Hasta veintidós actores principales o secundarios, todos ellos reconocibles por un espectador medio, del Universo Cinematográfico de Marvel han dirigido uno o más largometrajes. Es el gusanillo de la creación o de la narrativa, de estar al frente del artístico trajín en el que han participado en numerosas ocasiones delante de las cámaras, a ver qué se siente y qué tal lo llevan. Algunos ya lo habían experimentado antes, pero lo de La puerta de al lado (2021) es nuevo para Daniel Brühl.

Este hispanoalemán nacido en Barcelona hace cuarenta y cuatro años fue elegido para meterse en la piel del barón Helmut Zemo, el villano de Capitán América: Civil War (2016), rol que solo ha repetido en la miniserie Falcon y el Soldado de Invierno (2021) hasta ahora, pero con un interesante toque antiheroico. El que tiene también, pero sin su juguetona oscuridad, el Daniel Weltz al que encarna en su notable ópera prima, con la que no huye del riesgo.

Aunque el guion lo firme otro tocayo, el novelista Daniel Kehlmann, el papel protagonista de La puerta de al lado parece hecho para él, pues se trata de un famoso actor con una vida ordenada, metódico, aparentemente responsable y con un puntillo maniático que nos sugieren con prudente sutileza al principio, el cual se prepara para tomar un vuelo de Berlín a Londres con el propósito de comparecer en una audición para, oh, una película de superhéroes como las de Marvel.

Daniel Brühl y un temible parroquiano en ‘La puerta de al lado’

la puerta de al lado daniel brühl marvel
Warner Bros.

Con la intervención del impertinente Bruno entra en escena, nunca mejor dicho, una incomodidad invencible a la que, desde luego, no está nada acostumbrado el animoso Daniel Weltz —o los seguidores de Marvel—, y que se transmite con eficacia al público, al que empujan a removerse en su asiento con cada golpe verbal y a las muecas circunstanciales por cada uno especialmente incisivo, como un hachazo inesperado. Y a los críticos implacables les gustará este inquietante sujeto.

Uno no desea que el veterano Peter Kurth, quien se pone en sus zapatos con su presencia imponente y que coincidió con Daniel Brühl en la recordada Good bye, Lenin! (2003), se calle nunca. Prefiere que continúe parloteando en ese bar berlinés poco concurrido, donde transcurre casi por completo La puerta de al lado, hasta descubrir todos los pormenores de su posible animadversión por la irritada estrella. Y los giros transforman su molesta perorata en algo diferente.

De este modo, si queríamos seguir escuchándole, lo que logran ahora las palabras escritas por Daniel Kehlmann es que nuestro interés por lo que sale por esa boca venenosa se multiplique. Y asistimos, atónitos tal vez, al germen de una dolorosa duda que no sabemos a qué va a conducir. Pero con este escozor no basta, y nos arrojan otras vueltas de tuerca que lo relativizan un poco y añaden ciertas complicaciones a la situación emocional en la que nos han involucrado.

Egos heridos, conductas perturbadoras y pecados en escena

la puerta de al lado daniel brühl marvel
Warner Bros.

La estructura de La puerta de al lado nos trae a la mente La cena de los idiotas, comedia colosal de Francis Veber (1998), a causa de ese destino al que no se llega a ir porque el embrollo increíble, que se sostiene en un estupendo duelo actoral, hace que importe un pimiento. Y entre egos heridos, conductas perturbadoras y pecados que se exponen a la luz del día, hay instantes de incertidumbre en los que decidir qué pensar de la figura de Daniel Brühl y el deuteragonista de Peter Kurth.

El primero nos ofrece una planificación serena pero detallada, con un buqué teatral muy agradable tanto en la misma como en el libreto; y no solo porque se desarrolle en un único lugar. Elude la amenaza siempre presente en propuestas así de una composición perezosa, huérfana de ingenio o, como mínimo, de una verdadera perspectiva audiovisual. De las que terminan por despeñarse de forma vergonzosa en lo languideciente, lo apolillado o lo impropio del séptimo arte.

La banda sonora minimalista y ausente de Moritz Friedrich y Jakob Grunert incide en su espíritu escénico. Conque, en definitiva, podemos meterla sin remilgos en el saco de Un dios salvaje (2011) o las dos versiones de Los chicos de la banda (1970, 2020), a las que casi eclipsa. Pero de ningún modo en el de La huella (1972) o El método (2005), que son palabras mayores. Y, no obstante, La puerta de al lado absorbe más que los filmes del Universo Cinematográfico de Marvel. Caray con Daniel Brühl.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: