Lo que un tiempo fueron discusiones por el estatismo y la falta de evolución se han convertido en un debate sobre los excesivos cambios en Call of Duty. ¿En qué lugar queda Infinite Warfare?Call of Duty es, sin asomo de duda, una de las franquicias más controvertidas y cuestionadas de la industria. Tras los excelentes y sumamente influyentes trabajos de Infinity Ward en Call of Duty 2 y Call of Duty 4: Modern Warfare (y la posterior salida del núcleo creativo del estudio tras desavenencias legales con Activision), la serie entró en un ciclo de escasa evolución en el que primaba mantener una base inalterada y salpicarla de pequeños cambios y retoques.

Por ello, no tardaron en alzarse voces en contra de la repetición y la nula progresión, tanto en lo técnico como en lo jugable, a lo largo de un lustro. Mientras tanto, eso sí, la franquicia seguía copando los primeros lugares en cualquier lista de videojuegos más vendidos. Fue entonces cuando llegó el salto generacional y, con él, el paso a desarrollos de tres años debido a la inclusión de Sledgehammer Games en la rotación entre estudios junto a Treyarch y Infinity Ward.

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De esta forma llegaba Advanced Warfare, el estreno de los chicos de Sledgehammer y el Call of Duty más rompedor, con su esencia y raíces, de la historia. Se acallaban las críticas enfocadas al estatismo pero, por el camino, se rompía con los valores tradicionales de la franquicia provocando el desencanto de millones de jugadores que, tras la evolución de la idea en Black Ops 3 y, sobre todo, el viaje al espacio de Infinite Warfare, clamaban en contra del rumbo de la marca.

Popular fue la polémica tras el estreno del primer tráiler del título, convirtiéndose en uno de los vídeos con más dislikes de la historia de YouTube. Una cosa estaba clara: los aficionados de la franquicia renegaban del rumbo tomado y todo apuntaba a que el nuevo proyecto de Infinity Ward tras el mediocre Ghosts no iba a recibir una calurosa bienvenida.

Ese público ha trasladado dicha indiferencia a las tiendas (Infinite Warfare ha vendido un 48% menos que Black Ops III en el mismo período) pero, más allá, nos encontramos ante un estudio que ha tenido la valentía de romper con algunas de las máximas de la franquicia y, en un momento donde el estancamiento no era uno de sus problemas, dar un giro de 180 grados a la fórmula. Al menos en su modo para un jugador.
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Y es que, por primera vez en años (quizá desde Call of Duty 2), una vez con el disco en la consola opté por empezar por el modo historia en lugar de dar mis primeros pasos en el multijugador. Mientras en el online todo parece clónico y heredado de Black Ops III, tenía la esperanza de que su modalidad para un jugador tuviera un valor propio con la personalidad de la que careció Ghosts. Para ello, entre otras cosas, se reclutaron grandes profesionales de estudios como Naughty Dog o Crystal Dynamics.

Por suerte, hace falta poco para caer en la cuenta de que, a pesar de la corriente arrastrada por la franquicia, Infinity Ward ha decidido apostar fuerte por su historia. Aquí nos vamos a un futuro indeterminado (en ningún momento se especifica el año) pero en el que se intenta en casi todo momento ser plausible y verídico, habiendo contado con el asesoramiento de la NASA o los Marines. Un giro drástico hacia la ciencia ficción que, en lo personal, me ha apasionado.

La historia es la que sigue: comandado por Salen Kotch, villano interpretado por Kit Harington (Jon Nieve en Juego de Tronos, el SDF considera a la población terrestre como una lacra para la evolución y piensa que la mejor forma de progreso es que los nacidos y criados en la Tierra pasen a mejor vida para, de paso, poder seguir explotando a sus anchas los recursos de los planetas del Sistema Solar. Nuestro deber, como capitán recién ascendido de la Retribution, nave de la UNSC, será pararle los pies.

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Aquí las novedades en la franquicia son múltiples: una narrativa mucho mejor llevada nos presenta pocos pero interesantes personajes, nos pone en la piel de alguien al mando y no un subordinado limitado a cumplir órdenes, se nos presenta la opción de llevar a cabo misiones secundarias por el Sistema Solar y, la guinda, se introducen los combates espaciales a bordo de nuestro Jackal. Hay muchas ideas interesantes en la campaña de Infinite Warfare y, casi todas, son acertadas.

