Cuando llegó a la universidad, Marcia Bernardes Barbosa se dio cuenta de que no era como los demás. "No venía ni de la casta ni del género correctos", relata la hoy directora del Instituto de Física de la Universidad Federal de Río Grande del Sur. Al entrar en la Facultad, donde se especializaría en mecánica estadística, era la única joven que procedía de la escuela pública. Para más inri, según cuenta en un encuentro con periodistas organizado por el programa L’Oréal-Unesco For Women in Science, "los profesores decían quién era el listo de la clase". "Nunca era una mujer", lamenta.

"Desde el jardín de infancia hay estereotipos de género: ellas son trabajadoras y ellos, inteligentes", explica Eulalia Pérez Sedeño, catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia y profesora de investigación del CSIC. Según un estudio publicado en Science el año pasado, las niñas a la edad de seis años ya se creen menos brillantes que los niños. No es la única barrera que se encuentran en el camino. A partir de los trece años, apunta Pérez Sedeño, ellas suelen comenzar a perder el interés por la ciencia —por el estereotipo de que "es de raros", apunta—.

Bernardes Barbosa se encontró también con reticencias personales cuando quiso realizar una estancia de investigación en Estados Unidos tras terminar su doctorado. Su familia le pedía que el sitio que eligiera no podía ser mejor que el centro donde estuviera su pareja. A su regreso a Brasil, las cosas fueron incluso peores. "No importa cuánto hagas fuera, cuando vuelves a un país tan machista tienes que empezar de nuevo", asegura.

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Marcia Barbosa, en una conferencia. Crédito: UFRGS

La científica, reconocida con la Medalla Nicholson de la Sociedad de Física de Estados Unidos (APS, en inglés), "peleó para no ser la sombra de su marido". Ella se define como "muy peleona" por lo que decidió tomar cartas en la problemática que vivían muchas investigadoras en el mundo. "Quiero hacer una revolución", se dijo a sí misma por aquel entonces. Entre las medidas que logró impulsar en Brasil destaca una licencia por maternidad, para que las científicas no tuvieran que renunciar a su carrera por tener un hijo. No obstante, el techo de cristal, afirma, "va más allá". "La familia es un ingrediente cuando empiezas, pero cuando se piensa en liderazgo, la gente no repara en nosotras", critica.

Para Pérez Sedeño, uno de los problemas es que "siempre se creyó que la ciencia era igualitaria y que el método científico era maravilloso". Sin embargo, como cualquier sistema social, también cuenta con sesgos y estereotipos que afectan a las mujeres en la investigación y a toda la sociedad. La menor participación femenina en los estudios y en los ensayos clínicos puede tener un impacto en su propia salud. Por ejemplo, los signos de un infarto suelen ser dolor agudo en el pecho y en el brazo izquierdo, unos problemas observados en hombres, pero no en mujeres, donde los síntomas son más variados y el pronóstico, peor —según la Fundación Española del Corazón—.

Otra anécdota, mencionada por la profesora del CSIC, es la creencia de que la aspirina ayuda a prevenir un ataque de corazón. Este resultados se vieron en un ensayo clínico en el que participaron 22.000 hombres, por lo que no pueden ser extrapolados a las mujeres. Incluso algo que a priori podría parecer neutral y objetivo como un algoritmo, también puede contar con sesgos machistas y racistas, cuenta Pérez Sedeño. La especialista en temas de género también se muestra sorprendida por la polémica acerca del lenguaje inclusivo. "Cuando Bertín Osborne dice señoras y señores no molesta", afirma. A su juicio, "está genial aplicarlo sin abusar de 'los' y 'las', además de promover las cuotas y la discriminación positiva".

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Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC (YouTube)

Las investigadoras también hablan claro acerca de los problemas de acoso sexual, tras la investigación de la Universidad de California sobre el profesor Francisco J. Ayala. "Necesitamos un #MeToo académico muy grande", sostiene Bernardes Barbosa, quien cree que "el asedio es un problema muy doloroso", en el que muchas veces las víctimas asumen "la culpa como si fuera suya". "Es un problema", coincide Pérez Sedeño, que "hay que sacar a la luz" y "tomar medidas".

Ambas aplauden el auge del movimiento feminista en los últimos meses. "Venimos de años muy oscuros. Cuando hay una crisis, las que más sufren son las mujeres", comenta. La filósofa apunta que "con el feminismo hay un problema: no se consolidan los conocimientos. Parece que cada generación tiene que empezar de nuevo". Ella, junto a otras académicas, impulsó la creación del Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género para reflexionar sobre estos temas. El evento, apoyado por el programa de L'Oréal y la UNESCO, celebra esta semana su duodécima edición en Bilbao. En él también participa Márcia Bernardes Barbosa, que muestra ante los medios "su confianza en las nuevas generaciones". "Tienen una mayor percepción de los problemas y pelean más", opina. Pérez Sedeño también ofrece una mirada optimista. "Sí ha habido un cambio. Las jóvenes no están dispuestas a tirar la toalla", concluye.

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