Durante los últimos meses, Netflix ha renovado su catálogo con un variado contenido de calidad. Del éxito de la controversial ¿Qué hizo Jennifer?, a la repercusión y buena crítica que trajo consigo Mi reno de peluche. Lo cierto es que la plataforma parece intentar alejarse de la infame fama, de la mala calidad de sus producciones, hacia un espacio más selectos. El resultado es una serie de producciones que se han convertido en éxito de crítica y de público, casi de manera instantánea. 

La más reciente, es la miniserie francesa de seis episodios, Antracita. Una combinación entre el true crime — desde el punto de vista de la ficción — y una trama complicada que se hace más apasionante capítulo tras capítulo. Todo, en el escenario de un pequeño pueblo europeo, en que una secta se ha convertido en un enemigo a temer. Mucho más, en el responsable de una serie de acontecimientos aterradores, que se hacen más graves a medida que su influencia aumenta entre los habitantes.

Con su aire tenebroso, pero también, con una evidente influencia de thrillers clásicos, la serie es un disfrute para los amantes del misterio. Pero además, también es una exploración en una rara y macabra historia, que la producción explora en medio de su enrevesado argumento. 

Por todo lo anterior, Antracita es ideal para un público interesante en experimento poco común de argumento. Para demostrarlo, te dejamos tres razones para ver la serie si todavía no lo has visto. De un relato macabro — y real — que provoca escalofríos, hasta su ritmo frenético y bien logrado. La producción es uno de esos grandes hallazgos que las plataformas ofrecen cada vez con más frecuencia. Una noticia alentadora para los suscriptores en busca de buenas historias que explorar. 

El hecho real que cuenta entre líneas

Aunque Antracita es un relato de ficción, uno de sus puntos más intrigantes y angustiosos, está basado en un hecho real. En su capítulo inicial, la serie relata cómo un grupo de miembros de una secta, terminan por morir luego de un suicidio masivo. El argumento no da demasiadas explicaciones — de momento — pero deja claro que se trata de un hecho de envergadura y además, que será profundamente significativo a futuro.

La secuencia entera hace referencia a la muerte de los miembros de la llamada Orden del Templo Solar. El grupo esotérico estuvo activo entre la década de 1970 y 1990 en Francia, Suiza y Canadá. Y aunque en un principio, parecía enfocada en el crecimiento personal y en el estudio de diversas ramas, pronto fue a peor. En 1994, 50 personas perdieron la vida al envenenarse siguiendo las directrices de los líderes Luc Jouret y Joseph Di Mambro. Tanto el uno como el otro, afirmaban ser descendientes directos de varios caballeros templarios y promulgaba la muerte, como una máxima de fe. De hecho, el objetivo de la secta, era asegurar la resurrección de sus miembros. 

En la serie, el suceso se muestra como un evento que desencadena la acción principal. Pero en lugar de disimular su crudeza, se lleva a la pantalla pequeña con una cuidada exactitud. Lo que provoca que los dos primeros episodios, sean una reconstrucción, casi involuntaria, del incidente. 

Una trama que se vuelve más oscura

Antracita comienza como una serie procedimental corriente, lo que incluye narrar a detalle un suceso macabro. Sin embargo, pronto se aleja de producciones parecidas para enfocarse en el centro de su conflicto. Un periodista, que siguió el rastro de los miembros fallecidos de la secta, pronto descubre que las muertes son algo más que sacrificios rituales. 

Pero lo que parece el pie para un reportaje mayor, termina por ser el inicio de un trayecto oscuro. El investigador desaparece y será su hija, Ida (Noémie Schmidt), sobreviviente al cáncer y empeñada en descubrir la verdad, la que continúe sus pesquisas. 

Eso le conducirá, directamente, a todo tipo de situaciones tenebrosas, más cercanas al horror folclórico que al suspense. La combinación convierte a Antracita, en un escenario novedoso en que el recorrido de su protagonista a través de Europa. Lo que le llevará a tropezar con la verdad oculta detrás del — posible — secuestro de su padre. Todo lo anterior, mientras intenta conservar su vida y sanar lo más rápido posible. 

Una combinación explosiva

Antracita toma el riesgo de combinar un thriller — o lo que se anuncia como uno — con la reconstrucción documental que lo vincula directamente con el true crime. Entre ambas cosas, el trayecto de Ida en busca de su padre, es, también, una forma de analizar los sucesos y el comportamiento fanático que rodea a una organización religiosa apocalíptica.

Para su último capítulo, la serie logró unir en solo escenario todo lo anterior. Además, de brindar profundidad a sus personajes y de explorar en el comportamiento humano más extraño y delirante. Lo que convierte a la producción en un éxito al narrar un terreno complicado y complejo, que detalla con habilidad y detalle. Una de sus mejores características. 

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