Mordor ha nacido del fuego. Galadriel abre los ojos en medio de una oscuridad rojiza que anuncia que las tierras del sur se han transformado en el dominio del mal. El séptimo y antepenultimo capítulo de Los Anillos de Poder, de Prime Video, toma varias decisiones arriesgadas con respecto a su argumento.

Pero, también, este séptimo capítulo es el que, hasta ahora, tiene una mejor ejecución narrativa. Los acontecimientos no solo confluyen entre sí en una perspectiva dura y cada vez más cruda acerca del asedio de Sauron en la Tierra Media. A la vez, se analiza desde la periferia el futuro cercano, quizás en manos de la venidera y confirmada segunda temporada. 

Por ahora, el recorrido es a través del terror. La Dama Elfa camina entre cuerpos requemados y mutilados, la tierra herida y las sombras cargadas de ceniza. Arda no ha visto una desolación semejante y es, quizás, el eco a varias de las narraciones más conocidas de Tolkien lo más reconocible durante los primeros minutos del séptimo episodio de Los Anillos de Poder. La silueta inquietante de los árboles devastados por el horror desatado en la montaña. El silencio que lo llena todo, entre gritos de dolor.

Los Anillos de Poder es el nuevo fenómeno del que todo el mundo está hablando y que no puedes perderte

El reino del mal llegó a Los Anillos de Poder

De nuevo, el recuerdo de la batalla de Helm es inevitable, pero Los Anillos de Poder lleva la premisa mucho más allá. El estallido del volcán provocado por la espada de Sauron arrasó con todo el perfil de las tierras del sur. Tanto como para que ahora resulten irreconocibles, una nueva tierra de perversa soledad. 

El guion analiza el nacimiento del mal desde la perspectiva de los pequeños horrores. Las víctimas deambulan por la oscuridad rojiza en busca de sus seres queridos, quizás heridos o muertos. Theo busca a su madre sin encontrarla. Elendil a Isildur, en medio de la debacle que bien podría haber matado al hijo mayor del hombre de Númenor. La reina regente, Míriel, reaparece, aturdida pero milagrosamente ilesa. Al menos en apariencia.

Poco a poco, los sobrevivientes marchan para alejarse del fuego y la destrucción. “Camina, ahora los orcos no deben temer a la luz del día”, urge Galadriel a Theo, su inesperado compañero de andanzas. En la penumbra de ceniza volcánica, todos los ojos son ciegos a las sombras que acechan. 

Una súplica rompe el delicado equilibrio de poder

En Khazad-dûm, Elrond finalmente descubre sus intenciones ante el rey Durin III. Se trata de una confesión dolorosa, humilde. “Mi pueblo depende de su bondad, esfuerzo y de lo que su gente pueda hacer por nosotros”, admite. Lo hace con la gravedad del destino de los Eldar sobre sus hombros. “Prometemos que su sagrado obsequio será recompensado por otros. Por cereal y frutos de bosques de Eriador”, dice el joven emisario con una sobriedad que recuerda su origen como el hijo de un hombre convertido en estrella. 

Pero el monarca de los reinos subterráneos lo escucha impasible. “Quiero hablar con mi hijo”, dice, por último. La cámara de la corte queda vacía y es entonces cuando el príncipe Durin recibe la sentencia más dura e inesperada de todas. Su padre no solo no ayudará a los reinos élficos en medio de su momento más oscuro; lo hace con la deliberada intención de apartarse del destino de la raza.

Una percepción que recuerda a la idea de la predestinación que Tolkien analizó en más de una oportunidad en sus relatos más conocidos. “No podemos evitar que un pueblo muera”, insiste Durin III, investido de autoridad y una rara convicción ancestral. “Ya el tiempo de los elfos pasó y, siendo así, es imposible que intervengamos en su decadencia”. 

El reino de los enanos en el séptimo capítulo de Los Anillos de Poder

Su hijo se opone, le reclama el deber que su corazón guarda por Elrond, pero para su padre la respuesta es obvia. El bienestar del reino de los enanos es mucho más importante que cualquier otra salvedad. “Los enanos estamos hechos de fuego y de piedra”, explica el rey, en voz baja. “Hay dureza en nuestro espíritu, pero el fuego arrasa todo a su alrededor y solo deja la verdad”, añade. Entonces, expresa su decisión. “Nuestra raza no se pondrá en riesgo por otra”.

Los Anillos de Poder, mithril

Más tarde, la princesa Disa se rebela contra la sentencia de Durin III. “¿Cómo puede decidir, de esa forma, la muerte a la vida?”, se enfurece. No hay respuestas para un dilema semejante, ni tampoco las hay para Elrond cuando finalmente conoce lo que el rey dispuso. No hay palabras para consolar el peso del dolor y solo atina a extender el trozo de Mithril que Durin le obsequió. “Debo regresar a Lindon”, explica mientras devuelve el pedazo de metal al príncipe Enano. “Gil-galad debe conocer el final de su reinado y lo que nos espera”. 

