La serie que está dando más que hablar en las últimas semanas es la española Antidisturbios (2020), una producción original de Movistar Plus con la guionista zaragozana Isabel Peña y el director madrileño Rodrigo Sorogoyen como responsables, si bien los libretos también los firma Eduardo Villanueva (No te puedes esconder). Por un lado, los profesionales de la crítica la elogian como una de las mejores de la temporada presente, con mayor unanimidad que en cuanto a Patria (Aitor Gabilondo, 2020); pero contiene elementos que a algunos sindicatos policiales les han sentado como el tiro de una pelota gomosa.
Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen han trabajado juntos hasta en ocho proyectos de cine, sean largometrajes o ficciones televisivas, durante los últimos doce años. El segundo se estrenó con la película Ocho citas (2008) pero, a partir de su siguiente proyecto, los sketches cómicos de Impares (2008-2010), su colaboración ha sido reiterada: en la serie dramática La pecera de Eva (Jorge Alonso, 2010-2011), el largo romántico Stockholm (2013), el drama para televisión Frágiles (2012-2013), el thriller policiaco Que dios nos perdone (2016) y el político El reino (2018) y la intriga de Madre (2019).
El capítulo “Osorio” (1x01) se inicia con una escena cuya tensión se ve alimentada muy bien por sus primeros planos, sus movimientos de cámara reducidos y su limpio montaje. Y, por el realismo indiscutible de la posterior y de cuantas componen la miniserie, con su cámara en mano, sus conversaciones vivísimas, su apariencia casi documental y el buen ritmo que le proporciona su inquieto ensamblaje a tropezones, Antidisturbios resulta tan absolutamente veraz en su planteamiento de circunstancias delicadas que, a veces, acaba siendo avasalladora. En definitiva, debido al estilo reconocible de Rodrigo Sorogoyen.
Al conocer a lo que se dedica Laia Urquijo (Vicky Luengo), uno comprende que el propósito fundamental de la escena de apertura, el prólogo, es definir al personaje de entrada para fijar su carácter rígido y obstinado y que la verosimilitud de su empeño venidero no se pueda poner en cuestión. Y la verdad es que Antidisturbios no camina por derroteros que el espectador espere, sino que se transforma en un misterio interesante tras algunos giros imprevistos desde Revilla (1x03) que la acercan a El reino, lo que señala lo congruente de la obra con los intereses narrativos de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen.
Nadie con ojos en la cara puede protestar por el trabajo de su elenco irreprochable, desde Vicky Luengo (Os fillos do sol) como Laia Urquijo, pasando por Raúl Arévalo (Gordos), que da vida a Diego López, Hovik Keuchkerian (La casa de papel) como Salvador Osorio, Álex García (La novia) en la piel de Alexánder Parra, Roberto Álamo (Zona hostil) como José Antonio Úbeda, Raúl Prieto (Las furias) interpretando a Elías Bermejo o Patrick Criado (Las trece rosas) como Rubén Murillo, Tomás del Estal (Todos los saben) de rostro de Moreno o David Llorente (La que se avecina) como Rosales.
Más inclinada a profundizar en las facetas emocionales de sus protagonistas que La Unidad, pero no hasta el punto de Caronte (Dani de la Torre y Alberto Marini, Verónica Fernández, desde 2020), por ejemplo, Antidisturbios encuentra un equilibrio nunca precario entre esa caracterización, la de su entorno y sus actividades laborales y la turbia trama principal. Y lo apuntala con un aparato visual potente que incluye hasta varios planos secuencia ejemplares, como el de “Parra” (1x05) y, muy en especial, el de “Urquijo” (1x06). Y el resultado no nos maravilla o no debiera hacerlo, pero nos satisface bastante.
Y lo que desde luego no entienden los sindicatos policiales Jupol, SUP y CEP, que han asegurado que en la propuesta de Antidisturbios no cabe una mentira ni un cliché más, o la mismísima Confederación Española de Policía (CEP), que la considera nada menos que un insulto, es que una de las metas primordiales de la serie es humanizar a un colectivo tan abominado como el de las porras, presentando a personas reales, con las virtudes y los defectos correspondientes, y que cuanto esta ficción se separe de la realidad no importa lo más mínimo mientras a los espectadores les parezca verosímil y creíble. Pero no es su campo.