Cierto es que, viniendo de shooters de este mismo año como DOOM o Titanfall 2, se echa en falta algo más de ritmo y frenetismo en ciertos tramos pero esto se compensa con una increíble variedad paisajística y lo tremendamente divertidas y pulidas que son las fases de combate espacial, que podrían convertirse en un juego independiente sin ningún problema. Además, hay situaciones realmente espectaculares y bien escritas (llegaremos a conectar y reírnos con los chistes de un bot, eso tiene mérito) y solo pequeños como un villano algo plano en su radicalismo empañan la que, sin duda, es una de las mejores campañas que ha dado la franquicia.
El problema de este año es que todo ese valor centrado en la innovación ha quedado en el modo historia y en su vertiente multijugador nos encontramos con una barata imitación de lo visto en Black Ops III. Desde una interfaz de usuario prácticamente calcada hasta el mismo sistema de movimiento o de personalización (aquí, eso sí, se añaden los rasgos y cargas a cada uno de los especialistas), nada en Infinite Warfare parece nuevo y, de hecho, viene acompañado de problemas que no encontrábamos en el juego de Treyarch: los respawns en ciertos mapeados son terroríficos, las variantes de las armas traen desequilibrios exagerados (y abocan todavía más el sistema hacía los micropagos y el pay to win) y muchas de las alternativas a la hora de elegir nuestro rig se tornan demasiado efectivas.

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Pero, claro, al César lo que es del César: en esencia esto sigue siendo un Call of Duty para lo bueno y lo malo; no falta variedad y cantidad en los mapas y modos de juego, todavía más que en Black Ops III, poniendo muy difícil el aburrirnos si conectamos con la propuesta de este año. Eso sí, después de uno de los años con menos y peores cambios, toca ir pensando en una profunda renovación del multijugador competitivo. Echar un vistazo a la competencia directa, tanto dentro (Modern Warfare Remastered) como fuera de casa (Battlefield 1 y Titanfall 2), debería encender las alarmas de Activision y su trío de estudios de desarrollo.

Por último, queda ese modo Zombies que cautivó a muchos con su estreno por parte de Treyarch en World at War y, desde entonces, se ha incluído tanto en las entregas de Sledgehammer como las Infinity Ward. Aquí, de nuevo, sabemos un poco a lo que vamos: una ambientación fresca, al más puro estilo años ochenta, que juega a favor del tono desenfadado de la propuesta y que pone el primer ladrillo de una experiencia, repleta de secretos y easter eggs, que irá creciendo con el paso del año mediante múltiples DLC. Igual que el multijugador, es satisfactorio y cumple pero no deja de transmitir la sensación de estar desarrollado a medio gas.

Conclusión

Mencionaba al principio del análisis varios proyectos de Infinity Ward. Primero llegaron esos revolucionarios Call of Duty 2 y Modern Warfare para, años después, cuajar la que es a día de hoy la peor entrega con diferencia de la franquicia, Ghosts. Por ello, por esa incapacidad de haber demostrado su valía y méritos como estudio tras la marcha de gran parte de su núcleo creativo para formas Respawn Entertainment, Infinite Warfare debía servir como reafirmación del estudio.

Tiene mérito, por ello, que se haya tomado una dirección tan fresca y alejada de los cánones de la marca. Es una pena, por contra, que se note tal falta de cohesión entre los tres modos, con enfoques y planteamientos totalmente distintos en forma, tono y estilo: la campaña está repleta de buenas ideas y grandes situaciones que sacan jugo al hecho de viajar a un futuro cercano, el multijugador termina siendo una vaga imitación de lo visto en Black Ops III (y queda muy atrás de competidores como Titanfall 2, Battlefield 1 o el propio Modern Warfare Remastered) y el modo zombies sigue yendo por su propio camino, buscando las situaciones más surrealistas posibles. Infinite Warfare es, por ello, un videojuego ciertamente irregular que, al menos, nos regala una de sus mejores campañas en muchos años.

Pros

  • La mejor campaña de la franquicia en muchos años
  • Nuevas ideas en el singleplayer: misiones secundarias, combate espacial, narrativa más íntima, etc.
  • El modo zombies sabe seguir siendo fresco y atractivo
  • Modos para un jugador, multijugador, mapas… Mucho y muy variado contenido.

Contras

  • Poca inspiración y mucha imitación en su modo multijugador.
  • La falta de cohesión y la disparidad entre sus distintos modos.

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