Hace ahora diez años, a finales de 2009, Los Vengadores o Avengers eran conocidos fuera de Estados Unidos principalmente por aficionados a la lectura de cómics, pero no de forma masiva por todo el público. Ni que decir de personajes como Black Panther, Doctor Extraño, Aquaman o por supuesto Ant-man.

En diez años el cine de superhéroes ha pasado de ser un subgénero más de las películas de aventuras y fantasía, cimentada sobre todo por la popularidad de sus personajes más célebres, a convertirse en el mayor activo de la industria del entretenimiento.

En datos: de no tener ninguna, a copar el top-10 de películas más taquilleras con 4 títulos (Endgame, Infinity War, The Avengers, y Age of Ultron) y no solo eso, sino dejándonos ya en este 2019 que se acaba una de las cintas llamadas a protagonizar las nominaciones a los Oscar como es El Joker.

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Marvel y el éxito: El plan maestro de Kevin Feige y la apuesta de Disney

El cine de superhéroes ya había intentado tocar la tecla de éxito en la pantalla -y lo había conseguido en algunas ocasiones- en los 90, con cintas como el Batman de Burton o la ahora vanagloriada Blade, antes de que se diera el pistoletazo de salida al auge del género como tal con la trilogía de Spider-man de Sam Raimi o la saga de los X-Men de FOX en los 2000.

Pero todo aquello ahora solo puede entenderse como el camino preparatorio hasta lo que después ha conseguido el Universo Cinematográfico de Marvel. Entre éxitos y algún más que sonoro fracaso (Catwoman, Daredevil, Los 4 Fantásticos), los héroes con mallas y capa ya habían ganado suficiente cuota de atención como para que viéramos propuestas más profundas como lo intentó ser la Watchmen (2009) de Zack Snyder o la hoy referencial trilogía del Batman del Nolan. En ese contexto, Marvel preparó un plan que en ese momento era un todo o nada.

Tras despiezar y en muchos casos malvender los derechos de sus personajes, la Casa de las Ideas pidió un préstamo para producir dos películas, Iron Man y El increíble Hulk (2008), y recuperar su economía, acuciante y dependiente de la venta de cómics. El plan, a largo plazo, era construir un universo compartido que empezó a trazarse en esa primera escena post-créditos entre el Tony Stark de Robert Downey Jr. y Nicky Fury en la piel de Samuel L. Jackson. Pero Marvel tenía un hándicap, se había desprendido de los derechos de sus personajes más conocidos, y había dudas sobre si Los Vengadores, mucho menos populares que El Hombre Araña o los X-Men, tendrían el tirón necesario. Pero funcionó.

El éxito de la primera cinta de Iron Man (2008) hizo que un año después Disney extendiera sus tentáculos y comprara a la editorial por 4.000 millones de dólares en 2009. Eso, junto con la confianza que los nuevos compradores depositaron en la hoja de ruta de Kevin Feige, hicieron el resto.

Un universo convertido en una máquina de hacer billetes

La fórmula de presentar personajes y unirlos a modo de crossovers como en los cómics se materializó en The Avengers (2012), la primera película de superhéroes que superó los 1.500 millones de dólares de recaudación, donde además se confirmaba el plan del estudio de dividir su calendario de estrenos en Fases -aquella película coral suponía el cierre de la Fase 1- y de expandir su abanico de personajes a otros menos conocidos.

Nazmuss Shakib

El resto, puede resumirse en que es simplemente historia en lo que respecta a Marvel. Aunque han tenido sus pequeños pinchazos -siempre más en crítica que en taquilla- con cintas como Age of Ultron (2015), o las primeras historias de Thor, el UCM se las ha ingeniado para que dos generaciones, la de los lectores ya mayores de cómics y una nueva que nunca se había acercado a las viñetas, hagan suyos personajes muy desconocidos para el gran público como Los Guardianes de la Galaxia o Black Panther (2018), quien además de adueñarse del impulso reivindicativo de ser el primer superhéroe de raza negra -algo falso ya que Blade lo fue diez años antes- supuso también la primera nominación a mejor película en los Oscar para una producción marvelita.

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Después llegaría la traca final, con Infinity War, Endgame y Thanos como el villano más importante de la cultura popular del siglo XXI, y la consecución de superar a Avatar como la película más taquillera de todos los tiempos por encima de los 2.000 millones. Todo ello aliñado con nuevos actores como la Capitana Marvel (2019) encumbrada a su manera como hito feminista -el debate sobre si es real o un entramado de marketing siempre estará ahí- y, sobre todo, la vuelta a casa de Spider-man tras numerosos culebrones sobre sus derechos, cedidos a Sony y como no, la compra millonaria de FOX que ha conseguido que Disney cierre el año con el récord de recaudación de un estudio de cine en la historia, con los superhéroes como principal pata de ingresos por encima de franquicias aún más históricas como Star Wars o su propia animación.

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El laberinto de DC dio a luz a Joker

Y en el otro lado, el eterno rival. DC intentó ya con la fracasada Green Lantern (2001) abrir el camino de su propio universo conectado, pero no sería hasta unos años después cuando iniciaría después ese camino. Superman, Batman y la Liga de la Justicia sin embargo se toparon de bruces con una estructura de estudio que parece que quiso ir más rápido de lo recomendable, lanzando sus películas corales antes que las de presentación, y rompiendo la guía trazada por Zack Snyder, quien iba a ser el arquitecto visual de su particular mundo compartido.

batman v superman
Warner Bros.

Pese a esto, DC ha encontrado entre todo ese montón de polvo varias pepitas de oro. Y qué pepitas. Wonder Woman, o Aquaman (2018) fueron éxitos rotundos en taquilla, algo que recondujo su plan hacia producciones más pequeñas que han acabado de redoblarse con el Joker de Joaquín Phoenix, uno de los hitos culturales del año que se acaba, aunque seguramente mucho más despegados de los cómics de lo que se planeó en un comienzo.

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Con todo, DC parece que encontró la fórmula de éxito en tomarse los superhéroes como un contexto, y no como un género propio, algo que otras cintas ya habían intentado como ejemplifica Brightburn (2018), una película de terror que toma la capa y los poderes como hilo conductor.

Warner Bros.

La compra de FOX y el futuro de las series

Si por algo destaca también esta década, es por la reconcentración de activos y derechos que ha habido desde que comenzara. FOX, con sus X-Men y su Deadpool -otra de las grandes muestras de los muchos contextos a los que se puede adaptar los superhéroes- es ahora propiedad de Disney, que trazará ahora sus planes para expandirse aún más vía series en Disney Plus y el asalto al mercado asiático con personajes como Shang-Chi.

Sony, por su parte, parece que seguirá trazando su propio Spiderverso, tan discutido como rentable con películas como Venom (2018), al tiempo que el propio fenómeno ha dado alas a producciones como The Boys en Amazon Prime, una distopía y sátira del propio género que demuestra una vez más lo mucho que da de sí.

La duda que queda es saber si los superhéroes como tal van camino hacia el agotamiento o hacia la expansión aún más rotunda. Por ahora, no parece que la gran hinchada de seguidores que han formado vaya a evitar pasarse por los cines en sus próximos estrenos. La respuesta, en definitiva, la dará la calidad de los títulos que veamos en los próximos años, con los héroes ya asentados como uno de los ejes más fuertes de la cultura popular de nuevo, ahora en la pantalla.

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