Que los premios cinematográficos más famosos del mundo y más codiciados por los trabajadores del cine sean los Oscar dice mucho del poder de la industria de Hollywood. Sobre todo teniendo en cuenta que se trata de unos galardones nacionales, otorgados por los cineastas de un país que se recompensan a sí mismos, con categorías internacionales y coladeros para películas de otros estados a través de la coproducción.Los premiados en los Oscar muchas veces tienen más que ver con las tendencias, los amigos, las deudas de otros años y siempre con la promoción
Y hay que entender una cosa sobre estos premios: para escoger a los ganadores votan todos los profesionales del cine que forman la Academia hollywoodiense, y pocos han visto todas las películas antes de votar. Así que su elección muchas veces poco tiene que ver con la calidad de una interpretación o con que un filme sea mejor que otro, sino más bien con las tendencias específicas de cada una de las ediciones, los amigos, las deudas de otros años, etcétera; y el poder de las productoras y su ansia de promocionar las películas que parieron para conseguir más beneficios pesa mucho.
Eso es lo que explica los auténticos disparates de algunos años, sobre todo en el Oscar a Mejor Película, más allá de la subjetividad y los gustos personales. Sea como fuere, veamos aquellos casos en los que se puede considerar que ciertos filmes ganadores de los Oscar no tienen ningún sentido.
Los Oscar más absurdos de la historia
El primer despropósito que conozco sucedió en la ceremonia de 1941, durante la cual, como cada año, se pretendía premiar los trabajos más excelentes del año anterior. Entonces, fue **Rebecca**, del gran Alfred Hitchcock, la que se alzó con el Oscar a Mejor Película. Y no es que se trate de una mala obra y ni tan siquiera que no sea destacable, sobre todo en el hipnótico tramo final; lo que ocurre es que ahí estaba The Great Dictator, de Charles Chaplin, que es claramente preferible en conjunto y, en su aparente ligereza, golpea con más ímpetu a los espectadores.La Academia sufrió un acusado caso de ceguera cuando galardonó a 'How Green Was My Valley' en vez de a 'Citizen Kane' en 1942
En 1942, la Academia sufrió un acusado caso de ceguera cuando priorizó a la interesante **How Green Was My Valley*, del esforzado John Ford, frente a un hito del cine como Citizen Kane*, de un genio como Orson Welles. Otra película del mismo Ford perdió ante una de clara inferioridad en 1953, la pasable **The Greatest Show on Earth*, del veteranísimo Cecil B. DeMille; y esa película era la la imperdible The Quiet Man*, con esa gozosa pareja de actores que formaban John Wayne y Maureen O’Hara.
Otro sinsentido de lo más sangrante ocurrió en 1958, cuando la correcta **The Bridge on the River Kwai*, de David Lean, le arrebató a la deslumbrante Twelve Angry Men*, de Sidney Lumet, el Oscar a Mejor Película, siendo que era suyo por derecho. Como la irritante triunfadora de 1966, **The Sound of Music*, de Robert Wise, frente a la imperecedera Doctor Zhivago, de David Lean. Y fue la respetable *In the Heat of the Night, de Norman Jewison, la que se llevó el premio gordo de 1968*, pero era Guess Who’s Coming to Dinner, aguda y encantadora película de Stanley Kramer, la que lo merecía, más que la inverosímil The Graduate*, de Mike Nichols.
Por otro lado, seguro a que muchos espectadores se les pusieron los ojos como platos cuando vieron que la mediocre **Rocky, de John G. Avildsen, se hacía con el Oscar a Mejor Película en 1977*, estando nominadas la icónica Taxi Driver, del poderoso Martin Scorsese, y aquella que, desde mi punto de vista, debió prevalecer en esa edición: la agresiva y apabullante Network*, de Sidney Lumet. Y en 1986, no se sabe por qué la aburridísima **Out of Africa*, de Sydney Pollack, se sobrepuso a la dolorosa The Color Purple*, una de las más sobresalientes muestras del cine de Steven Spielberg.La mediocre 'Rocky' no merecía ganar frente a 'Taxi Driver' y, sobre todo, 'Network' en 1977
Pero la que podemos calificar como una de las decisiones más escandalosas de la Academia de Hollywood llegó en 1991, cuando **Dances with Wolves*, un decente filme dirigido por Kevin Costner, se adueñó del Oscar principal frente a otros irrefutablemente superiores como The Godfather 3, nada menos que la soberbia conclusión de la gran trilogía de Francis Ford Coppola, o Goodfellas, una de las más regias películas de Martin Scorsese; e incluso Awakenings, de Penny Marshall, y Ghost*, de Edward Zwick, que también estaban nominadas, aventajan a la película de Costner.
