Netflix se ha subido al carro de los realities con varias publicaciones recientes en estos días. Una de ellas es Amor con Fianza, un programa en el que seis parejas pasan tres semanas en una villa ubicada en un entorno idílico. Para ganar el premio solo tienen que decir la verdad; algo que, supuestamente, no será fácil. El motivo por el que estamos hablando sobre esto en un artículo sobre ciencia es porque, para cazar a los mentirosos, el programa usa un detector de mentiras que supuestamente capta a quién no dice la verdad a través de pequeños cambios en sus ojos y su mirada.

Cabe preguntarse si esto es algo posible. De ser así, ¿por qué no lo utilizan en los juicios para asegurarse de que los testimonios son reales? ¿O en el Congreso de los Diputados? Bueno, no vamos a adentrarnos en esto último, pues sería un tema peliagudo. Pero sí en los juicios.

Realmente, es muy importante detectar que lo que se dice en ellos es cierto. Si los detectores de mentiras fuesen realmente eficaces no cabe duda de que se usarían más allá de los realities. El problema es que la evidencia científica no los deja bien parados. Ni los que se basan en los ojos ni ningún otro. Veamos los motivos.

La pseudociencia que busca la mentira en tus ojos

Buena parte de lo que miden estos detectores de mentiras basados en los ojos se sostiene sobre los cimientos de la Programación Neurolingüística. Esta no es ni más ni menos que una pseudociencia, ideada en los años 70 por Richard Bandler, John Grinder y Frank Pocelik. En ella se defiende que existe una conexión entre los procesos neurológicos, el lenguaje y los patrones de comportamiento aprendidos a través de la experiencia.

Son varios los parámetros fisiológicos que se relacionan con la verdad o la mentira; pero, centrándonos en los ojos, se suele decir que las personas que mienten tienden a mirar hacia la derecha, mientras que quiénes dicen la verdad llevan sus movimientos oculares hacia la izquierda. Todo ello, por supuesto,  inconscientemente.

La Programación Neurolingüística es una pseudociencia que, entre otras cosas, dice que los mentirosos miran hacia la derecha y quienes dicen la verdad a la izquierda

Se supone que son movimientos casi imperceptibles, pero que podrían detectarse, ya sea con máquinas, como los famosos detectores de mentiras, o mediante la supervisión de un ojo entrenado. El problema es que no hay ninguna evidencia científica de que esto sea cierto.

De hecho, en 2012 se publicó un estudio dirigido a comprobarlo a través de tres experimentos. En el primero, se codificaron los patrones de movimientos oculares de personas que previamente se sabía que decían la verdad o mentían. No se encontró relación con lo que asegura la Programación Neurolingüística. Y tampoco en el segundo experimento, en el que los participantes fueron previamente informados sobre lo que afirma esta pseudociencia. Finalmente, el tercer experimento codificaba los movimientos oculares de conferenciantes, con el objetivo de buscar patrones relacionados con la veracidad de sus declaraciones. Pero tampoco hubo éxito.

Otros parámetros relacionados con los ojos que supuestamente analizan los detectores de mentiras son la dilatación de la pupila (se supone que se dilatan más al mentir) o el tiempo de respuesta ante una pregunta. Sin embargo, tampoco hay estudios científicos diseñados correctamente y con revisión por pares que puedan afirmar con fiabilidad que esto sea eficaz. Por mucho que en los realities lo disfracen de ciencia.

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Foto por Tingey Injury Law Firm en Unsplash

¿Qué pasa en los juicios?

En España, así como en otros muchos países, los detectores de mentiras o, en general, el análisis de parámetros fisiológicos no sirven como prueba de que una persona está diciendo un testimonio más o menos real. 

Es recomendable recoger la declaración dos veces para poder buscar incoherencias

Generalmente, en los interrogatorios se usan métodos como el Sistema de Evaluación Global. Este debe ser realizado por psicólogos forenses cualificados y consta de varios pasos. En primer lugar, se recoge una primera declaración, preferentemente de discurso libre. Es decir, se deja a la persona que hable abiertamente sobre los hechos, sin preguntas. En segundo lugar, se repite la declaración, pero esta vez sí se hacen preguntas. Así se puede comprobar si hay incoherencias.

Según explican en un artículo sobre el tema Ramón Arce y Francisca Fariña, de las Universidades de Santiago de Compostela y Vigo respectivamente, quien dice la verdad “narra imágenes, con lo que la descripción de los hechos, aun siendo muy semejante, será de construcción distinta al no responder a esquemas episódicos”. 

Finalizada esta parte se deben contrastar las declaraciones que se han hecho a lo largo del proceso judicial. No obstante, se debe tener en cuenta que su valor es relativo, pues pueden ser transcripciones que no reflejen fehacientemente lo testificado.

