Después de habernos zampado Morbius, la séptima película dirigida por Daniel Espinosa (2022), que constituye la tercera protagonizada por un enemigo de Spider-Man tras las dos de Venom (2018, 2021) al margen del Universo Cinematográfico de Marvel, podemos constatar que ni los cineastas del Extendido de DC ni los de estos filmes colaterales a los del trepamuros de Tom Holland lo están haciendo tan bien como el productor ejecutivo Kevin Feige y compañía.

Mientras que la única indiscutible metedura de pata de estos últimos sigue siendo un episodio incomprensiblemente pedestre de ¿Qué pasaría si…? (desde 2021), el titulado “What If... Thor Were an Only Child?” (1x07), el largometraje de Ruben Fleischer sobre el simbionte de Tom Hardy tiene problemas serios para encontrar el tono adecuado, el de Andy Serkis se revela un tremendo desbarajuste y, ahora, el que nos trae al doctor Michael Morbius de Jared Leto merece otro tirón de orejas.

Pero, siendo justos, debemos decir que la razón principal de que la película de Daniel Espinosa se sitúe al borde del precipicio no la hallamos en el trabajo audiovisual de este, sino en el libreto a cuatro manos de Matt Sazama y Burk Sharpless según la creación vampírica del guionista Roy Thomas y el dibujante Gil Kane para el número 101 de The Amazing Spider-Man (1971). Toda vez que, como responsable del conjunto, solamente podemos señalar al realizador sueco, claro.

‘Morbius’ no puede estar entre lo mejor de Daniel Espinosa

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Marvel | Sony

Aunque por su nombre pudiera pensarse que es hispano, en realidad, Daniel Espinosa nació en Suecia; de modo que sus tres primeros filmes, Babylonsjukan (2004), Outside Love (2007) y Dinero fácil (2010), los rodó en los países bálticos. Este último obtuvo tres premios Guldbagge, incluyendo el de mejor actor para Joel Kinnaman, que más tarde ha sido Rick Flag en las dos partes de Escuadrón suicida (2016, 2021) y Will Conway en House of Cards (2013-2018).

Con este currículum, dio el salto definitivo a Hollywood con El invitado (2012), a la que siguieron El niño 44 (2015) y Life (2017) y a las que se une este año Morbius, que no debe de ser de lo mejorcito que ha podido realizar en su trayectoria cinematográfica de casi dos décadas desde el galardonado corto Bokseren (2003). Lo cual no significa en absoluto que la planificación visual que nos ofrece resulte inadecuada o inane ni que, así, dificulte el espectáculo marvelita.

Por el contrario, la composición que vemos en pantalla nos parece bastante oportuna. Daniel Espinosa, con la fotografía de Oliver Wood y el montaje del oscarizado Pietro Scalia, a los que les debemos las de Profesor Holland (1995) y JFK: Caso abierto (1991), El indomable Will Hunting (1997) o Hannibal (2001) respectivamente, ha sabido dotarla de los enfoques, las virguerías visuales y el ritmo que necesita semejante aventura de acción.

Fuegos artificiales sin alma

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Marvel | Sony

No en vano, el montador de Morbius cuenta con una experiencia demostrada en el cine de superhéroes porque también elaboró el de Kick-Ass: Listo para machacar (2010) y los dos largos de The Amazing Spider-Man (2012, 2014). Pero todo este esfuerzo ingente, en el que los movimientos de las luchas y sus curiosas estelas son un tanto alucinantes, se ve lastrado, como decimos, por el guion superficial e insulso de Matt Sazama y Burk Sharpless; un texto indigno de aprobación.

Porque los personajes se encuentran escasamente perfilados y su carisma es nulo, una circunstancia terrible para el Michael Morbius de Jared Leto y el Lucien de Matt Smith, pero también para la Martine Bancroft de Adria Arjona y el Emil Nikols de Jared Harris, un actor con una gran presencia que ha interpretado a James Moriarty en Sherlock Holmes: Juego de sombras (2011) y a Hari Seldon en Fundación (desde 2021), nada menos. Un desperdicio difícil de entender.

Sus motivaciones y cambios de actitud tampoco se justifican de la manera debida, o no con la firmeza con la que los consideraríamos imposibles de poner en duda. Y no podemos sentir empatía alguna por ellos. Además, el desarrollo de la historia se muestra muy pobre, y su cierre casi inmediato tras la secuencia climácica carece por completo de detalles satisfactorios, sin un epílogo aseado ni leches en vinagre. Así, Morbius aguanta como una atracción de feria audiovisual desprovista de alma.