Campo secreto: Nazis en EE.UU. es un documental que parece no serlo. Ya sea por utilizar el recurso de la animación o por su forma superficial de tocar temas profundos, la producción disponible en Netflix tiene un singular sentido ambiguo. Uno que no le beneficia al momento de establecer paralelismos entre un capítulo oscuro de la historia norteamericana y su peso a futuro.
Aunque es evidente que la intención del argumento es narrar de forma comprensible un cúmulo de sucesos históricos complicados, el resultado es ambiguo. En especial, porque el argumento hace hincapié en la veracidad y los testimonios, pero la animación desvirtúa el aire solemne de lo que se narra.
A diferencia de experiencias como Persépolis (2007), Campo secreto: Nazis en EE.UU. no logra unificar su lenguaje. Persépolis contó con detalle y un ritmo impecable un evento específico y además, el contexto de su personaje principal. Pero la producción de Netflix tiene verdaderos problemas para hacer algo similar. Entre el relato histórico y la mirada más ligera al registro pormenorizado de un hecho concreto, la producción parece quedarse corta en sus propuestas. En apenas 35 minutos es incapaz de abarcar todas las preguntas que plantea sostener su premisa principal: contar una historia.
Mucho menos, elaborar un reflejo sobre un trauma colectivo que insiste en mostrar desde una nueva dimensión. Si algo se echa de menos en Campo secreto: Nazis en EE.UU. es la coherencia visual y argumental; una cualidad que pudiera convertirse un relato compacto que apunte en una dirección concreta. Pero parte del guion intenta contar una cronología de hechos específicos y otra incluir a sus protagonistas. De modo, que Campo secreto: Nazis en EE.UU. se desmorona cuando no puede unir ambas premisas en una conclusión.
Campo secreto: Nazis en EE.UU. es una propuesta confusa. O en el mejor de los casos, podría interpretarse como una premisa dual sin resolución. La sensación se hace cada vez más incómoda a medida que el interés por la narración aumenta y finaliza en un cierre abrupto. Para los últimos minutos es inevitable que el film deba decidir si expresar un objetivo o cerrar las ideas claves. Sin tomar un camino hacia un lado u otro, termina por mostrar sus blanduras con cierta honestidad simple que desconcierta.
'Campo secreto: Nazis en EE.UU.': todas las historias conducen al secreto
Campo secreto: Nazis en EE.UU. narra los hechos relacionados a la instalación secreta P.O. Box 1142. El lugar operó en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial y se ha convertido en una especie de controvertido secreto y un dilema histórico. Relacionado con los servicios de inteligencia del país, se han cuestionado no sus métodos para enfrentar la amenaza nazi. También la forma en que obtuvo la información de la que disponía. De hecho, lo más crítico de las circunstancias que rodearon a la instalación fue sobre la controversia sobre la violencia que pudo ejercer.
Como parte de la estrategia estadounidense para enfrentar la expansión del nazismo, el proyecto se dividió en dos vertientes. Por un lado, el programa MIS — X se concentró en los prisioneros de guerra del país. Más complicado y comprometido aún es la pregunta sobre hasta qué punto el MIS — X debió asumir la información obtenida a través de prisioneros. Por décadas, hubo rumores sobre la posibilidad que P.O. Box 1142 pudiera haber hecho uso de la experiencia traumática de norteamericanos para sus fines.
Por otra parte, la segunda rama del proyecto, denominada MIS-Y, tenía por objetivo obtener información crucial. Y lo hacía a través de decisiones controvertidas. O que al menos, algunas que ponían en tela de juicio el compromiso norteamericano con sus propios ciudadanos de procedencia judía. En especial, con su seguridad física y mental. Campo secreto: Nazis en EE.UU profundiza — o lo intenta — en el dilema moral de algo semejante. Pero no logra mostrar en realidad lo que podía significar para los servicios de inteligencia tomar decisiones colectivas que lesionaban a los derechos individuales.
Quizás si el documental se limitara solo a ese punto, su resultado habría sido más coherente con la idea general de la confrontación de ideas. Pero mientras relata la creación y el funcionamiento del P.O. Box 1142, también aborda ideas éticas. Ambas cosas juntas resultan en una mezcla poco clara, en especial cuando cuando no llega a profundizar en ninguno de los temas. En realidad, el documental parece tener verdaderos problemas para encontrar su punto de interés.
O en el peor de los casos, la forma de hacerse más comprensible en el amplio espectro de temas que toca. ¿Se trata de una pregunta sobre la moral del país en guerra?; ¿un cuestionamiento sobre el dolor colectivo y las reacciones de las instituciones a lo que ocurre?
Campo secreto: Nazis en EE.UU. no responde a las preguntas, sino que dedica una considerable cantidad de su corto tiempo a responder incógnitas. Algunas innecesarias, otras muy rápidas en medio de la gran maraña de hilos de hechos y premisas que el documental intenta mostrar. Pero al final se trata de un propósito fallido. Con su dificultad para un relato mayor y la connotación del miedo como sesgo, Campo secreto: Nazis en EE.UU. es un experimento fallido. Uno que resulta frustrante por todas las posibilidades que pudo ofrecer y que no logra alcanzar.