Para Netflix, la batalla entre canales que apenas comienza a mostrar sus verdaderas aristas, ha sido un aliciente para reflexionar sobre el contenido de su catalogo. Durante los últimos meses, su oferta se ha hecho cada vez más amplia, y también enfocada a terrenos que por los que hasta ahora, el canal no había mostrado verdadero interés.

Desde un repunte de las docuseries, nuevas adiciones provenientes de diferentes mercados locales hasta los realities, Netflix parece decidido a crear una programa cada vez más segmentada y especifica que abarque todo tipo de público.

No obstante, el caso de los realities es de especial interés: durante años, hubo una larga etapa de ensayo y error sobre el género mientras Netflix trataba en la medida de encontrar una forma de crear contenido original que además, mantuviera cierta línea de calidad y originalidad que forma parte del sentido de marca de la plataforma.

Ahora, parece haberla encontrado, y además explora regiones por completos novedosas en el género y su manera de plantearlo. ¿La intención? Captar espectadores que usualmente no consumen material semejante, además de ofrecer una amplia gama de opciones a los que disfrutan la telerrealidad como primera opción.

El resultado ha sido una súbito aumento de un estilo de programas en los que la realidad se muestra en toda su crudeza, pero además metaforizan cierta visión sobre lo contemporáneo y la identidad colectiva. Se trata, claro está, de una apuesta arriesgada que intenta crear una versión de los realities que tengan un cierto trasfondo sustancial. Un experimento que hasta ahora Netflix ha llevado a cabo con buenos resultados y una extraordinaria intuición para el éxito de audiencia.

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La realidad y sus matices

El año comenzó con la versión de la plataforma del programa de telerrealidad The Circle, una versión del habitual reality show que introduce la novedad que los participantes solo podrán interactuar entre sí a través de una aplicación.

Aunque a primera vista parece una propuesta sencilla, se trata de un recorrido por las formas de comunicación actuales y sobre todo, la manera en que la tecnología elabora nuestros lenguajes y matices en la convivencia cotidiana. En realidad el centro motor del programa es la trascendental decisión de los participantes de mostrarse con absoluta sinceridad u esconder sus peores rasgos detrás de la posibilidad de la pantalla y cierto anonimato virtual.

Por supuesto y como todos los shows a su estilo, el fin último del juego es un premio metálico. Pero hay cierta tensión inherente entre el contexto — un mundo cotemporáneo hipercomunicado — y su variación controlada que ofrece el programa. Con un aire singular y a la vez incómodo, al final se trata de un recorrido a través de algo más profundo que las simples mentiras y omisiones de los participantes, toda una discreta pero decisiva novedad que está convirtió al concepto en un éxito inmediato. La versión brasilera y francesa, están a punto de llegar a las pantallas del canal y ya hay una discusión de considerable interés sobre la forma en que el programa analiza las relaciones actuales desde cierto pragmatismo engañoso que resulta inquietante por momentos.

Otro éxito ha sido Love is Blind, estrenado el 13 de febrero, que a primera vista utiliza el conocido concepto de The Bachelor —chicos conocen a chicas y buscan el amor frente a la pantalla chica— con una importante variable: todo se lleva a cabo a ciegas. Y a ciegas se sigue un acelerado trayecto que lleva a las parejas a unas cortas vacaciones en México — y a forzar la convivencia — hasta que el experimento social termina en una boda rápida. ¿Puede resultar algo semejante? No solo lo hace, sino que explora la idea sobre lo inmediato en una cultura aficionada a Tinder y su búsqueda de afecto a corto plazo y sin demasiadas complejidades. Pero Love is Blind es también una sátira involuntaria sobre el amor, la forma fragmentada en que toda una generación asume su identidad romántica y al final, la búsqueda de la revalorización de conceptos como la soledad voluntaria y la búsqueda de la complejidad emocional.

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De nuevo, Netflix encontró un filón exitoso: aunque el canal no ofrece datos de audiencia, la evidente repercusión mediática del programa demuestra que no solo captó el interés del público, sino que abrió las puertas a una inesperada discusión sobre temas álgidos acerca del amor como lo conocemos — y vivimos — en nuestro siglo.

Por otro lado, Jugando con Fuego (estrenada el 17 de abril) intenta analizar los nada deseables espacios de la distancia sexual y física, casualmente en medio de la emergencia sanitaria causada por el coronavirus que ha causado la reclusión forzosa de millones de personas alrededor del mundo. En un tono desenfadado y en apariencia simple, la serie reflexiona sobre el sexo y la necesidad de gratificación sexual inmediata a la que estamos habituados y cómo sobrevivir a la percepción de la soledad, desde una connotación novedosa.

Una puerta hacia la intimidad

También las docuseries han llegado para reflexionar la realidad desde un punto de vista novedoso y en especifico, desde su capacidad para cuestionar la realidad. Además del exitoso, extravagante y desagradable Tiger King, la plataforma incluyó en enero la serie documental Cheer que explora la fama inmediata en redes sociales, además de hacerse preguntas sobre la vanidad de una generación que creció obsesionada con los “me gusta” e interacciones.

Por si no fuera suficiente la exploración sobre el concepto de la fama efímera, la competencia de hip hop Rhythm + Flow, se convirtió en un hit desde su transmisión, que se reflejó en su primer concierto en Youtube.

“Parte de nuestro objetivo es ofrecerle algo a cada persona. Y la no ficción es probablemente el género más amplio que existe” comentó hace unas pocas semanas Brandon Riegg, jefe del departamento de no ficción de Netflix a Vulture, lo que parece sugerir que la proliferación de la realidad convertida en una versión del mundo espectáculo, no ha hecho más que comenzar en la plataforma.

Toda una contradicción si tomamos en cuenta que durante la última década, Netflix considero al género de los realities poco menos que desechable. Desde hablar de la posibilidad que se tratara de una versión poco “consumible” de contenido más profundo, hasta burlarse de su aparente falta de sentido, varios ejecutivos de Netflix negaron la posibilidad que el canal estuviera interesado en replicar el contenido de otras cadenas. Pero ahora la plataforma, ha hecho una considerable inversión e que intenta refundar el concepto desde una versión más extravagante, comercial e incluso, intelectualmente atractiva.

¿Cambiará Netflix para siempre la percepción que tenemos sobre los realities y al realidad televisiva? A juzgar por los resultados de sus últimas propuestas, el experimento no ha hecho más que comenzar un recorrido hacia una nueva etapa de un género que hasta ahora, parecía haber consumido sus mejores momentos.

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