En 1993 venció la sobrevalorada **Unforgiven**, un buen western de Clint Eastwood; pero ahí teníamos la impetuosa A Few Good Men, que constituye lo más logrado de Rob Reiner, y Scent of a Woman, protagonizada por un inconmensurable Al Pacino, que es la única con la que de verdad le ha sonado la campana a Martin Brest. La académica **The English Patient*, de Anthony Minghella, tiene que mirar hacia arriba para ver a la arriesgada Shine*, de Scott Hicks, que cuenta con un inmenso Jeoffrey Rush y debió recibir el Oscar a Mejor Película de 1997, a pesar de Fargo, el conocido filme de los Hermanos Coen.
**Shakespeare in Love es una agradable peliculita de John Madden que, en la ceremonia de 1999*, pasó por encima de Roberto Benigni y su inolvidable La vita è bella y de Terrence Malick su aclamada The Thin Red Line*. En 2001, la fallida **No Man’s Land*, de Danis Tanovic, consiguió el Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa en vez de la deliciosa Le fabuleux destin d’Amélie Poulain, de Jean-Pierre Jeunet, y la emotiva El hijo de la novia*, de Juan José Campanella, con las que no resiste un pulso ni unos segundos, en otro de esos grandes desatinos de la Academia de Hollywood.El friunfo de 'Dances with Wolves' en 1991 ante las muy superiores 'The Godfather 3' y 'Goodfellas' fue uno de los grandes despropósitos de los Oscar
Pero no mayor, desde luego, que el que perpetró en 2003 al premiar como Mejor Película a esa cosa del anodino Rob Marshall llamada **Chicago*, cuando estaban nominada la épica de The Lord of the Rings: The Two Towers*, segunda parte de la trilogía dirigida por Peter Jackson, la sinfonía audiovisual que Stephen Daldry construyó para The Hours y el último estremecimiento cinematográfico de Roman Polanski que es The Pianist.
En 2005, la trepidante **The Incredibles*, un buen filme de animación de Brad Bird, logró el Oscar de su categoría, y no la divertidísima Shrek 2*, de Andrew Adamson y Kelly Asbury, que la sobrepasa le lejos. Y en 2006 hubo injusticia por partida doble con la victoriosa **Crash*, una digna obra de Paul Haggis que se llevó el Oscar a Mejor Película y no la imponente Munich, lo último verdaderamente destacable de Steven Spielberg, y la honda y osada Brokeback Mountain, del artesano Ang Lee, y el de Mejor Guion Original frente a lo mejor de Woody Allen, Match Point*.
La punzante After the Wedding, de Susanne Bier, debió recoger en 2007 el Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa en vez de la fría **The Lives of Others*, de Florian Henckel von Donnersmarck. Y la fabulosa The Curious Case of Benjamin Button*, del infalible David Fincher, el de Mejor Película en 2009, y no la estimable **Slumdog Millionaire, de Danny Boyle y Loveleen Tandan.
The Hurt Locker, un convincente trabajo de Kathryn Bigelow, prevaleció en la ceremonia de 2010*, pero tanto la sensacional Avatar, de James Cameron, como la descacharrante Up, de Pete Docter y Bob Peterson, la mala baba de los Hermanos Coen en A Serious Man y la palpitante District 9*, de Neill Blomkamp, tienen más virtudes que ella.Que algo como 'Chicago' ganase el Oscar a Mejor Película en 2003 y no 'The Two Towers', 'The Hours' o 'The Pianist' deja atónito
En 2011, en otra de esas ocasiones en que se decide premiar aquello que no abandona el más puro academicismo y no se arriesga ni una pizca, **The King’s Speech*, de Tom Hooper, se apropió del Oscar a Mejor Película, siendo que competía con la sólida e imaginativa Inception, de Christopher Nolan, la incisiva The Social Network, de Fincher, y la hilarante y profundamente conmovedora Toy Story 3*, de Lee Unkrich, las tres de otro nivel.
Sin embargo, el último desbarro de los premios que concede la Academia de Hollywood acaeció en 2012, cuando pudimos contemplar atónicos cómo la ridiculez de **The Artist*, esa película en la que el director Michel Hazanavicius demuestra que no tiene ni la más remota idea de lo que es el cine mudo, fue la gran campeona del año, mientras que la bellísima e incomprendida The Tree of Life, del visionario Malick, se iba de vacío, y Woody Allen se conformaba con un reconocimiento por el guion que escribió para la lúcida y placentera Midnight in Paris*. Y por si todo esto fuera poco, me pregunto qué nuevas estupefacciones nos aguardan para las próximas ediciones de los tan anhelados Premios Oscar.