**El interesantísimo episodio de Westworld (Jonathan Nolan y Lisa Joy, desde 2016) que demuestra ser “Genre” (3x05)* se inicia con la voz en off* del misterioso Engerraund Serac (Vincent Cassel) contando parte de su vida en francés. Ha sido dirigido por Anna Foerster, una cineasta germana-estadounidense que se ha curtido en otras series televisivas como Mentes criminales (Jeff Davis, 2005-2020), Outlander (Ronald D. Moore, desde 2014) o *Carnival Row (René Echevarria y Travis Beacham, desde 2019) y ha tenido un escarceo en el largometraje con Underworld: Guerras de sangre* (2016).
Serac se dirige a alguien a quien, por lo pronto, desconocemos, y lo que se pretende es explicarnos sus motivaciones para la crear Rehoboam: la destrucción de la luminosa París, y la incapacidad humana para no lanzarse de cabeza hacia su extinción por la antropogénesis del cambio climático, le convencieron de que necesitábamos “un dios” para que se ocupara de las personas, tan perdidas e irresponsables. Y resulta que es a la propia Rehoboam a la que le está exponiendo por qué existe, y que han surgido problemas que ni esta gran inteligencia artificial ha podido prever: los anfitriones autoconscientes de Westworld, suponemos.
A continuación, nos muestran el auténtico alcance del poder que su invento le proporciona a Serac: no es solamente que le sea posible predecir el comportamiento de individuos específicos, desde mindundis como Caleb Nichols (Aaron Paul) a presidentes, sino también sucesos nacionales; una información delicada que utiliza para chantajes políticos a su favor y el de su proyecto totalitario, su narrativa distópica. Y que puede consultar las anomalías detectadas por Rehoboam desde lo que parece un reloj de pulsera, en el que ve el círculo que hemos contemplado episodios atrás: un eclipse que oculta la libertad humana, ahora inestable.
Pero el prólogo con la voz en off y los chantajes del franchute chantajista no es una simple excusa: la historia sobre la creación del dios robótico entre el joven Serac (Alexandre Bar) y su ateo hermano Jean Mi (Paul Cooper) prosigue, lidiando con el obtuso Liam Dempsey Sr. (Jefferson Mays), padre del dueño actual de Incite (John Gallagher Jr.) al que Dolores Abernathy (Evan Rachel Green) está utilizando, en sus intentos fallidos de llegar a Rehoboam. De manera que el reflejo de la distopía de los parques de atracciones en el mundo de los humanos es incluso superior a lo que parecía en un principio: del todo alucinante.
Engerraund y Jean Mi son al surgimiento de la inteligencia totalitaria de Rehoboam lo que el doctor Robert Ford (Anthony Hopkins) y su colega Arnold Weber (Jeffrey Wright) a la eclosión inesperada de los androides autoconscientes; y si los segundos debieron lidiar con James Delos (Peter Mullan) y su hijo Logan (Ben Barnes) porque eran los que poseían la pasta, los Serac se las tuvieron que ver con los Dempsey. Sin embargo, por tratarse de la otra cara de la moneda, mientras Engerraund y Jean Mi buscaban el control absoluto, Ford y Weber, la liberación de los androides. Y William (Ed Harris) debe de ser el verso suelto.
Jean Mi se trastorna igual que Arnold ante lo que han logrado con su esfuerzos, regir el destino de la humanidad. Se convierte en un elemento peligroso para Rehoboam, y es recluido con otros como él en unas instalaciones que nos recuerdan los laboratorios en los que Delos Destinations pone a punto a los robots: nuevo reflejo. Dolores, por su parte, libera los datos que Rehoboam atesora sobre la humanidad: el pasado, presente y futuro de cada una de las personas; y la conversación entre Caleb y Liam es lo más elocuente al respecto: el orden de Serac se sustenta en la falsa esperanza, y es preferible el caos.
La droga que Liam Jr. le inyecta a Caleb, que produce alucinaciones visuales y auditivas de celuloide y que da nombre al episodio, sirve para unos alardes curiosos de película clásica en blanco y negro, banda sonora de la época incluida, que luego van transformándose. Y la persecución con la Cabalgata de las Valquirias del compositor alemán Richard Wagner (1856) en los oídos lo cierto es que no se la salta un galgo, aunque no sube hasta las cotas de las brillantísimas secuencias con Paint It Black, de los Rolling Stones, versionada por Ramin Djawadi (Juego de tronos) en la temporada uno de serie.
De Wagner pasamos la conocida música de Love Story (Arthur Hiller, 1970), de Francis Lai (Un hombre y una mujer), en cámara lenta y su contraste con el tiroteo. Y, cuando escuchamos el tema reconocible de la partitura de Wendy Carlos (TRON) y Rachel Elkind (La naranja mecánica) para **El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) desearíamos que lo hubiesen aprovechado de verdad**. Y durante la muerte de Liam, nos asombra descubrir que Caleb es una sorpresa a punto de estallar con unos intrigantes flashbacks, en los que está implicado un personaje nuevo al que interpreta Enrico Colantoni (*Dame un respiro*).
**Bernard Lowe (Wright) debe elegir un bando, y la copia de Dolores como Martin Connells (Tommy Flanagan) le dice algo enigmático antes de autodestruirse como la pieza de un ajedrecista, con una explosión en la que muere matando: es el único de ellos, los androides autoconscientes, al que no se puede reemplazar, por lo que sospecha que, de algún modo, forma parte de lo que haya planeado su enemiga. Y al ver las consecuencias desestabilizadoras de la decisión de Dolores, ante las que le comunica sus dudas, y su naturaleza no humana por dos tiros que recibe con tranquilidad, tal vez Caleb se cuestione si la continúa apoyando**.