Si uno quiere hablar del cine de terror que se ha producido en España en los últimos veinte años, no tendría ninguna lógica no referirse a los largometrajes del director valenciano Paco Plaza. Sin entrar en las virtudes o los defectos de los de mayor repercusión, debemos acordarnos, como mínimo, de [•REC] (2007), Verónica (2017) y La abuela (2021), por la que le entrevistamos.
No obstante, en Quien a hierro mata (2019) abandonó las historias terroríficas para centrarse en un thriller. Y, según su propio enfoque artístico, no deberíamos sentir extrañeza. “Cuando abordas el trabajo, el género no es tan importante”, nos dice. “Al final, se trata de acompañar a personas a las que les pasan determinadas cosas, y el género lo determina la naturaleza de esos acontecimientos que viven”.
“Si son terroríficos, es una película de terror; si son hilarantes, es una comedia; si son emocionantes, es un drama…”, abunda Paco Plaza. “Pero, en el fondo, de lo que se trata es empatizar con personas a las que les pasan cosas importantes, que les conmueven a ellas. E, idealmente, eso hará que conmuevan a los espectadores.
No creo que sea especialmente fácil o difícil ningún género. Creo que lo difícil es conseguir esa conexión con los espectadores. Es el desafío, es a lo que nos dedicamos: emocionar a la gente que ve las películas”.
Los personajes son más importantes que la historia en una película
“Casi te diría que son más importantes los personajes que la historia”, prosigue el cineasta valenciano. “Estas son reflexiones que haces con los años, después de ver películas y de hacerlas. Cada vez creo más que lo único que importa son los personajes, mucho más que la trama. Empatizar con un personaje y vivir con él lo que le esté pasando. Pero la historia no es tan importante”.
“El otro día estaba hablando con Carlos Vermut, guionista de La abuela, de El poder del perro, la peli de Jane Campion, que nos recordaba mucho a Burning, la de Lee Chang-Dong, la cual es una de nuestras favoritas de los últimos años”, continúa Paco Plaza. “Y son películas en las que no te acabas de enterar muy bien de lo que pasa y, realmente, no te importa”.
“Es como que estarías diez horas con esa gente, en esas casas, porque te interesan ellos. Te interesa el personaje de Benedict Cumberbatch mucho más allá de lo que hace en la peli, que es poca cosa”, expone.
“Pero entiendes que hay un misterio detrás, una persona que tiene una vida; y acaba la película y estás descifrando por qué se ha comportado así. Eso es lo que me parece más hipnótico, y por eso me parece un gran película. Lo que trata te lo cuentan en treinta segundos; la trama es muy poquita, y lo que es fascinante son las personas que habitan la película”.
Los referentes cinematográficos de Paco Plaza
Como todo buen cinéfilo que se precie y que se dedica al séptimo arte, Paco Plaza admite que no le faltan referentes cinematográficos: “Roman Polanski [El pianista] es más importante para mí que mi tío Pepe, y no es una exageración”, asegura. “Tengo cineastas a los que considero maestros, que me han enseñado a mirar el mundo; no a hacer cine, sino a ver la vida de una manera, como Luis Buñuel. Yo no sería la misma persona que soy si no hubiera visto Viridiana [1961] con quince años”.
“Creo que las referencias son más vitales que imitativas”, nos aclara el realizador. “Y pienso que sí que hay influencias que te salen de manera espontánea e inconsciente; cosas que, de pronto, te encuentras y dices: «Ah, coño; esto es por algo que caló en mí hace muchos años y acaba saliendo»”. Y remata: “Llevo cuarenta años viendo películas de terror y, claro, hay cosas que terminan asomando”.
“Ahora mismo, Julia Ducournau [Titane] es mi gurú; quiero ser ella”, reconoce Paco Plaza. “E, históricamente, Akira Kurosawa [Ran], Ingmar Bergman [Secretos de un matrimonio], Federico Fellini [Ocho y medio] y, sobre todo, Luis Buñuel, que es el mejor cineasta que ha pisado la faz de la Tierra. Nunca ha habido nadie que lograse expresar tanto en imágenes. La profundidad que consigue, hasta en sus películas más insignificantes o más despreciadas, como Diario de una camarera [1964] o su etapa mexicana con Robinson Crusoe (1954), que no es muy buena peli”.
La universidad de Luis Buñuel
Y se explaya más sobre su ilustre colega aragonés: “Hay algo en la forma de mirar el mundo de Buñuel que es alucinante. Y hay una cosa que me contó un actor que había trabajado con él. Estaba en una pausa de rodaje comiendo un chorizo y se acercó el operador de cámara, que era francés porque creo que se trataba de El discreto encanto de la burguesía [1972], y le dijo: «Don Luis, para la siguiente secuencia, ¿dónde colocamos la cámara?».
Buñuel dijo: «Donde se vea mejor». Y creo que eso es mucho más profundo de lo que parece; y en sus películas, la cámara suele estar en el sitio donde mejor ves lo que quiere expresar”.
“Y eso es una lección, y lo tengo muy presente cuando llego al set de rodaje y planifico”, prosigue Paco Plaza, “para ver desde dónde cuento lo que quiero contar, desde dónde se va a entender más lo que quiero expresar: los primeros términos, los tamaños de los actores, lo que hay en el encuadre, el lugar que ellos ocupen en el mismo… Cuál es la forma plástica de expresar mejor lo que quiere relatar esta escena. Y, para eso, creo que Buñuel es una universidad”.
“Esto es lo que los directores nos tenemos que dedicar”, afirma el director. “Plano y contraplano, eso es Aída [Nacho G. Velilla, 2005-2014]; que está muy bien, pero no es cine. El cine es el arte de una imagen que exprese una idea, no solo retratar gente haciendo o diciendo cosas; sino que, desde dónde lo estás viendo, cómo está iluminado, el tempo… La diferencia entre la pintura y el cine es el tiempo, el tiempo que dedicas a la contemplación de una imagen. Es puro lenguaje”. Y concluye: “Así que, para aprender, Buñuel. Y Kurosawa”.