Hay personas para las que hacer ejercicio es un mundo. Lo hacen porque saben que es saludable para ellas, pero necesitan concienciarse mucho previamente para no caer en la procrastinación. Otras, en cambio, parece que hayan nacido corriendo, sobre una bicicleta o haciendo cualquier tipo de deporte. Les gusta, lo disfrutan y no parece que les venza nunca la pereza. Si estás en el primer grupo, seguro que la envidia te ha hecho alguna vez preguntarte cuál es su truco. De hecho, esta es una pregunta que también se han hecho algunos científicos, que han llegado a la conclusión de que la clave podría estar en la microbiota del intestino.

Cabe destacar que esta idea es el resultado de una investigación realizada en ratones, por lo que no se puede afirmar que pase lo mismo en humanos. Sin embargo, según explican sus autores en Nature, si el hallazgo llegase a demostrarse también en nuestra especie, podría abrir la puerta al desarrollo de nuevos tratamientos.

Sería útil tanto para mejorar el rendimiento de los deportistas como para aumentar la motivación de los más perezosos. De hecho, podría bastar con simples modificaciones en la dieta que propiciaran la proliferación de las bacterias adecuadas en la microbiota intestinal. 

Otro ‘superpoder’ de la microbiota

La microbiota es el conjunto de microorganismos que viven en condiciones normales en nuestro organismo. Es decir, no son microbios patógenos que aparezcan en una situación excepcional, sino que viven habitualmente con nosotros.

Estos microorganismos viven en todo nuestro cuerpo, donde les proporcionamos cobijo y alimento. Pero también son beneficiosos para nosotros. Por ejemplo, la microbiota intestinal puede ayudar en el proceso de digestión o desplazar y combatir a esos otros microorganismos que sí pueden enfermarnos. Además, durante su propio metabolismo, pueden generar sustancias beneficiosas para nuestra salud.

La alteración de la microbiota puede estar asociada a algunas enfermedades, de ahí que se esté explorando tanto la opción del trasplante de heces. Pero la microbiota intestinal no es beneficiosa solo a nivel digestivo. En los intestinos hay una buena cantidad de neuronas. Suele decirse que ahí se encuentra nuestro segundo cerebro, aunque eso es aventurarse demasiado. Pero sí que es cierto que ambos órganos están muy bien relacionados. Por eso, se ha estudiado la posible vinculación de la microbiota intestinal con algunas enfermedades neurológicas. Y ahora, por si eso fuera poco, se está analizando cómo pueden las bacterias de nuestro intestino influir sobre nuestro cerebro y afectar a las ganas de practicar ejercicio.

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La motivación intestinal para el ejercicio

Para la realización de su estudio, estos científicos, procedentes de la Universidad de Pensilvania, tomaron a un grupo de ratones y cronometraron cuánto tiempo pasaban voluntariamente corriendo en la rueda.

Además, a todos ellos se les tomaron muestras de sangre y heces para analizar tanto su ADN como su microbiota intestinal y las sustancias generadas por esta. Después, estos datos se introdujeron en modelos de aprendizaje automático, de modo que la inteligencia artificial encontrara relaciones significativas entre algún par de factores. Y lo encontraron, ya que los ratones que pasaban más tiempo en la rueda tenían una mayor proporción de dos especies de bacterias en su microbiota: Eubacterium rectale y Coprococcus eutactus. Inicialmente, se pensó que la genética de cada animal también podría influir, pero se comprobó que lo hacía en un porcentaje mucho más bajo que la microbiota. 

Ahora bien, ¿qué estaban haciendo estas bacterias? La clave está en algunas de las sustancias que generan. Se vio que ambas producen a través de su actividad metabólica unos compuestos llamados amidas de ácidos grasos (FAA). Estos actúan sobre los receptores endocannabinoides CB1 del intestino, que conectan este con el cerebro a través de la médula espinal. Así, pueden enviar señales que desencadenan la liberación de dopamina. Esto, por lo tanto, estaría provocando una situación placentera en los ratones; de modo que, lógicamente, se sentirían más atraídos por el ejercicio.

Cabe decir que el ejercicio siempre desencadena este tipo de respuestas cerebrales. Sin embargo, no lo hace en todo el mundo por igual. Hasta ahora se ha puesto siempre el foco en el cerebro, pero estos científicos han comprobado que todo podría iniciarse en los intestinos.

Ahora solo queda comprobar si ocurre lo mismo en los humanos. De ser así, se podría mejorar el rendimiento de los deportistas y animar a los perezosos a levantarse del sofá y hacer ejercicio. Y es que, si a nosotros no nos apetece, no hay nada como unas cuantas bacterias para darnos el empujoncito que necesitamos. 

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