La imagen destacada que acompaña estas líneas es una de las más famosas en la historia de la ciencia. La fotografía, tomada durante la Conferencia de Solvay en 1927, muestra a Marie Curie rodeada de hombres, entre los que se incluyen Niels Bohr, Albert Einstein o Erwin Schrödinger. Pero esta imagen icónica, lejos de ser cosa del pasado, sigue siendo una triste realidad.
Ayer mismo, Carmen Vela, Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, presentaba el informe Científicas en cifras 2015. El documento muestra que España sigue por encima de la media europea en cuanto a número de doctoras e investigadoras, con un 39% del total, un porcentaje que se mantiene estable desde 2009 y que supera la tasa comunitaria (33%). Sin embargo, el buen dato se ensombrece cuando se comprueba que la desigualdad de género sigue patente a medida que se avanza en la carrera científica y en los órganos de gobierno.
¿Techo de cristal o de hormigón?
Según el informe, a finales de 2015 solo había una mujer que ostentaba el cargo de rectora en una universidad pública española. La situación era todavía peor en los organismos públicos de investigación, como el CSIC o el Instituto de Salud Carlos III. Ninguno de ellos estaba dirigido o presidido por mujeres. Las científicas cuentan con serias dificultades para avanzar en su carrera profesional: a pesar de que el número de estudiantes en grado y máster es superior al de hombres, el porcentaje de matriculadas en programas de doctorado se iguala al de varones y cae a medida que subimos en la escala investigadora. En España, actualmente, hay un 42% de profesoras titulares y solo un 21% de catedráticas.
El motivo que explica la desigualdad de género, que ocurre no solo en la ciencia sino también en los consejos de administración de las empresas europeas o en política, se llama techo de cristal. Esta metáfora, acuñada por los expertos en investigaciones sobre género, se refiere a la existencia de barreras invisibles que encuentran las mujeres a la hora de abrirse paso en su carrera profesional e ir progresando hacia puestos de mayor responsabilidad.
Como explican en este trabajo publicado en Social Forces, el techo de cristal se relaciona con el número de personas que hay en cada empresa en función del género, el diferente salario que perciben según el sexo, las diferencias para ir escalando a nivel profesional dependiendo de si eres un hombre o una mujer y, por último, si esos problemas aumentan o disminuyen en función del nivel en el que nos encontremos. Estas barreras, que a menudo no son de cristal sino más bien de hormigón, no desaparecen por sí solas. Por otro lado, según recoge Politikon, la invisibilidad del techo de cristal provoca que sea muy difícil explicar su existencia.
La discriminación que sufren miles de mujeres en todo el mundo, lejos de ser un hecho histórico que poco a poco ha ido cambiando por su incorporación al sistema educativo y al mercado laboral, sigue muy presente. De acuerdo con las conclusiones de un informe realizado por Comisiones Obreras, las mujeres deben trabajar 109 días más para ganar lo mismo que un hombre. La nómina no es la única barrera de ese techo de cristal. También la falta de visibilidad femenina es un problema, que provoca serios prejuicios sobre las capacidades de las mujeres para acceder a puestos de responsabilidad o recibir galardones por su trabajo. Como ejemplo, basta recordar que la última edición de los premios Nobel reconoció la labor de siete científicos, dos economistas, un político y un músico. Ninguno de ellos era una mujer.
Por desgracia, el machismo en ciencia, igual que sucede en otros ámbitos de nuestra vida, es una realidad. Desde 1901, solo un 3% de mujeres ha sido premiado por la Academia sueca. Los Nobel no son los únicos galardones que se olvidan del 50% de la población, también ocurre en premios como los Jaume I de la Generalitat Valenciana o los Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA. La falta de visibilidad y de reconocimiento no es "un problema histórico que ya se solucionará". La evidencia científica ha puesto sobre la mesa la existencia de sesgos cognitivos que discriminan a las mujeres en favor de los hombres. En ese sentido, un célebre estudio publicado en la revista PNAS dio a conocer el efecto John-Jennifer. Los investigadores y académicos, tanto de un género como de otro, preferían a hombres antes que a mujeres aunque tuvieran el mismo curriculum vitae y calificaciones.
Los sesgos cognitivos existen, como recordaba un editorial en la revista Nature Materials, y afecta a la igualdad de género. Analizar las barreras invisibles que, en forma de techo de cristal, discriminan a las mujeres, es fundamental. Como también lo es impulsar medidas proactivas que garanticen la igualdad sin que exista ningún tipo de discriminación por género o por cualquier otra cuestión. El primer paso, sin duda, consiste en dar voz y visibilizar el trabajo diario que hacen miles de personas en todo el mundo. Los medios de comunicación tenemos una importante responsabilidad en ese sentido. Con ese fin, la plataforma 11 de febrero ha organizado una serie de eventos para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, declarado así por Naciones Unidas. El objetivo no es otro que derribar el techo de cristal que aún sufre la mitad de la población.