Las resistencias a antibióticos son un problema serio que muchos ya han bautizado como la gran pandemia del siglo XXI. Es mucho más silenciosa que la COVID-19, pero lleva años causando muertes en todo el mundo y, si no se hace nada para solucionarlo, estas seguirán creciendo cada vez más deprisa. Lo ideal sería promover un consumo responsable de antibióticos. Sin embargo, llegados a este punto, también es importante buscar otras formas de combatir a las bacterias resistentes a ellos. Se han probado todo tipo de sustancias obtenidas de fuentes naturales, como algunas plantas e incluso los fluidos de ciertos animales. Pero la clave podría estar precisamente en lo mismo que se quiere combatir: las bacterias.

Un equipo de científicos de la Universidad McMaster ha descubierto una toxina, generada por la bacteria Pseudomonas aeruginosa, que es capaz de combatir a otras especies con una gran eficacia. Sería casi como poner a las bacterias resistentes a pelearse entre ellas. Solo que, en realidad, las armas las usaríamos nosotros.

No es la primera vez que se descubre algo así. Sin embargo, esta vez es si cabe más interesante, pues esta toxina ataca a una molécula tan necesaria para la vida como el ARN. Aún habrá que investigar más, pero es un camino prometedor.

Toxinas bacterianas contra bacterias resistentes a los antibióticos

Paradójicamente, Pseudomonas aeruginosa es una de las especies de bacterias resistentes más problemáticas. Es conocida por muchos motivos, pero sobre todo por causar infecciones en pacientes hospitalizados. Se trata de personas muy vulnerables, por lo que la bacteria puede ser letal si ha desarrollado resistencias y no podemos atacarla con antibióticos.

Parte de su peligrosidad reside en la presencia de toxinas muy peligrosas, tanto para los animales a los que infecta como para otros microbios. Una de sus toxinas más estudiadas es la exotoxina A. Se sabe que interfiere en la elongación de las proteínas, cuando estas se están sintetizando, por lo que puede afectar a muchos mecanismos esenciales para la vida en los que dichas proteínas tienen un papel clave.

Esta arma se ha aprovechado durante años en la investigación de tratamientos contra el virus de la hepatitis B. Como ya sabemos, los virus no tienen la capacidad de replicarse ni de sintetizar sus propias proteínas. Necesitan secuestrar la maquinaria de las células de sus hospedadores. Si además se le ponen estos palos en las ruedas a la hora de elongar proteínas, no podrá causar la enfermedad.

Basándose en todo esto, los autores del estudio que se acaba de publicar en Molecular Cell indagaron sobre otras toxinas hasta dar con una que parecía atacar a bacterias de diferentes especies. Ya tenían el arma, pero tenían que saber cómo funcionaba.

 DFID/ Will Crowne

Ataque al ARN

Otras toxinas bacterianas han logrado combatir a distintas especies de bacterias a través del ataque directo a algunas de sus proteínas. Sin embargo, cuando comprobaron si esta toxina era capaz de hacer lo mismo, descubrieron que no. En realidad, iba mucho más atrás, a la raíz del problema.

Para que la información contenida en el material genético de las células pueda convertirse en proteínas, que llevarán a cabo distintas funciones, debe pasar primero por un paso intermedio, en el que el actor clave es el ARN mensajero. Esta molécula lleva la información en el idioma que pueden leer los ribosomas, que son las fábricas de proteínas de las células.

Por lo tanto, si se secuestra el ARN mensajero, las proteínas no pueden llegar a fabricarse. Además, otros muchos procesos esenciales para la supervivencia celular cuentan con la intervención de los diferentes tipos de ARN. 

Este es un hallazgo muy interesante, ya que se podría interferir en la patogenicidad de las bacterias resistentes a antibióticos antes de que esta llegue ni siquiera a gestarse. Todo es muy prometedor, pero aún queda mucho para que podamos fomentar esta lucha virtual entre células. Mientras tanto, no nos queda otra que intentar bloquear el avance de las resistencias. Y, para eso, lo mejor será que tires todos esos antibióticos que tienes guardados para cuando te sientas un poco resfriado. Los antibióticos no lo curan todo y si nos empeñamos en intentarlo llegará un día en que ni siquiera curen lo único que ahora son capaces de curar.