Aturdidos, Durin y Disa se despiden del joven elfo en una escena conmovedora. “Nunca decimos adiós, si no ve hacia el bien”, recuerda Elrond antes de abandonar la sala. La familia real del reino de Khazad-dûm se mira en silencio, consternada. ¿Es tan poco lo que pueden hacer en favor de los pueblos que han pedido su ayuda?

“Tu padre solo decide desde la terquedad”, insiste Disa, entre dientes. Frustrado, Durin arroja el trozo de Mithril, que, de manera providencial, resbala hasta tocar la hoja del bosque de Lindon que demuestra el avance de la oscuridad en el territorio. Es entonces cuando se demuestra que lo dicho por el gran rey elfo es cierto. La hoja recupera su brillo y esplendor, la oscuridad desaparece. El secreto del reino de los enanos puede salvar a la raza élfica

Un recorrido duro por parajes amenazantes

Los pelosos continúan su viaje a través de la Tierra Media. La caravana atraviesa la alargada región oriental desprovista de montañas que en línea recta les conduciría al sur. No ha sido una marcha sencilla. Los parajes que atraviesan son cada vez retorcidos y la oscuridad es más patente. Tanto como para que, en más de una ocasión, sea evidente que algo más allá de lo que puede deducirse a primera vista ocurre en la región.

El hombre extraño llegado del cielo todavía les acompaña. Tras su heroica intervención para salvar a Nori, Poppy y Malva, terminó por ganarse la confianza de todos. Sin embargo, ahora, la más pequeña de los Brandyfoot recela. No olvida el extraño momento en que fue empujada y golpeada por el poder del desconocido. Pero el pueblo nómada le considera un héroe o, al menos, una criatura inexplicable. “Hay que pedirle que ayude en lo que ocurre”, insiste Malva a Sandoc. 

Se trata de un cambio notorio en la anciana peloso. La suspicacia que sentía por el hombre silencioso, ahora se transformó en confianza absoluta. Tanto como para estar convencida de que podría ayudar a reavivar la naturaleza convertida en un entorno hostil. “Nori, pídeselo tú”, insiste Malva. Pero la niña no se atreve. Al final, es Poppy la que protegerá a su amiga y consolará su temor. “No es educado pedir favores tan seguidos”, anuncia con gravedad. Aun así, la esposa del líder de la caravana insiste y, al final, termina por recurrir al extraño para pedir ayuda.

Es entonces cuando el argumento de este séptimo capítulo de Los Anillos de Poder brinda los primeros indicios claros de que el hombre llegado de las estrellas podría tener una relación directa con la raza élfica. El desconocido apoya las manos sobre un árbol retorcido y murmura “Envinyata”, la palabra en el Quenya para “cúrate”. De hecho, el personaje termina por repetir, una y otra vez, palabras en la lengua de los Eldar. Lo que deja claro, de una u otra forma, que su llegada no es casual u obra de la maldad. ¿Una forma sutil de desmentir la posibilidad de que sea Sauron?

Aun así, todavía el argumento deja algunas pistas falsas sobre su identidad. Una rama del árbol que intenta sanar se desprende y está a punto de lastimar a una niña peloso y, de nuevo, a Nori. Esta última refuerza sus peores temores y termina por estar convencida de que fue un error no solo ayudar al hombre, sino también traerle a la caravana. “Soy alguien como cualquier otro”, dice en voz baja y afligida. 

Para entonces, el desconocido ya emprendió un rumbo que le llevará lejos del grupo de criaturas nómadas a las que acompañó. “Hacia allá podrás encontrar a gente alta”, le informa Sandoc y le entrega el mapa estelar que guarda entre sus libros. “Te podrán ayudar mejor que nosotros”. Al partir, el desconocido deja a su paso una sombra de incertidumbre. En especial en Nori, que no comprende del todo qué ha ocurrido. ¿Siempre fue peligroso el hombre que el destino eligió arrojar desde el cielo a su cuidado? “Quizás, nunca debí ayudarle”, se dice en voz baja la niña. 

Los Anillos de Poder, pelosos

Una revelación inesperada llega a Los Anillos de Poder

Los sobrevivientes a la debacle en las tierras del sur caminan hacia el puesto de avanzada de Númenor a las orillas del mar. El grupo atraviesa la humareda rojiza, ahora expuestos al ataque del mal. Son pocos los que aún pueden mantenerse en pie y entre ellos está Elendil, que encontró a la reina regente Míriel. Conduce su caballo mientras intenta encontrar entre los escombros y los parajes requemados a Isildur, del que no volvió a tener noticias desde el estallido del volcán. El padre avanza en silencio, aturdido y, con su talante inquebrantable, comienza a resquebrajarse bajo el peso de que su hijo no haya logrado sobrevivir. 

