¿Demuestra Los Anillos de Poder que J.R.R. Tolkien era misógino y racista? La pregunta se ha repetido con frecuencia durante las últimas semanas. El estreno de la serie de Prime Video no solo reinventa la Tierra Media y sus personajes desde un punto de vista novedoso.
También busca reescribir la obra del escritor británico. La primera ficción ambientada en el mundo de Tolkien cuenta un período histórico en el que el mismo autor no llegó a profundizar. La Segunda Edad es una incógnita incluso para los estudiosos de la saga del escritor. Por lo que la producción tomó decisiones arriesgadas para llevar a cabo su ambicioso proyecto.
Una de ellas es la de incluir una mayor diversidad racial en el mundo de Tolkien. Otra, la de brindar un inédito poder a sus personajes femeninos, a menudo percibidos como poseedores de una relevancia discreta. Finalmente, el panorama en La Tierra Media parece haber cambiado por obra de la sensibilidad contemporánea. Algo imperdonable para los rígidos fans de la versión literaria.
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Tolkien contra las inquietudes de la cultura contemporánea
Pero la polémica por los añadidos y reinterpretaciones de Los Anillos de Poder a la saga Tolkiana también lleva a preguntas más incómodas. En el mundo ficticio, al parecer, todas las razas tienen la piel blanca y las mujeres apenas son consejeras, heroínas predestinadas o figuras misteriosas. ¿Qué indica eso? ¿Tolkien era racista, misógino o, en el peor de los casos, creó una épica a la medida de sus prejuicios?
Y mucho más urgente todavía. ¿Puede una obra fantástica publicada hace 70 años medirse e interpretarse según los parámetros actuales? Los cuestionamientos a Los Anillos de Poder resultan preocupantes en sus implicaciones. En particular, por lo que la estricta lectura de sus seguidores sobre la serie sugiere acerca de cómo debe trasladarse un universo de semejante riqueza a nuevos medios.
A pesar de su retrato visual rigurosamente detallado de los lugares imaginados por Tolkien, la serie se toma amplias libertades con la historia central. Tanto, como para provocar que su cualidad como obra derivada resulte preocupante para los fans de la épica literaria.
¿Son necesarios personajes racializados en una narración basada en mitológica nórdica, inglesa y céltica? ¿Era imprescindible reinventar una figura central para convertirlo en una versión más acorde con las mujeres poderosas contemporáneas?
El punto crítico del debate deja entrever que Tolkien jamás habría aprobado cambios semejantes en su obra. Lo cual apunta a que el escritor tenía determinadas posturas acerca del color de piel o el sexo de sus personajes. ¿Es cierto? En realidad, el contexto del autor británico muestra todo lo contrario y deja claro que su obra evolucionó de acuerdo a su especial sensibilidad.
La Tierra Media de Tolkien frente a la de Los Anillos de Poder
La saga literaria de Tolkien requiere un análisis profundo de su simbología para ser comprendido en su totalidad. El académico utilizó su gran epopeya literaria para enlazar mitologías y creencias. Pero, sobre todo, lo hizo para reinventar antiguas convicciones sobre las formas de narrar, más que para reflejar el mundo que lo rodeaba. El autor dejó claro en numerosas ocasiones que la Tierra Media no era una mirada alegórica al mundo que le tocó vivir.
De hecho, lo puntualizó en el prólogo de la segunda edición británica de El Señor de los Anillos. “No es alegórica ni tópica”, insiste en el texto. Más allá, aclara que le disgusta “cordialmente la alegoría en todas sus manifestaciones”. De modo que ninguno de los libros o relatos de Tolkien están creados para enviar mensajes políticos, ideológicos o para reflejar opiniones específicas.
El mundo imaginado por el escritor es jerárquico, a la manera de “la cadena del ser” medieval. Según este principio, todo lo que vive y es en la Tierra Media está enlazado al “espíritu” y la “materia”. Así, los Valar, Maiar, Elfos y otras criaturas representan el bien absoluto. Mientras que los orcos, trolls y otras manifestaciones de la oscuridad hacen lo propio con la maldad. Entre ambos extremos se muestra La Tierra Media, un mundo amplio, profundamente poblado y con características propias.
Luz y sombra en la Tierra Media
Para Tolkien, el verdadero valor de sus personajes reside en las cualidades morales que exhiben. Las más luminosas están relacionadas con el valor espiritual y el escritor hace hincapié en su belleza intangible. En apenas un puñado de fragmentos, dedica tiempo e interés al aspecto físico como factor determinante del carácter de a quien describe.
Como hace a la hora de detallar el cabello de Galadriel y emparentarlo con el brillo de los árboles de Valinor, un punto esencial para comprender la personalidad de la Dama Elfa. Algo semejante ocurre con el aire de nobleza trágica que envuelve a Frodo tras ser herido por Ella — La Araña.
