La cistitis, así como otros tipos de infección de orina, es una afección extremadamente común, especialmente entre mujeres. Se calcula que entre el 50% y el 60% de las mujeres la padecerán en algún momento en su vida, por lo que es importante diagnosticarla bien. Se puede hacer un primer cribado mediante tiras de orina. No obstante, ahora que hay tantísimos casos de bacterias resistentes a antibióticos, es aconsejable saber también cuál es la bacteria concreta causante de la infección y, sobre todo, qué antibióticos son más eficaces contra ella. Para eso, se suelen realizar unos cultivos en agar que arrojan resultados muy fiables, aunque se tarda demasiado en obtenerlos. Al fin y al cabo, es una técnica que tiene 140 años de antigüedad.
Hoy en día, solo con la orina, una persona puede saber si está embarazada en apenas unos minutos. Vale, eso no es una infección. Pero en el mismo tiempo podemos saber si tenemos COVID-19 con una muestra de la nariz. Gracias a la PCR, en pocas horas podemos detectar con gran eficacia multitud de patógenos, tanto bacterianos como virales. ¿Por qué se sigue usando entonces esta técnica para diagnosticar infecciones de orina?
Esta pregunta la acaban de responder en The Conversation dos profesores de la Universidad de Reading, Alexander Edwards y Sarah Needs. En su artículo aclaran las peculiaridades de la infección de orina por las que, por raro que parezca, esta longeva técnica es la más apropiada. Aunque, como es lógico, se siguen buscando otras opciones tan eficaces como rápidas. El tiempo es oro, también cuando buscamos diagnosticar una cistitis.
¿Cómo se diagnostica una infección de orina?
Para diagnosticar una cistitis debe cultivarse una muestra de orina en placas con agar. Para ello se toman esas típicas placas redondas de plástico, llamadas placas de Petri, y se deposita sobre ellas una capa de agar.
Este es un medio de cultivo que contiene todo lo que las bacterias necesitan para crecer y obtener energía. Se deposita en estado líquido, aunque después se solidifica hasta tomar una consistencia similar a la de la gelatina. Estas placas con agar son el soporte sobre el que se deposita la muestra de orina. Si esta contiene bacterias, una vez colocada la placa a la temperatura adecuada, proliferarán formando colonias, que pueden cuantificarse para tener una idea aproximada sobre las dimensiones de la infección. La forma, el color, el tamaño e incluso el olor de las colonias se pueden utilizar para indicar qué tipos de bacterias están presentes.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que en una muestra de orina no hay solo microbios. De hecho, no debería haberlos. En condiciones normales sí que hay otras sustancias, como urea y sales, que unidas a las diferentes cifras de pH, pueden alterar cualquier medición que no se realice mediante un cultivo en agar.
La importancia de buscar bacterias resistentes
Las bacterias resistentes son cada vez más comunes en las infecciones de orina. Por eso, cuando se realizan cultivos es habitual realizar también un antibiograma. Esto consiste en añadir al agar diferentes antibióticos y comprobar qué ocurre con las colonias de bacterias. Si se producen calvas, en las que el antibiótico ha arrasado con los microbios, consideraremos que era una bacteria sensible a ese antibiótico. Sin embargo, si permanecen inmutables, sabremos que han desarrollado resistencias contra él. Así podemos tener una idea de cuál es el mejor tratamiento.
¿Cuál es el problema? Que todo esto tarda. Hay que esperar primero a que las bacterias proliferen y después a que el antibiótico actúe y esto acaba llevando varios días.
Cualquiera que haya tenido una infección de orina sabe lo molestas que son. Por eso, cada día más sin tratamiento puede ser una tortura. Eso sin contar que una infección no tratada puede complicarse, por ejemplo, extendiéndose hasta los riñones. Para evitar que esto ocurra, a veces se pauta un tratamiento antes de tener los resultados. Si hay suerte y se usó un antibiótico adecuado, no habrá que hacer cambios. No obstante, si se descubre que la bacteria era resistente al que se seleccionó, habría que cambiar el tratamiento. Esto aumenta la posibilidad de resistencias y, además, es mucho más caro. Pero de momento es lo que hay, ya que no hay ninguna técnica mejor.
Alternativas para diagnosticar la infección de orina
Actualmente, se están estudiando otras formas de diagnosticar las infecciones de orina. Edwards y Needs hablan de dos en concreto. Por un lado, se pueden usar cámaras digitales que detectan a escala microscópica o en orina diluida si hay bacterias creciendo. El resultado se obtendría mucho más deprisa que con un cultivo en agar. Incluso en un futuro podría asociarse el mecanismo a un teléfono inteligente. Además, en unas horas se podría comprobar también el efecto de los antibióticos. El problema es que esto se encuentra aún en estudio.
Por otro lado, algunos laboratorios sí que están implementando ya otro mecanismo, basado en espectrometría de masas. Esta es una técnica que ayuda a identificar la composición de una muestra al medir las relaciones masa/carga de los iones resultantes de calentarla hasta vaporizarla. Se utilizan bases de datos en los que se encuentran los valores de diferentes bacterias y así se puede identificar la causante de la infección. El problema es que no sirve para medir resistencias a antibióticos. Y también que los espectrómetros de masas son aparatos costosos y voluminosos, por lo que habría que enviar las muestras a laboratorios que dispongan de ellos.
Pero, además de esos dos métodos, también se está estudiando mucho el diagnóstico de infección de orina mediante inteligencia artificial. Se capacitan redes neuronales para que sean capaces de relacionar determinados síntomas y pruebas de laboratorio rápidas con la cistitis. Por ejemplo, en 2018 se presentó una capaz de relacionar el número de micciones, los niveles de eritrocitos en orina y el dolor por encima del pubis con el diagnóstico de infección de orina. Esto ayudaría a no recetar antibióticos cuando no se debe, pues es algo que a veces se hace también en estos casos. Sin embargo, seguiría sin ser útil para detectar resistencias a los mismos.
Por lo tanto, que la técnica que se usa hoy en día tenga 140 años no quiere decir que sea mala. Al fin y al cabo, si en todo este tiempo no se ha sustituido, por algo será.