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Caminaba sola por la Facultad cuando, al llegar a una escalera, se cruzó con él. Fue entonces cuando el profesor, al que tanto intentaba evitar por los pasillos, le espetó "que le había salido un bulto". "Aquí en los huevos, tócalo, tócalo", le dijo. Pocos meses después, cuando la investigadora entró en el centro pasadas las 20:00 h de la tarde, el catedrático volvió a por ella. La cogió de la cintura, la besó en la boca y le dio un lametón en el cuello, mientras la joven trataba de zafarse de él, sin éxito.

Poco a poco su estado de ánimo comenzó a empeorar. Pesadillas, malestar, sudoraciones nocturnas y fiebres repentinas fueron algunos de los primeros síntomas, que terminaron desembocando en un trastorno de ansiedad y depresión acompañado de vómitos y una fuerte pérdida de peso. No fue la única víctima del catedrático. Otras investigadoras que empezaban en la carrera académica sufrieron incidentes similares.

El patrón era siempre igual. El profesor, que había llegado a ostentar el puesto de Decano, aprovechaba cualquier momento a solas para abusar de sus discípulas e intentar que tocaran sus genitales y realizar otras acciones de índole sexual. Sus víctimas —las niñas del catedrático, como las llamaban en los congresos— se encontraron solas, desprotegidas frente a un muro de hormigón armado de silencio. Los compañeros de la Universidad hicieron oídos sordos a sus quejas.

Algunos, incluso, llegaron a testificar en apoyo del acusado, que finalmente fue condenado a seis años y nueve meses de prisión. "Era especialmente sensible a los temas de discriminación", dijeron algunos de los testigos que aportó el docente durante el juicio. Pero la sentencia del Juzgado de lo Penal de Sevilla, cuyos hechos probados reflejan episodios como los mencionados en los párrafos anteriores, consideró que las acusaciones vertidas sobre el catedrático de la Universidad de Sevilla eran ciertas.

Las víctimas se enfrentan a un muro de silencio

"La historia muestra cómo ha habido casos de personas que han cometidos crímenes execrables al tiempo que mantenían una apariencia de absoluta normalidad", señaló el magistrado en la sentencia que condenó al profesor hispalense —que llegó a asegurar que los tocamientos fueron consentidos y que ha recurrido la sentencia ante la Audiencia Provincial de Sevilla—. Pero su caso, similar a otros episodios denunciados en las redes bajo el paraguas de #MeToo, no es el único —según una encuesta de Metroscopia, una de cada tres españolas se ha sentido acosada sexualmente al menos una vez—.

"Perdona, es que te estaba mirando las tetas", le dijo un profesor de la Universidad de León a una de sus estudiantes. "Usted no se preocupe que es una chica muy inteligente y sabrá lo que tendrá que hacer para aprobar, a veces no hay necesidad de estudiar para aprobar, hay muchas maneras de aprobar", añadió segundos después. El docente, al que la Audiencia Provincial condenó a seis meses de prisión y tres años de inhabilitación absoluta por delitos de acoso sexual y abuso de la función pública, también le pidió a otra alumna que viera en su presencia páginas web de contenido sexual y le leyera un relato erótico, según la sentencia, que puede ser recurrida ante el Tribunal Supremo. Acciones que, de acuerdo con el magistrado, provocaron en algunas de las víctimas problemas de ansiedad, temor, preocupación y afectación emocional.

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"Sí, hay acoso en España en la universidad y en los centros de investigación, como en todos los ámbitos. No están aparte de la sociedad, pero se ha silenciado durante muchos años", explica a Hipertextual Marta Soler, catedrática de Sociología de la Universitat de Barcelona. La directora del Centro de Investigación Social y Educativa (CREA) afirma que "la estructura jerárquica, con muchas relaciones de poder," ha dado pie a todo tipo de acoso, incluido el de carácter sexual. Aunque no hay datos oficiales en España, en los últimos años se han dado a conocer múltiples denuncias o sanciones a profesores de instituciones como la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Zaragoza, que no han llegado a ser juzgados. "Son pocos [los acosadores]", asegura la especialista, "pero tienen mucho poder". El suficiente al menos para silenciar lo que sucede.

