Uno de los fenómenos curiosos entre la cinefilia del mundo entero es el gusto por adquirir o regalar figuras de los personajes favoritos de cada uno, aquellos que protagonizan los filmes o las series que amamos o que, por su personalidad, nos encantan. Y unas de las figuras con más éxito de ventas, llegando a unos 686 millones de dólares en 2018, es la de los Funko Pop!, esos muñecos cabezones de vinilo que despacha la empresa de juguetes estadounidense del mismo nombre. Pero, si nos agrada esta línea de sus productos, los de Mediodescocido deberían chiflarnos porque son mucho mejores desde nuestro punto de vista.

Se trata de una estupenda creación del artista plástico argentino Uriel Valentín, nacido en Buenos Aires en 1981 y que nos explica el concepto en su propia página web. Mientras que los Funko Pop! han sido necesariamente estandarizados para una producción industrial a base de maquinaria —como no podría ser de otra manera por el material utilizado y las necesidades astronómicas del negocio—, el bonaerense diseña de forma individualizada todos los muñecos de Mediodescocido, les introduce un esqueleto de alambre para que posean “cierta articulación”, los pinta y los cose a mano: una labor de arte y artesanía puras.

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Mediodescocido

O sea, si los Funko Pop! son dignas figuras coleccionables que se producen en masa para satisfacer la demanda popular de algo parecido al merchandising licenciado, mediante acuerdos previos con las grandes compañías de cine y televisión e incluso, cómics, videojuegos, música y deportes, lo que ofrece Uriel Valentín con su trabajo minucioso de Mediodescocido son objetos artísticos únicos e irrepetibles porque, pese a que en ocasiones repita a los personajes, no los elabora con moldes ni, claro, una impresora tridimensional, sino uno por uno, manualmente, como obras indiscutibles de arte. Con todas las letras.

Por otro lado, el concepto japonés de chibi —ese estilo de retratos exagerados, con los cuerpos pequeños que contrastan con las cabezotas y una pinta aniñada evidente, muy prodigado en el manga y el anime que copan gran parte del consumo cultural nipón— es en lo que se fundamenta la irónica propiedad intelectual del diseño de los Funko Pop! entre los cuatro y los quince centímetros de su longitud, nueve o diez por lo general. Los muñecos de Mediodescocido, en cambio, reflejan los rasgos faciales del personaje concreto con justa exactitud y el estilo personal de Uriel Valentín en los treinta y seis centímetros que alcanzan.

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Mediodescocido

Queda claro que lo suyo no son simples monigotes y, si uno revisa sus redes sociales —Instagram, Facebook y Twitter—, en las que muestra los muñecos que va elaborando por iniciativa propia o a petición de la clientela, puede encontrar los personajes de montones de películas, como los de la saga de Star Wars (desde 1977), los superhéroes y un villano de las adaptaciones de DC Comics en encarnaciones distintas y alguno de Marvel, unos cuantos monstruos del género de terror, los de míticas aventuras de los años ochenta, los de la filmografía de Wes Anderson y un par de Tim Burton y Martin Scorsese, y muchos más.

Y también, los de series televisivas como Star Trek, Twin Peaks, The X-Files, House, Dr. Who, The Office, Breaking Bad, The Walking Dead, Juego de tronos, Mr. Robot o Stranger Things, y los de otras de animación más o menos irreverentes. Y de cineastas, actores, literatos, genios de la pintura, multitud de músicos, protagonistas de la historia y hasta científicos. O, si uno se lo pide a Uriel Valentín, incluso de cualquier persona, enviándole las fotos correspondientes. Y es que los Funko Pop! cotizarán en el Nasdaq, pero no hay duda de que los muñecos de Mediodescocido son mucho más especiales.

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