Una y otra vez, el escritor utiliza lo hermoso para ensalzar cualidades intangibles y emocionales. Tanto, que incluso la degradación de esa mirada excelsa no tiene relación con lo físico sino con la capacidad para la creación. Morgoth/Melkor, que no puede dar vida, pervierte lo existente. Lo que explica algunas interpretaciones sobre la creación de los orcos relacionadas con versiones corruptas de elfos y, después, hombres. Su "fealdad" proviene de la destrucción, no del defecto físico.
¿Los Anillos de Poder evidencian el racismo de la obra de Tolkien?
Bajo esa percepción, para Tolkien, el color de la piel de sus personajes no tiene ninguna influencia. Mucho menos teniendo en cuenta que buena parte de su obra no es alegórica ni tampoco refleja el mundo real.
Para el escritor, el atractivo físico estaba relacionado directamente con la bondad, el heroísmo y la valentía. Lo que equivale a decir que, exceptuando los orcos y su descripción de oscuridad “corrupta”, sus personajes eran símbolos.
Tanto como para que cuando Tolkien comenzó a narrar su propia mitología la relacionara con un propósito y el enfrentamiento entre oscuridad y luz. Lo cual, poco o nada tiene que ver con la apariencia. En realidad, para el británico, el objetivo de cada hombre, mujer y criatura en su mundo era servir a un bien mayor. Uno enlazado con una mirada sobre la bondad y los sentimientos extraordinarios, antes que con cualquier aspecto físico.
¿Y qué ocurre con sus referentes? La obra de Tolkien bebe de ciclos mitológicos relacionados con personajes de piel blanca. Pero, como el mismo autor apuntó, su mundo es una “combinación cuidadosa de todos los elementos nobles de relatos más antiguos”. Para el británico, lo valioso en su narración eran las cualidades éticas de sus personajes. Eso, por encima de cualquier señalamiento sobre su aspecto específico.
Galadriel en Los Anillos de Poder
En una de las escenas de Los Anillos de Poder, Galadriel (Morfydd Clark) anuncia que toma armas en contra de Morgoth y su lugarteniente, Sauron. No se trata de una imagen poética. La secuencia la muestra junto al cadáver de su hermano mayor mientras el personaje asegura: “Hice mía su causa”. Se refería a la batalla de los elfos de Valinor contra el mal, representado por su mayor y más encarnizado enemigo.
Más tarde, la Dama Elfa avanza a través de la Tierra Media en busca de la sombra del mal. Todo ello enfundada en una reluciente armadura y espada en mano. ¿Contradice esa percepción lo escrito acerca del personaje por J.R.R. Tolkien?
Galadriel es una de las figuras más queridas de la mitología del escritor. Una que, además, atravesó todo tipo de revisiones por parte del autor. El análisis incluyó ensayos, notas y cuentos que le permitieron dotar al personaje de una profundidad sorprendente.
Galadriel en el universo de Tolkien
Con el correr de las décadas, el autor enlazó información nueva con la que brindó sobre la Elfa en la trilogía El Señor de los Anillos. Lo cual permitió que su reflexión acerca del bien moral se hiciera más marcada en Galadriel.
Aunque jamás se describe la Dama Elfa en batallas o luchas, Tolkien deja claro su peso e importancia. También hace hincapié en su relevancia en el paisaje histórico de la Tierra Media. Para el escritor, era de considerable interés que el personaje fuera, además de un testigo privilegiado de las Eras, un punto de valor.
De hecho, todas las mujeres de la obra de Tolkien son de enorme fortaleza y representaciones del bien puro. Eowyn, reformulación de las valquirias nórdicas, representa la dignidad y el valor de la lealtad. Tanto la Dama de Rohan como la Lothlórien comparten rasgos sobre su cualidad como emblemas de lo incorruptible.
Toliken no estaba tan lejos de Los Anillos de Poder
En el caso de Galadriel esto es aún más marcado. Según el libro Legendarium (2000) escrito por Verlyn Flieger y Carl F. Hostetter, la Dama Elfa es de una complejidad peculiar. Como superviviente de múltiples tragedias, es poderosa por linaje, pero también por derecho propio. Tolkien agregó dimensiones nuevas a su personaje hasta crear una heroína que representaba un puente entre edades en un mundo complicado.
De la misma manera que la raza, el sexo es de poca importancia para el escritor. En concreto, cuando toda la mitología de su obra procede del contraste entre la bondad —la aspiración al heroísmo— y la maldad.
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Desde Gandalf, encarnación de lo trascendental, hasta Aragorn, el guerrero anónimo convertido en héroe. La obra de Tolkien recorre la identidad, la búsqueda del objetivo místico e, incluso, el reto de la Gran Empresa legendaria. Como narrador, describió a sus personajes, pero siempre dejó claro que el verdadero valor de su obra era mucho más abstracto e intangible. Sin duda, uno de sus puntos más poderosos.