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"No respondieron ante las primeras denuncias"

Ana Vidu lo sabe bien. Tras denunciar a un catedrático de la Universitat de Barcelona, "pasé de ser la mejor estudiante de la carrera, con premio extraordinario, a la peor del máster", cuenta a Hipertextual. Sus problemas habían empezado años antes, asegura por teléfono, cuando acababa de llegar a la Universidad. Fue entonces cuando uno de sus profesores empezó a enviarle correos electrónicos con diversas insinuaciones de carácter sexual. No fue la única. Catorce estudiantes más, chicos y chicas, se quejaron ante la Facultad de lo que estaba ocurriendo. "El trato que recibimos da para un capítulo aparte. Los compañeros te dejan de hablar. No es que solo no te apoyen, es que hubo hasta ataques directos", lamenta.

La Universitat de Barcelona tampoco respondió ante las primeras denuncias, según el testimonio de Vidu. "El profesor usaba en falso el nombre de Harvard en los correos de acoso y fue esta institución la que informó de que no podía estar pasando. Fue ahí cuando el Decanato se movió", explica la hoy investigadora postdoctoral en la Universidad de Deusto. "Vivimos muchos momentos de decepción", asegura al otro lado del teléfono, especialmente en los instantes de culpabilización de la víctima. Tres años después, la entidad catalana llevó el caso ante la Fiscalía, que reconoció que había indicios de delito por acoso sexual, pero que cerró la investigación ya que los hechos habían prescrito.

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"Posteriormente se hizo un protocolo de apoyo a las víctimas de la Facultad de Economía, y ahora en múltiples unidades de igualdad hay muchos similares", comenta Soler. La catedrática de Sociología destaca la necesidad de difundir la existencia de "espacios seguros" y la puesta en marcha de medidas de apoyo a posibles víctimas. Herramientas que también apoya Vidu, cuya tesis doctoral se centró precisamente en el acoso sexual y en la creación de redes de personas afectadas, con el objetivo de "romper el silencio". "En Harvard también hay casos, pero las víctimas confían en la institución para presentar sus quejas. Aquí no", critica. A juicio de Ana Vidu, las medidas para hacer frente a estos problemas deben pasar por el apoyo a las denunciantes.

"Seguimos comentando cuestiones importantes como la gráfica de tijera, la falta de mujeres en puestos de responsabilidad. Pero en general se habla poco de acoso. Ni a estudiantes ni entre iguales", sostiene Marta Soler. En otras ocasiones, visibilizar este tipo de comportamientos conlleva consecuencias inesperadas. Su grupo fue denunciado ante la Universitat de Barcelona por unas presuntas prácticas sectarias, aunque posteriormente la Fiscalía archivó el caso por no haber indicios de delito. "Fueron difamaciones de forma anónima y con contenidos machistas para manchar nuestra imagen", asegura la profesora, que habla de la existencia de un acoso de segundo orden para aquellos que apoyan a las personas que destapan un caso de de este tipo. "Hay que crear una cultura del apoyo y del posicionamiento al lado de las víctimas, lo que se conoce como bystander intervention", explica. Estas prácticas preventivas son ya una realidad en muchos rincones académicos de Estados Unidos, aunque todavía no se hayan implantado en España.

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De cara al 8 de marzo, donde miles de mujeres realizarán una huelga feminista, incluidas las científicas y académicas, las expertas lo tienen claro. "El movimiento #MeToo contribuye a dar visibilidad", opina Ana Vidu, que puntualiza que otras iniciativas apoyan desde hace años en Estados Unidos a las víctimas de acoso sexual. "Se han movilizado colectivos feministas muy diversos", aplaude. La profesora Marta Soler coincide en que existe "una mayor concienciación social por el clima que se ha generado", donde las redes sociales han servido de altavoz para difundir decenas de casos de abuso sin respuesta. Son estas denuncias las que exigen una respuesta de la sociedad, que asiste al avance del feminismo en pro de la igualdad entre hombres y mujeres. "Estamos ante un momento histórico", concluyen.

Este artículo no tiene firma porque ha sido escrito por una redactora que hoy 8 de marzo hace huelga.