Hipnótico, película de Netflix de Matt Angel y Suzanne Coote, intenta ser un thriller de suspense novedoso. De hecho, lo hace con tanta insistencia, que los extraños cambios de ritmo y tono parecen ser el punto más alto de su propuesta. Pero la película, a pesar de algunas buenas decisiones y una percepción sobre el misterio inteligente, decae por minutos. Hipnótico es incapaz de sostener los puntos bajos del argumento a partir de lo sorprendente. Mucho más cuando su historia se desvía hacia lo edulcorado y deja a un lado sus más inspirados e ingeniosos.
Buena parte de la premisa de Hipnótico se basa en el hecho de analizar qué se considera normal y qué no lo es. Pero lo que es aún más complicado, entra en el terreno de mostrar lo que la mente humana puede ser — o no — en medio de conjeturas incompletas. El film basa la efectividad de su argumento en mostrar la oscuridad interior y lograrlo a través de una posibilidad inquietante. ¿Qué se oculta en las regiones más profundas de nuestro cerebro? ¿Hay deseos y pulsiones inconfensables de los que apenas sabemos nada?
Hipnótico asimila la idea sobre la sugestión y el dominio mental como una puerta abierta a los misterios. Lo hace, además, como un recorrido incómodo a través de algo más duro de asumir, como lo es la pérdida del control de la identidad. La idea, por supuesto, podría pasar por una irónica visión sobre la confusión moderna sobre el individuo, pero no resulta del todo sólida. Uno de los grandes problemas del film es la forma en cómo intenta — sin lograrlo — sostener la connotación del otro yo invisible. Una amenaza inquietante que no llega a manifestarse del todo a lo largo de la película.
El miedo y los susurros, 'Hipnótico' y el arma de la mente
Jenn (Kate Siegel) está atravesando todo tipo de problemas. No solo sufre una ruptura dolorosa, sino que además está desempleada. Siegel, que ya tiene suficiente experiencia en el cine de suspense y terror, crea un personaje estándar que decepciona por su cualidad monótona. Esta ingeniera de software que atraviesa un brusco cambio personal parece ser la encarnación de todos los lugares comunes sobre el desarraigo. Jenn está sufriendo y también atraviesa un incómodo momento de cuestionamiento sobre su identidad.
La insistencia de la película en recordar lo peligroso de la pérdida del control construye una idea sobre el argumento más complicado de lo que parece. En realidad, queda claro desde el principio que la amenaza proviene de pulsar los engranajes desconocidos de la mente y probar su magnitud. Y la hipnoterapia (que en el film pareciera discurrir entre dos barreras de realidad e imaginario) es una herramienta útil para hacerlo. En especial, cuando el guion anuncia la posibilidad que algo terrible ocurra bajo lo que parece una terapia inofensiva.
Jenn es el lienzo en blanco para lo que parece un experimento peligroso. En específico, porque ha perdido todos los medios para reafirmar quién era o quién fue. El escenario peligroso hace que el casual encuentro con el terapista Collin Meade (Jason O’Mara) sea tan providencial como sospechoso. Para Jenn, que necesita hacerse las preguntas correctas — y de nuevo, la película subraya esa necesidad — la terapia es una panacea. Pero una que puede sustituir los días depresivos o la mera conciencia de su incapacidad para avanzar hacia cualquier lugar. No está claro si de manera intencionada o de forma más o menos estructurada, el film Hipnótico está interesado en hablar sobre la sin razón. En señalar hasta qué punto somos influenciables y cómo una crisis mayor puede demoler lo que creemos real y seguro.
Pero cuando Meade ofrece a Jenn su terapia hipnótica, esa sugerente visión dual sobre el comportamiento se desploma. Y es entonces cuando la película apela a todos sus recursos (y en especial, a Siegel como actriz) para mantener cierta verosimilitud. En ocasiones lo logra, pero la mayoría de las veces, la sensación parece ser la de una manipulación a gran escala. Alrededor de Jenn comienzan a suceder todo tipo de situaciones extrañas y a la vez, una percepción sobre el miedo recién descubierta. En manos más hábiles, eso llevaría a la historia a la cuestión si Jenn usa la hipnoterapia como excusa o si realmente Meade ha hecho algo en su mente.
Pero el dúo de directores fuerza una idea incómoda sobre el tiempo, el bien y el mal. Lo hace como una línea de condiciones imposibles que terminan por convertir a la película en una delirante colección de absurdos. Por si eso no fuera suficiente, Hipnótico enlaza su premisa sobre la capacidad de la hipnosis para ser corrosiva con el miedo. De modo que no hay nada más que la idea de una terapia desconocida en combinación con la vulnerabilidad del paciente. Para el segundo tramo, es inevitable hacerse preguntas sobre la sustancia misma del argumento: ¿dónde queda la siniestra premisa de un método construido para crear esclavos mentales o algo peor?
Un camino errático a través de la mente
Para sus escenas finales, quizás las mejores por su desprejuiciada cualidad absurda, Hipnótico encontró cierto sentido del hacer y del temer intrigante. Pero para entonces, la película ha perdido demasiado tiempo en transitar terreno farragoso o intentar engañar al espectador. Quizás, si el argumento hubiese revelado su ¿gran? secreto desde el inicio, lo más probable es que sería más efectivo.
Pero al final, la película es un transcurrir desordenado por ideas más amplias, interesantes y peculiares. La terrorífica percepción de Jenn sobre lo que le ocurre y lo que pasa en realidad no terminan por encajar. Y es esa distorsión que solo al final se corrige, lo que termina por convertir la película en una rara mezcla de hilos argumentales sin resolución.