, en ocasiones, más que una verdad se convierte en una manipulación. En contraposición a este tipo de películas celebratorias de la cultura estadounidense, en Alemania se han desarrollado películas con varios momentos de su historia. Puede que en este sentido las más evidentes sean dos: La ola (Dennis Gansel, 2009), La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) y El vendedor de tabaco (Nikolaus Leytner, 2018). Se trata de tres producciones duras y bien logradas sobre procesos difíciles y acerca de los cuales Alemania se mira a sí misma en ese contexto sin demasiado edulcorante, por no decir ninguno.

Estas producen carecen de la espectacularidad de las películas de nazis hollywoodenses, pero tienen un fondo filosófico, crítico y documental mucho más potente y valioso que varias de las películas más conocidas y firmadas por Estados Unidos.

Las narrativas cinematográficas: un punto ciego

Cuando se películas de guerra, puede que la Segunda Guerra Mundial no tenga rival como contexto. Se entiende por las dimensiones de lo ocurrido. Pero en eso también hay una trampa: para guionistas y creadores es más sencillo componer un relato a partir de referencias comunes, “conocidas por todos”, antes que adentrarse en otro universo de referencia que dentro de la Historia Universal quizá tienen menos conocedores. 

Algunas preguntas válidas en este sentido son: ¿por qué las guerras yugoslavas no se abordan con tanta frecuencia? En relación con esta temática, quizá la producción más conocida sea Once Brothers (Michael Tolajian, 2010). Este documental cuenta parte del conflicto a través de los jugadores Vlade Divac (Serbia) y Dražen Petrović (Croacia), quienes terminan separados luego de ser cercanos. El Accidente de Chernóbil, sobre el que tampoco hay grandes producciones, encontró en Chernóbil (2019, HBO) una serie como pocas en la actualidad.

Braveheart -  Cultura pop

Dentro de los relatos contemporáneos en el cine, puede que una de las referencias más conocidas y consideradas dentro del cine bélico sea Braveheart (Mel Gibson, 1995). Aunque esta película es estadounidense, escapa de algunos tópicos para adentrarse dentro la Primera Guerra de Independencia de Escocia. Tanto Corazón Valiente como 1917 (Sam Mendes, 2019) forman parte del género y, a su vez, ofrecen una mirada sobre conflictos que no suelen ser tratados dentro de las narrativas pop contemporáneas. 

Yendo hacia el otro lado del mundo, el anime japonés ha servido para cultivar parte de la historia de esa civilización sin restarle peso al entretenimiento. Samurái X, por ejemplo, guarda estrecha relación con la Era Meijí. En América Latina, una opción a tratar podría ser La Guerra de Las Malvinas. Expandir las visiones en relación con los conflictos y revisar el tratamiento que se hace sobre el nazismo no solo parece algo conveniente, teniendo en cuenta el volumen de contenido al respecto; también podría ser como ejercicio educativo. 

¿Por qué las películas de nazis y de la Segunda Guerra Mundial son recursos comunes?

Dentro de las posibles explicaciones, que insistimos pueden requerir tomos enteros, compartimos dos:

Un referente conocido

Una de las principales razones por las que las películas de nazis y la Segunda Guerra Mundial se han vuelto tópicos dentro de las narrativas del entretenimiento es porque el gran público tiene nociones sobre ese conflicto, como se sugirió antes. Apoyarse en la cultura general para desarrollar una historia suele ser más conveniente que comenzar a construir un universo desde cero.

Incluso Dune (Denis Villeneuve, 2021), inspirada en un libro publicado en 1965, tiene algún guiño a la simbología nazi aunque tampoco hace evidente los recursos. Por otro lado, producciones como El señor de los anillos (Peter Jackson) y Mad Max: furia en el camino (George Miller, 2015) lograron posicionarse como referencias de la épica cinematográfica construyendo su propio universo, más allá de las posibles referencias o interpretaciones que se puedan hacer.

Dune - Cultura pop - Nazismo

El detalle, en relación con las últimas dos producciones, es que son franquicias de películas. ¿Qué implica esto? Los realizadores cuentan con mayor tiempo para desarrollar la narrativa. Eso facilita la búsquedas de referencias fuera de las comunes porque se cuenta con el espacio para desarrollarlas sin que queden aisladas dentro del relato.

La polarización

Por lo general, las historias se dividen entre buenos y malos. Cuando se trata de películas de guerra o épicas, esta idea acepta menos matices. Hacer claras las diferencias entre unos y otros facilita el desarrollo del relato, tanto en aspectos de producción como en la posterior comprensión del espectador.

Este tipo de movimientos es que pierden su valor histórico si no se les mira y trata de forma crítica

En ese sentido, quizá no haya ningún "enemigo común" más posicionado a escala global que el nazismo. En cualquier debate sobre buenos y malos, no será muy difícil hallar quiénes son los primeros. Este factor resulta una conveniencia para los realizadores. Con base en eso, se simplifica cualquier desarrollo. Quizá la variación contemporánea que hemos visto sobre el tema tiene que ver con los guiños zombi. A su vez, eso genera otra pregunta: ¿no es abusar de dos tópicos gastados?

El peligro de manipular este tipo de movimientos es que pierden su valor histórico si no se les mira y trata de forma crítica. Visto desde una perspectiva comercial, no se descarta que poco a poco los públicos se aburran de "otra película de nazis" o la enésima serie basada en la Segunda Guerra Mundial sin más fondo que generar clicks.

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