"Me duele la garganta y tengo un poco de fiebre, voy a tomarme este antibiótico de cuando hace un año estuve igual". Este es el pensamiento erróneo de aquellas personas que deciden automedicarse con estos fármacos antes que contrastar con un médico qué tienen.

Esto, unido a que casi un 20% de las farmacias todavía dispensan antibióticos sin receta médica, según un estudio realizado por Maruxa Zapata-Cachafeiro y su equipo que fue publicado el pasado mes de noviembre en Journal of Antimicrobal Chamotherapydemuestra que tenemos un problema. También es importante tener en cuenta que el Real Decreto Legislativo 1/2015 prohíbe dar antibióticos sin receta médica. Pero ¿por qué está prohibido? ¿Qué es la resistencia a los antibióticos? ¿Por qué nos perjudica?

Para dar una respuesta a todas estas preguntas hay que remontarse hasta el momento en el que Alexander Fleming hizo su mayor descubrimiento (y el de la humanidad): la penicilina. Hasta este momento, cualquier infección podía llevarse al paciente por delante. "El mayor asesino de la historia, la peste, es una bacteria descontrolada", comenta Bruno González-Zorn, investigador de la Universidad Complutense de Madrid. No obstante, el sistema inmune del cuerpo puede hacer frente a las bacterias, pero el uso de antibióticos ha hecho que las muertes por infección bacteriana no sean tan frecuentes como lo eran hasta que llegó la penicilina.

La penicilina de Fleming

Fleming tuvo suerte. Un día decidió dejar la ventana de su laboratorio abierta mientras él se iba de viaje. Al volver, una cosa curiosa había sucedido. Sus placas, en las que estaba estudiando la bacteria Staphylococcus aureus, habían sido colonizadas por un hongo, el Penicillium notatum. En ese momento podría haber tirado la placa de Petri a la basura, pero no lo hizo porque se dio cuenta de que había una zona entre la bacteria y el hongo en la que la primera ni siquiera se había desarrollado. Esto se debía a la capacidad antibiótica del hongo, por lo que se convirtió en el descubridor de la penicilina, proveniente de dicho hongo.

No obstante, no fue Fleming quien aisló el principio activo antibiótico. Hasta que la urgencia de la II Guerra Mundial no se produjo, los investigadores fueron incapaces de sintetizarla. Solo entonces, con el eco de las balas y las muertes por infecciones, Ernst Boris Chain y Howard Walter Florey fueron capaces de sintetizarla y con ello salvaron muchas vidas. Debido a la importancia tanto del descubrimiento como de su síntesis, los tres investigadores recibieron el premio Nobel de Medicina una vez terminada la guerra, en 1945.

En ese momento no solo empezó el uso masivo de antibióticos, que ayudó a aumentar la esperanza de vida, sino que también se empezaron a buscar otros hongos que de forma natural fueran antibióticos. Por lo que se produjo la edad dorada del antibiótico: se usaba continuamente y se encontraban nuevos cada día. Pero a partir de los años 70 del pasado siglo, encontrar nuevas moléculas que terminen con las bacterias es cada vez más difícil y poco rentable para las farmacéuticas, por lo que se empieza a abandonar paulatinamente su búsqueda.

Resistencia a los antibióticos

bacteria
Fuente: Pixabay

Pronto se empieza a ver que ciertas bacterias se vuelven resistentes a los fármacos y con el tiempo, las resistencias son cada vez mayores, sobre todo en nuestros días. "El año pasado atendimos a un paciente con VIH que tenía una neumonía. La bacteria era resistente a todos los antibióticos", explica Jaime Esteban, microbiólogo del Hospital Fundación Jiménez Díaz de Madrid y secretario de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). En el caso de personas inmunodeprimidas, como un paciente con VIH, alguien a quien le acaban de trasplantar un órgano o que está en quimio o radioterapia, esto es una sentencia de muerte porque no hay ningún fármaco con el que tratar la infección y ni siquiera su sistema inmunitario puede defenderse.

"Hay que mirar hacia Darwin para entender lo que sucede con las bacterias"

Pero ¿qué pasa para que las bacterias se vuelvan resistentes? "Hay que mirar hacia Darwin para entender lo que sucede", apunta Esteban. La selección natural tiene un poco de culpa en la resistencia de las bacterias a estos fármacos. Si en tu organismo hay cuatro bacterias y dos de ellas se mueren debido al antibiótico, quedan otras dos. Una será resistente y la otra será sensible, aunque no habrá desaparecido. Además, la que es resistente "pasará su material genético a las otras bacterias y todas tendrán mecanismos de resistencia", comenta Gozález-Zorn. Y así se van sumando y sumando bacterias resistentes hasta que las sensibles desaparezcan... Esta situación se puede revertir si conseguimos que las bacterias sensibles continúen ahí, que no se mueran, porque los mecanismos de defensa "son muy costosos", es decir, les cuesta energía.

"Las bacterias llevan miles de años en contacto con los antibióticos naturales y han desarrollado muchos mecanismos contra ellos", comentan tanto González-Zorn como Esteban. Las formas en las que las bacterias se defienden son múltiples, desde romper la molécula o sacar la molécula de su interior o cambiar la diana, es decir, que la bacteria "muta" para que la molécula no la reconozca y así no le hace nada.

Uno de los mayores problemas actuales es que estos mecanismos de resistencia no se están llevando a cabo tan solo con un antibiótico sino con todos los que usamos. Ya hay bacterias multiresistentes, según comenta Esteban, y esto significa que cada vez tendremos menos opciones para terminar con ellas y aumentarán el número de muertes por bacterias resistentes. De hecho, ya ha comenzado a pasar: en mayo de este mismo año los especialista ya alertaban de que 35.000 personas mueren en España por culpa de la resistencia a los antibióticos. Aunque los expertos no se ponen de acuerdo, señalan que es una cifra similar a la que se produciría cada año a nivel europeo. Es decir, este tipo de microbios multiresistentes mata a más personas que los accidentes de tráfico a nivel nacional, que suele ser una media de 1.200 personas cada año.

"En algunos casos hemos tenido que usar colistina, que es el último recurso" dado que provoca daño renal, según señala Esteban. Este antibiótico también se está dejando de utilizar en animales por el mismo motivo: para evitar las resistencias a este fármaco. En España el uso de la colistina en cerdos ha descendido desde 2015, cuando se situaba en un 51% y ahora está en el 9%, tal y como explica a Hipertextual González-Zorn.

Uso inadecuado de antibióticos

Guardar antibióticos en casa o comprarlos sin receta son, también, de las principales causas de que las bacterias se estén volviendo resistentes. De ahí la importancia de tomar solo estos fármacos si son recetados por médicos, pero ¿por qué?

No todas las bacterias son iguales ni les afectan los mismos medicamentos, por eso es importante acudir al médico para que realice las pruebas necesarias para identificar el microbio que está generando la afección, que puede ser una bacteria, sí, pero también un virus, un hongo o un parásito. Y el tratamiento no es el mismo para todos. Tampoco es el mismo si uno tiene una infección respiratoria o urinaria, así que tampoco será el mismo medicamento el que se utilice.

Con el análisis o cultivo de las muestras recogidas, el microbiólogo sabrá el tipo de bacteria, pero también si es resistente a algún antibiótico. De esta manera, el tratamiento será más eficaz puesto que se empleará el más adecuado y no se crearán resistencias a otros fármacos. Además, es importante, también, completar el tratamiento médico de forma correcta porque si no se hace adecuadamente, la infección puede volver a aparecer.

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