Para eso están el resto de pasos, como el análisis del contenido de las declaraciones y de la fiabilidad de las medidas. Después se evalúa la declaración de las personas implicadas y se analiza su personalidad.

ojos, detector de mentiras
Amanda Dakbjorn (Unsplash)

¿Por qué no es una buena idea usar un detector de mentiras?

Todo lo descrito anteriormente puede parecer complicado en comparación con un detector de mentiras mecánico. Pero es que, en estos casos, simplificar como en los realities no es una buena idea. Es algo de lo que hemos hablado en Hipertextual con la psicóloga forense Marta Pérez Angulo. “No existe una evidencia científica sólida sobre este tema, aunque es cierto que todavía existen compañeros interesados en introducir estos índices fisiológicos como medidor objetivo”, señala. “La realidad es que, en la práctica, existen individuos que serían capaces de pasar inadvertidos ante estos medidores. Como sabemos en psicología, correlación no implica causalidad y caer en estas simplificaciones sería perjudicial para la ciencia y para nuestro ámbito de estudio”. 

Y precisamente por eso, en su opinión, construir un detector de mentiras sería un desastre, que nos llevaría a tener un gran sesgo por diferentes variables. 

“Por un lado, tendríamos a personas con rasgos psicopáticos que pasarían fácilmente la prueba y que podrían quedar impunes ante diferentes delitos. En el lado opuesto, daríamos con individuos nerviosos por el contexto de una máquina detectora de mentiras que terminarían por mostrar movimientos oculares que para esta máquina serían objeto de sospechas. En definitiva, tendríamos a inocentes entre rejas y a perfectos mentirosos en nuestras calles”.

Marta Pérez Angulo, psicóloga forense

Además, no se trata solo de los ojos. En general, no hay parámetros fisiológicos que nos ayuden a detectar a un mentiroso. “Cualquier parámetro fisiológico sería susceptible de estar sesgado por diferentes variables y no sería fiable”, narra Pérez Angulo.  “La sudoración no es ni más ni menos certera para detectar la mentira que el parpadeo rápido de los ojos, porque no son elementos que sean medibles aunque puedan ser observables para cualquiera, como ocurriría con otros índices fisiológicos que comúnmente han sido vinculados a la mentira, como los labios resecos, tragar saliva o el ritmo cardíaco acelerado”.

¿Y por qué se usan en los realities?

Que en España no se usen detectores de mentiras ni ningún tipo de análisis de los ojos en los juicios no quiere decir que otros países tampoco lo hagan, como nos explica también la psicóloga forense. “En España somos fieles al método científico en el ámbito jurídico y se entiende que estas prácticas pseudocientíficas no son más que una perversión que puede crear enormes perjuicios para nuestro Sistema Jurídico. Aun con toda la comunidad científica mostrando serias dudas sobre estas pruebas, Estados Unidos y algunos países latinoamericanos siguen admitiendo estas prácticas como pruebas en diferentes procesos judiciales”.

Y, por supuesto, no podemos dejar de lado los realities, como Amor con Fianza. Esto en realidad es un peligro disfrazado de ocio, porque muestra a los espectadores una solución aparentemente sencilla a problemas complicados, pudiendo confundir su percepción sobre lo que ocurre en realidad. Es algo que, para Marta Pérez Angulo, se basa precisamente en la necesidad de querer simplificarlo todo. “El uso que se hace en estos programas de estas máquinas no son más que el reflejo de lo que a la gente le gustaría que fuera la ciencia, pura parafernalia”, opina.  “A cualquiera le encantaría tener al alcance un aparato aparentemente sencillo que te permita detectar si alguien miente, pero la realidad es bien distinta”. 

Usar detectores de mentiras en los realities puede dar a los espectadores una idea equivocada de la complejidad de este tipo de procedimientos

Y esto es aplicable a cualquier rama de la psicología, no solo a la psicología forense.  “En mi opinión, la televisión ha participado y sigue participando activamente en la perversión de la psicología. No se puede juzgar que la gente se haga una idea errónea de en qué consiste el desempeño de nuestro trabajo, cuando estos personajes aparecen diariamente en nuestros televisores. Es responsabilidad de los diferentes organismos ejercer un mayor control sobre estas prácticas pseudocientíficas que perjudican gravemente a la sociedad en su conjunto y a nuestro sector, más en concreto”.

En definitiva, por mucho que este tipo de programas sean paradójicamente conocidos como realities, debemos tener en cuenta que, la mayoría de las veces, lo que cuentan se aleja muchísimo de la realidad. Supuestamente el premio final dependerá de los resultados del detector de mentiras. Si este capta en sus ojos que mienten, el dinero irá disminuyendo. Se valora que digan la verdad, pero si no se mide correctamente, de nada sirve. Por lo tanto, si queremos ver este programa por puro entretenimiento, está bien. Pero que no nos engañen: que los participantes digan o no la verdad es algo que ninguna máquina podría medir. 

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