De hecho, a partir del segundo tramo del séptimo capítulo, Los Anillos de Poder toma decisiones concretas que resultan desconcertantes. Algunas, alejan a la serie, quizás de forma total, de varios de los puntos centrales de los textos tolkianos. Pronto se descubre que Míriel está ciega y qué buena parte de los hombres de Númenor han muerto en medio de los horrores del fuego. La líder se aferra a la mano de Elendil, mientras el capitán mira hacia la desolación, consciente de su pérdida. ¿Habrá tomado un giro argumental desconocido la narración? 

Al otro lado del camino, Galadriel parece confirmar que Los Anillos de Poder replantea el universo de Tolkien desde un ángulo nuevo en su séptimo capítulo. Mientras intenta guarecerse del ataque de los orcos en la nueva oscuridad de las tierras del sur, ambos conversan. “¿Has perdido a alguien en medio de este horror?”, pregunta el adolescente, aterrado y afligido. Galadriel suspira y llega una revelación mayor que entra en conflicto frontal con la obra del escritor británico. “A mi hermano Finrod”, confiesa. “También a mi esposo, Celeborn”. La revelación rompe el delicado equilibrio como obra ambientada de la producción, mucho más cuando el personaje agrega datos nuevos a la mitología. “Llevaba una armadura brillante, blanca. Le venía grande. Le llamé molusco plateado”, dice la Dama Elfa con tristeza. “Nunca más volví a verle”. 

La frase reconfigura por completo el relato de Tolkien sobre la Dama de Valinor y abre posibilidades preocupantes sobre la futura integridad del texto. Pero el guion no añade mayores datos a la revelación y la secuencia concluye con una interrogante tácita. ¿Los Anillos de Poder reescribirá los textos esenciales de Tolkien?

El símbolo de una amistad eterna

Convencido de la necesidad del Mithril para salvar a la raza élfica, Durin desobedece a su padre y cava en medio de las inestables rocas de su reino. Pronto descubre que lo que creía que eran vetas diminutas del valioso metal es, en realidad, un suministro gigantesco. Uno que podría no solo salvar al pueblo de Elrond, sino abrir nuevas posibilidades para las regiones de Khazad-dûm. 

Pero el hallazgo termina por convertirse en la definitiva ruptura entre Durin III y su hijo. El rey, enfurecido por la desobediencia del príncipe, encarcela a Elrond y, entonces, tiene el más terrible enfrentamiento con su primogénito. “¿Para esto cuidé de ti y salvé tu vida?”, dice, recordándole su frágil salud de la infancia y a la madre fallecida. Pero Durin no se amilana. “Elrond es mi hermano, tal y como si fuera forjado en el vientre junto a mí”. Para el monarca, las palabras del hijo son de una traición imperdonable. Lo que deja patente al arrebatarle el símbolo de su sucesión. 

“Ya no lo necesitas”, dice el rey, en voz baja y pesarosa. Durin permanece en pie, confundido y desconcertado por la furia paterna. Al final, es Disa la que pone en palabras la impotencia de su marido. “No importa cuando o cómo, seguiremos cavando y será nuestra la riqueza que encontremos en la piedra”, asegura. 

Los terrores que esconde la noche

La pequeña caravana de pelosos duerme en paz cuando Poppy sale de excursión a solas. Es ella la que descubre que algo inquietante está a punto de suceder y no se equivoca. Los tres elfos vestidos de blanco, de extraña apariencia e intenciones desconocidas, aparecen en el valle que el hombre caído de las estrellas sanó. De nuevo, el guion brinda, ahora sí, datos específicos de que las criaturas pueden parecer hijos de Valinor, pero, sin duda, no lo son. 

Mientras Poppy trata de escapar, Nori llega a su auxilio. La niña nota, entonces, que el extraño grupo busca al hombre desconocido. “Se ha ido hacia allá”, grita, señalando en la dirección contraria que tomó su amigo. Las criaturas se ciernen sobre ellas dispuestas a atacar. Su padre aparece entonces con una antorcha. “Atrás o les quemaré sin dudarlo”, amenaza.

Pero el argumento deja claro que el extraño grupo es peligroso y, sin duda, está dispuesto a actos de extrema crueldad para lograr su objetivo, cuál sea el que sea. Uno de ellos levanta las manos e incendia, a la vez, las carretas de la caravana. El miedo y la desolación recorren al grupo y algo queda claro. Los elfos envueltos en ropas blancas, son una amenaza para cualquiera.

Tal vez por eso, los pelosos toman una decisión que cambiará el curso de su pequeña historia. Sandoc, Nori, su madre y Poppy se echan a los caminos en busca del extraño, ya sea para advertirle o para protegerle. “Lo que distingue a un peloso es el corazón”, canta entonces Poppy, mientras se alejan hacia el trayecto que horas antes recorrió el desconocido. 

Los Anillos de Poder vuelve al mar en su séptimo capítulo

Finalmente, Galadriel llega al asentamiento de Númenor a las orillas del mar. Los heridos están siendo atendidos y Theo busca a su madre entre ellos, aterrorizado por la posibilidad de encontrarla entre los mutilados. Peor aún, entre los muertos. Los Anillos de Poder se acerca a un tono crudo que sorprende. La cámara sigue la caminata del adolescente entre hombres mutilados y cuerpos cubiertos por sábanas y honras fúnebres. 

En una correcta decisión visual, la serie usa el contraste con su habitual delicadeza para dejar claro el horror del fuego y la oscuridad. Por último, el terror queda conjurado, de momento. Bronwyn y Arondir se reencuentran con Theo en un abrazo familiar que sorprende por su sensibilidad. Pero la producción destaca que lo ocurrido en las tierras del sur es más grave de lo que nadie puede suponer por ahora. 

Los anillos de poder

Al otro lado del campamento, Galadriel rinde tributo a la reina regente, ahora ciega. Pero la líder, enfurecida e investida de una profunda dignidad, se pone en pie. “Guarda tu lástima para tus enemigos, porque los de Númenor regresaremos otra vez”, anuncia. A su lado, Elendil guarda silencio. Tras una búsqueda infructuosa, está convencido de la muerte de Isildur, lo que le lleva incluso a un duro arrepentimiento. “Jamás debí ayudar a la elfa, traerla del mar”, murmura. Pero la reina, ajena a los rigores del miedo que atormentan a su capitán, insiste en su promesa. “Entonces, los elfos volveremos también”, dice la Dama Elfa. 

Es el momento de la separación. Los sobrevivientes de las tierras del sur anuncian que irán a Pelagir para recomenzar sus vidas. Galadriel volverá a Lindon con el anuncio de lo ocurrido y para “afrontar su destino”. Pero antes, descubre una sorpresa que la alivia de la culpa que lleva a cuestas. “¿Nadie se lo ha dicho?”, dice Bronwyn y la lleva al interior de los toldos de curación. Allí está Halbrand, malherido a un extremo que “solo la medicina élfica podrá salvarle”, anuncia la Dama de Valinor. Por lo que decide llevarlo a los reinos de su raza para buscar su curación. 

La despedida es corta y emotiva. Arondir mira con respeto a Galadriel, que escolta a Halbrand en busca de una forma de recuperarse de sus heridas. El pueblo despide a ambos con gritos de apoyo. “Fuerza al rey”, gritan todos, con Theo a la cabeza. El nuevo monarca de las tierras en escombros asiente cansado y agradecido. “No es lo último que sabrán de mí”. ¿Se trata de un anuncio bienintencionado o de un vaticinio? 

Una nueva mirada al mundo de Tolkien

El séptimo capítulo de Los Anillos de Poder cierra con dos hechos que, de nuevo, dejan claro que la serie tiene el propósito de, al menos, reinterpretar la épica de Tolkien de forma libre. Por un lado, el rey Durin III decide sellar la fosa con los yacimientos de Mithril. 

La secuencia muestra cómo, mientras sus súbditos cumplen sus órdenes, la hoja del reino de Lindon que Elrond llevó con él se desliza por la cueva. La cámara sigue al pequeño recuerdo de la naturaleza élfica mientras flota a través de túneles y pasadizos cavados en piedra. Por último, llega al fondo, donde arde en fuego. 

Una figura se dibuja al fondo en medio de las llamas y emerge de la oscuridad el Balrog. Una imagen insólita que parece vincular la firme determinación de Durin IV de seguir excavando las minas con la aparición de la criatura. ¿El argumento de Los Anillos de Poder relacionará dos hechos distantes en el tiempo como la forja de Sauron y el daño de Durin?

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La escena final del séptimo capítulo parece confirmarlo. En medio de la desolación de las tierras del sur, Adar, de nuevo libre, camina entre los orcos. “¿Cómo llamaremos a este lugar?”, pregunta una de las criaturas al elfo corrompido. No hay respuesta o no al menos del personaje. En vez de eso, Los Anillos de Poder incluye el nombre del paraje que antes fue el nuevo territorio dominado por el fuego. La denominación de tierras del sur aparece en pantalla por un momento, solo para ser sustituida por la palabra “Mordor”. El reino de las sombras acaba de llegar en todo su terrible significado al argumento de Los Anillos de Poder